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Toros

Sevilla

Chicuelo, el torero que le adelantó el reloj a la fiesta

LA RAZÓN homenajea al diestro sevillano en el 50 aniversario de su muerte en un acto en el que participaron «Espartaco», Dávila Miura, Rafael Torres, Rafael Jiménez «Chicuelo» y Manuel Jiménez «Chicuelo»

El acto, celebrado en la Fundación Valentín de Madariaga, suscitó el interés de un numeroso público larazon

Manuel Jiménez Chicuelo es uno de los precursores del toreo moderno. Las dos llaves de la tauromaquia pasaron por sus manos en la plaza de toros de Sevilla. El revolucionario Juan Belmonte le dio la alternativa el 28 de septiembre de 1919 y él apadrinó a Manolete el 2 de julio de 1939. En esos 20 años se coció toda la modernidad de la Fiesta, la que va de Joselito y Belmonte –es imposible entenderlos por separado– al monstruo de Córdoba. Entretanto, el torero de la Alameda de Hércules adelantó el reloj del toreo con la faena al toro «Corchaíto» de Graciliano Pérez Tabernero un mayo de 1928 en la plaza antigua de Madrid. Sólo por esa corrida, sólo por los 16 naturales ligados con un giro de talones, que en ese momento era tanto como el paso del blanco y negro al «technicolor», Chicuelo debería haber tenido un lugar privilegiado en la historia de la tauromaquia. Cincuenta años después de su muerte, LA RAZÓN lo homenajeó en un encuentro en la Fundación Valentín de Madariaga en colaboración con la Real Maestranza de Caballería, en el que participaron los matadores de toros sevillanos Juan Antonio Ruiz «Espartaco», Eduardo Dávila Miura y Rafael Torres, además de su hijo, el torero Rafael «Jiménez Chicuelo», y su nieto Manuel Jiménez «Chicuelo». Todos coincidieron en la misma reflexión que plasmó el crítico José Alameda en «El hilo del toreo»: el tiempo ha tendido en torno a este genial torero una incomprensible «conspiración de silencio». «Chicuelo» ha sido uno de los toreros peor tratados por la historia.

La faena de Manuel Jiménez «Chicuelo» (Sevilla, 1902-1967) a «Corchaíto» abrió un cráter en la fiesta de los toros. Está en la mente de todos los aficionados, como la de Belmonte al toro «Barbero» en la Corrida del Montepío, la de Manolete a «Ratón» o la de Antoñete a «Atrevido», el toro «blanco» de Osborne. Desde principios de siglo los toreros estaban explorando los caminos de la modernidad. Y les costó muy caro. A Joselito «El Gallo» lo mató un toro en 1920 y dos años más tarde, con una semana escasa de diferencia, cayeron en el ruedo los dos «manueles»: Granero y Varelito. La Edad de Plata del Toreo, los años 20 y 30 en los que se centra la trayectoria de «Chicuelo», fue de plomo por la fuerte competencia entre los espadas y por la dureza de un toro de exigente presentación y comportamiento incierto. No obstante, después de la faena de «Corchaíto» el público pedía que todas las tardes se toreara como toreó aquel día «Chicuelo». Y se toreó, pero tuvo que pasar casi una década para que Manolete completara el círculo del toreo en redondo y la ligazón.

«Chicuelo» fue uno de los precursores de la denominada Escuela Sevillana que, andando el tiempo, tuvo continuidad en Pepe Luis Vázquez, Pepín Martín Vázquez o Morante de la Puebla. Pero no fue el diestro sevillano sólo pinturería, ni sólo el inventor de la «chicuelina», un lance del destino que produjo la admiración del público cuando al quedársele el capote enganchado en un alamar de la chaquetilla en la plaza de toros de Valencia tuvo que girar para zafarse. Y se giró con tanto garbo que inventó la «chicuelina». El diestro de la Alameda toreó casi en un centenar de ocasiones en la Maestranza, donde cortó cuatro rabos, y más de 70 en Madrid. Por eso es aún más incomprensible que la figura de «Chicuelo», «el creador del ritmo de torear moderno, del encadenamiento suave y fluente de las faenas», como señaló Néstor Luján, no haya resplandecido a la altura de los grandes.

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