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La vanguardia latinoamericana: hay vida más allá de Borges

Juan Bonilla y Juan Manuel Bonet publican «Tierra negra con alas», una antología de la vanguardia de Iberoamérica. Un volumen que repasa el canon poético y descubre autores apenas conocidos por los lectores

Daniel Mordzinski retrató a Jorge Luis Borges en 1978 en el barrio porteño de San Telmo
Daniel Mordzinski retrató a Jorge Luis Borges en 1978 en el barrio porteño de San Telmolarazon

Hasta ahora, siempre que se hablaba de la poesía vanguardista latinoamericana salía el mismo ramillete de nombres: Borges, Huidobro, Vallejo, Neruda... «No más de quince o veinte autores», asegura Juan Bonilla, principal «culpable» –junto a Juan Manuel Bonet – de que esos números ahora se disparen hasta las 190 firmas (en principio les salieron 300, pero decidieron reducir la nómina por efectos prácticos) y que ahora se reúnen en el volumen «Tierra negra con alas» (Fundación José Manuel Lara), «una antología minuciosa y amplia que se ha hecho de la zona más desconocida de la vanguardia latinoamericana». Un sector que había sido sepultado por esos grandes nombres y que «quizá ha condicionado que se difuminara el conjunto como un movimiento poético o artístico», continúa Bonilla.

Un estallido que se desarrolla de forma paralela al ultraísmo en España, la primera manifestación articulada de la vanguardia poética en la Península, y donde se encontraron el cubismo francés, el expresionismo alemán, el dadaísmo de los exiliados británicos y el futurismo italiano. En él estuvieron grandes poetas latinoamericanos como José Luis Borges y Vicente Huidobro, que llevaron hasta sus países (y, por ende, a ese continente) «la ruptura con el “rubenismo” de los Darío, Nervo o López Velarde, materializado en el abandono de la poética simbolista que otros precursores ya habían dejado atrás por su cuenta». Con esas sobresalieron los citados poetas junto a otros como Nicolás Guillén o Xavier Villaurrutia, pero también otros nombres que rescatan Bonet y Bonilla. «Cientos», dicen, «que abarcan una vasta pluralidad de caminos».

«Una de las cosas más bonitas que hemos encontrado son los temas comunes que comparten todos ellos, pero, a la vez, sin renunciar a las particularidades de sus propios países. Nos hemos quedado asombrados porque ahí se puede ver cómo cantan en sus poemas a las metrópolis, los aviones, los trenes, los rascacielos, a Josephine Baker y Charles Chaplin. Existen voces extraordinarias que aparecen en estas páginas y que no son precisamente las más características o conocidas», comenta José Manuel Bonet, quien reconoce su «fascinación» por la poesía peruana y la brasileña: «En esta última nación hemos puesto el foco no solo en las principales urbes, sino en otros grupos de poetas que mantienen una visión fresquísima y a los que hemos dado cierto relieve». El libro viene a demostrar que las vanguardias latinoamericanas tuvieron un peso importante y fundamental dentro del continente y que se habían obviado a autores «muy interesantes que tratamos de rescatar» en un viaje que recorre Suramérica de sur a norte, de Argentina a México, y que ha dejado «fascinados» a los dos responsables de la edición al comprobar los brotes artísticos que se dieron durante los años 20 en lugares muy alejados de las grandes urbes: Arequipa (Perú), Minas Gerais (Brasil), Guayaquil (Ecuador)…

«Todo un contagio», en palabras de Bonilla, que llegó, entre otros, a futuristas uruguayos como Alfredo Mayo Ferreiro –«un poeta de primer orden»–, a modernistas brasileños y negristas cubanos. Descubrimientos entre los que Juan Bonilla destaca el movimiento indigenista, «una serie de poetas de la época que utilizaron la cápsula de la vanguardia para cantar a la raza indígena siguiendo el ideario de Vasconcelos, según el cual en ella se estaba produciendo la raza cósmica». José Manuel Bonet reconoce «la aventura» doble que ha supuesto este libro. La primera correspondería al completo trabajo de investigación, y también de hallazgo afortunado, que han invertido en él.

La segunda, por supuesto, proviene de los abundantes autores que han añadido a esta antología, de cuyas biografías se ha encargado él: «Son vidas notables, impresionantes, que darían para una novela. Sin duda, un escritor como Roberto Bolaño habría hecho con ellas una gran obra. Un abundante número de ellas poseen una dimensión novelesca, literaria, que he intentado reflejar en las semblanzas, en ocasiones, forzándolas un poco, porque son apasionantes. Ahí están con sus paradojas, sus virajes, con las revistas que impulsan, y que, en ocasiones, no son más que un sencillo cartel». Bonet también comenta que en este libro la escritura viene acompañada por la pintura y en cada una las introducciones biográficas se ha incluido un retrato que a veces está firmado por algún pintor de renombre, como es el caso de Vallejo, al que inmortaliza Pablo Picasso.

Uno de los puntos que Bonilla y Bonet buscan enmendar con su poemario es el de la vanguardia entendida como un movimiento estético, «pero no lo es», afirman. «Es una época en la que los propios escritores entran en contradicciones unos con otros –en palabras de Bonilla–. Los hay que defienden el arte por el arte, que solo se deben a sí mismos, frente a los que abogan por unos poemas que únicamente tienen sentido si calan en la sociedad». Ahí se encuentra la flexibilidad de una corriente que admite desde cantos épicos de claro signo político hasta poetas que traen influencias de Oriente; también a autores caribeños que, influidos directamente por la música, escriben letras que bien podrían ser sambas como contrapunto a otros más literarios, como Borges.

Bonet destaca asimismo otro aspecto: el descubrimiento de la modernidad, que también han aprendido de Europa. De hecho, algunos de estos autores se forjan en una de las lenguas claves de este hito, el francés. «Esta modernidad que viene de Europa es muy interesante porque cala en estos poetas, que tienen mucho arraigo en su tierra, que poseen conciencia de pertenecer a ámbitos geográficos y culturales distintos». Pero Bonet quiere hacer hincapié en un punto que considera esencial: «Espero que esto ayude a tender puentes entre Hispanoamérica y España. Me parece que debemos tomarnos muy en serio todas estas manifestaciones literarias. En ese continente ocurrieron cosas maravillosas. Además, también está la posibilidad de acercarnos a las letras brasileñas, que es el gran desconocida de este periodo para España. Aquí continúa siendo muy ignota. Sus novelistas son todavía reconocidos por los lectores, como Nélida Piñón y Jorge Amado, pero son pocos los que se han aproximado a los poetas de las décadas de los veinte o los treinta. Estos siguen siendo bastante desconocidos. Y debía ser una reivindicación por un elemento constitutivo de su poesía: tiene dos idiomas».

De hecho, Bonet alaba la potencia lingüística y evocadora de estos creadores, su enorme talento para apresar en sus composiciones las impresiones más fugaces y materiales. «Uno de los aspectos que me gusta de ellos es su enorme capacidad de expresar el propio paisaje vital. Así, un elevado número de sus poemas muestran su fascinación por la naturaleza o los rascacielos de las ciudades».

Tecnología y velocidad

En estas páginas asoman, pues, diferentes estilos entre los que Bonilla ha encontrado, sin embargo, un rasgo común: el rechazo frontal de la tradición de la que vienen, «Romanticismo, Modernismo y demás», apunta. «Se produce una ruptura con todo lo anterior porque se quiere cantar una época nueva que los lleva al siglo XX. Hay una veneración a todo lo que es la tecnología, la velocidad, la máquina... Fundamentalmente, se trata de una poesía cargada de energía». Una curiosidad o anécdota de este volumen proviene de los autores que lo han sacado adelante. Los dos son reconocidos coleccionistas de libros. Puede, incluso, decirse que son rivales en el destacado arte de hallar el libro perdido o escaso o difícil de comprar.

«Es como la unión de dos rivales cordiales», comenta Juan Manuel Bonet riéndose. Él mismo admite los puntos fuertes y débiles que tiene sus respectos archivos y bibliotecas, que están empedradas por ediciones y títulos que pueden, en más de un caso, dar alas a la envidia. Pero esta antología también es el esfuerzo de dos intelectuales que se han enfrascado en la busca y captura de revistas y títulos infrecuentes para completar la geografía literaria de ese periodo. «Juan ha viajado y tiene un gran ímpetu», asegura Bonet en broma.

Juan Manuel Bonet y Juan Bonilla han logrado con este libro editado por la Fundación José Manuel Lara sacar de nuevo a la luz publicaciones de las que únicamente queda un ejemplar, de esos que apenas se pueden encontrar en el mercado o son ya considerados ejemplares raros. Incluso han rescatado poetas de cuya existencia y trayectoria literaria solo queda la huella de un único poema.