Andalucía
El rodillo de Chusa
Epilogó su oficio de la liturgia del poder Susana Díaz Pacheco con el mensaje televisado de fin de año, un infecto cuento de terror para atemorizar (en vano) a una ciudadanía que jamás deglutió de grado, al contrario de lo que le hacía creer su corte de pelotas, ese emplaste dulzón y narcótico con el que componía –nótese el ineluctable empleo de las formas verbales pretéritas– sus discursos. La más lerda politiquería emergió en esa perorata asustaviejas, puesto que la presidenta en funciones se embozó en la capa del autonomismo como si, por estos sures, la administración territorial de España todavía importase a alguien. Palabras como «estatuto» o «autogobierno» suenan huecas entre votantes que, afortunada y definitivamente, han abandonado las añejas supersticiones que sostuvieron en el poder durante cuarenta años al PSOE-A. Tampoco es eficaz la partición de la sociedad por el caduco eje derecha/izquierda, al menos mientras la Nación siga tensionada hasta el borde del desgarro por los tirones de su esquina nororiental. Díaz agitó cual espantajo la pérdida de competencias de la Junta e invocó el centralismo como si fuese Satanás cuando el electorado se escora a ojos vista hacia posiciones jacobinas. Vale, la naturaleza no la dotó con talento para las ciencias sociales ni ella se preocupó jamás por paliar con el estudio su escasez de dones intelectuales. Sin embargo, ni siquiera este socialismo desnortado podrá explicar cómo la primera medida del bipartito PP-Cs, la supresión del impuesto de sucesiones, corre el riesgo de ser vetada por la ministra andaluza Chusa Montero. Así defiende las Autonomías la (aún no) proclamada delfina de Susana: pasando el rodillo estatal sobre las normas regionales que no le gustan. Pero es la derecha la que pone en peligro «las conquistas del 28-F».
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