Andalucía

«El Sabina que más me gusta es Joaquín»

Confesiones de Benjamín Prado, el último compañero de viaje del cantautor de Úbeda

«El Sabina que más me gusta es Joaquín»
«El Sabina que más me gusta es Joaquín»larazon

Con sus abundantes más y con sus pocos menos, Joaquín Sabina y Benjamín Prado parieron «Lo niego todo» en calzonas y chanclas bajo el sol roteño, pero el cantante se ha ido de gira y ha dejado a su compañero de andanzas para responder las preguntas que provoca el libro «Incluso la verdad», editado por Planeta, donde cuentan cómo fue aquel verano de rimas, comilonas, tragos largos y alguna que otra justa literaria.

–¿Dónde se encuentra el «trovador cascado»?

–Lo tengo trabajando para mí, mi papel en esta disciplina de componer canciones es muy cómodo porque Joaquín se va por ahí a ganar dinero para los dos mientras yo me quedo en casa viendo la tele. Así que creo que salgo ganando. Está dando la vuelta a España con un éxito extraordinario, pero por mucho éxito que tenga lo que recoge es mucho cariño. He estado en varios de sus conciertos, por ejemplo en Londres, en el Royal Albert Hall, y en Madrid, y la verdad es que es impresionante el respeto que le tiene la gente. Hay una cosa muy difícil de conseguir, que es que a Joaquín lo va a ver un montón de gente joven porque se ha convertido en un icono nacional, en un héroe español, digámoslo así. No creo que nadie se pregunte nada a sí mismo antes de que le guste la música de Joaquín. Es una maravilla.

–¿Esto de icono nacional, héroe español sabe Sabina que usted lo dice?

–Bueno, creo que en el libro se ve muy bien la relación que tenemos porque para mí siempre será más Joaquín que Sabina. Eso no quiere decir que olvide quién es, que recuerde la suerte que tengo de tenerlo como amigo porque es una persona maravillosa, que me deja colaborar con él en algunos discos y canciones. Creo que es el autor de las mejores letras en español, existiendo Joan Manuel Serrat y José Alfredo Jiménez, por ejemplo. Tenemos confianza absoluta, lo que a veces da un poco de asco (risas)..., por lo que de vez en cuando nos tenemos que pelear para que de la pelea salga algo mejor. De ahí viene esa idea de que el autor tiene que ser el tercer hombre, alguien que no sea ni él ni yo y que escriba de una manera que ni él ni yo lo hubiéramos hecho.

–¿Al tercer hombre lo tienen en nómina?

–Es quien debería llevarse el dinero, pero como es un ente abstracto al final cobramos Joaquín y yo. Tiene una función muy importante, que es mantener nuestros egos a raya y nos recuerda que tiene que notarse que las canciones no las hubiera escrito él solo ni yo sin su ayuda.

–Pero no me diga que no le han entrado ganas de irse de gira en plan estrella del rock.

–Al contrario, es él quien siempre me quiere subir al escenario en los conciertos (risas), pero yo nunca me quejo porque soy novelista. Cada uno tiene que saber cuál es su lugar en la vida, me gusta mucho cantar pero en la ducha, como a todo el mundo. Otra cosa es subir a un escenario, que lo he hecho muchas veces, aunque hay gente que me dice que con los Pereza y Coque Malla lo hacía y ahora no. No le tengo envidia a Sabina ni a ninguno, a mí no hay cosa que más me guste que ser escritor.

–Sabina tocando en el Royal Albert Hall, cuando se pasó varios años cantando en restaurantes y en el metro de Londres. ¿Eso debe marcar mucho a nivel humano?

–Pues si has pasado por eso y acabas en el mismo sitio donde han actuando antes Leonard Cohen o Bob Dylan, pues es evidente que lo disfrutas tú más que nadie. También es bonito ir a otro país y encontrarte a tu gente, además de que ese lugar también tiene una carga literaria muy importante.

–Han escrito: «Lo que es imposible en la física puede suceder en la poesía». ¿Siguen creyendo en los sueños?

–En los sueños siempre creeré porque me da mucha pena la gente que no tiene sueños, como la gente que no tiene héroes, los que no tienen metas, los que no quieren aprender de los que están y no están de acuerdo con uno. En ese sentido, para los escritores y para la vida en general no hay fronteras, no hay exclusión, no hay ideologías. Coges un disco de Sabina y hay un blues, una ranchera, varios rock and roll, una rumba. No hay nada que tenga prohibido mezclarse con nada, por lo tanto es un buen ejemplo para bailar y también para pensar sobre la música. Hemos escrito el libro porque hay mucho que contar.

–Rota no es las Montañas de Catskill, ¿cuál es el secreto de ese lugar?

–Para mí el lugar perfecto para estar es donde esté mi familia y mis amigos. Me da igual como se llame, si se llama Londres, Praga o Nueva Orleans. Hombre, Rota tiene un plus porque el 90% de las fotos están tomadas allí, en su casa o en la mía, en los chiringuitos. Es un lugar muy entrañable en el que nos hemos juntado mucha gente allí sólo porque nos queremos. Digamos que para todos es un sitio al que no se debería ir para hacer esto porque se supone que vamos a descansar, a dejar la mano quieta una temporada, en todo caso, a leer y estar con los amigos. Si miras las fotos, sólo somos unos tipos que están en pantalones cortos y chanclas.

–Ustedes se lo pasan muy bien, no lo niegue.

–Nos lo pasamos muy bien, nos queremos mucho y nos reímos mucho. Es un tesoro que compartimos entre todos los amigos que veraneamos por allí.

–¿Su teléfono pasará a la historia del rock?

–Bueno, la verdad, si yo quiero sí, pero no sé si voy a querer. La verdad es que tiene muchas maquetas y muchas pruebas, el teléfono es el protagonista secreto. Tengo muchas versiones de Joaquín cantando solo, otras con Leiva, otra con los tres que es muy divertida. Si fuera Bob Dylan haríamos otros Bootleg Series en los que se encontraría alguna joya, pero lamentablemente no lo somos.

–En el vídeo de «Lo niego todo» salen imitándole en su época de 2005. ¿Cuál de todos los Sabina es su preferido?

–El Sabina que más me gusta es Joaquín. Aquel en el que las canciones, cuando las oyes, son como estar con él tomando un tequila en casa un rato. No sé si es un cantante o compositor al que se le pueda enumerar. El mejor disco es éste, es ése, porque me pasa como con otros grandes como Dylan, Cohen, Patti Smith o Serrat, es muy difícil que en un disco de esta gente no haya cosas fantásticas. Me pasa algo que no comparto con los aficionados a la música y es dar por conocido a un autor porque hizo un disco mítico en su momento. Hay quien piensa que Dylan se acabó en «Blonde on Blonde», lo cual es un gran error.