Andalucía
El comisario frente a los plañideros
Decía Julio Camba que toda civilización no es más que una lucha desesperada por no tener que trabajar. De tal cosa debatieron los clásicos, desde Séneca hasta Plinio. Entonces se creía que había monos en Etiopía que no hablaban por tal de que no los obligaran a laborar. Y menos mal que quedó el Génesis. Los siglos no pasan en balde y hoy, en cambio, no hay andaluz que no cuente las horas para saber cuándo vuelve al trabajo, ya sea en día laborable o fiesta de guardar. Ya pasó lo peor de la crisis, dicen, el currelo corre a espuertas, insisten. Aun así, según señala el Instituto Nacional de Estadística, uno de cada cuatro andaluces que busca trabajo continúa desempleado. El paro sigue siendo el gran problema por mucho que Cataluña, el «mujerismo» en armas y los pensionistas propaguen la buena nueva con llantina y gruesa demagogia. Cuanto peor se perciba la realidad, mejor. La cuestión del empleo, por más motivos, no ha dejado de ser un problema endémico en Andalucía, sea el periodo considerado de vacas gordas o haya sido de vacas flacas. El otro día, el comisario europeo de Presupuestos y Recursos Humanos, Günther Oettinger, acudió al Congreso de los Diputados para explicar a sus señorías los planes previstos para los próximos presupuestos comunitarios. Resumidamente, Brexit mediante, el proyecto consiste en recortar gasto. Los escaños españoles gimotearon como escolares en un día de examen. Oettinger, testigo de excepción del lloriqueo ibérico, no pudo contenerse. El alemán preguntó a los diputados si no conocían la existencia de fondos para formación: en España nadie los ha solicitado. «Es una lástima que no consigan recursos de los que Europa dispone para mejorar el empleo de sus jóvenes», dijo con retranca el comisario. En Andalucía nadie sabe nada. Para qué.
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