Historia

Andalucía

Ercano y Magallaneh

Grabado de la Nao Victoria, la única que resistió a la vuelta al mundo / Foto: La Razón
Grabado de la Nao Victoria, la única que resistió a la vuelta al mundo / Foto: La Razónlarazon

En plena conmemoración del centenario de la firma de los Tratados de Versalles –no cabe el término celebración para definir a la semilla de la catástrofe que cerró en falso un drama–, se nos superpone la efeméride del medio milenio de la primera circunnavegación y hasta aquella hazaña formidable se ve contaminada por el virus del nacionalismo que a tanta gente mató en dos guerras mundiales. Incluso al orden en el que son citados Elcano y Magallanes (también en la arbitrariedad del abecedario aquí empleada encontrarán los susceptibles un motivo para indignarse) se le percibe una –mala– intención política, como si todos los necios del universo se hubiesen conjurado para reivindicar a la vez las glorias de su país sin considerar que exista vida inteligente más allá de la frontera. ¿Qué digo frontera? Ni siquiera allende el campanario de su pueblo alcanza la vista de un puñado de alcaldes y otros catetos con cargo que han convertido aquella vuelta al mundo en un fenómeno andaluz, concepto tan ajeno a 1519 como la fibra óptica, eminentemente centrado en Sevilla y Sanlúcar de Barrameda. Tócate los dídimos. Si a la derecha acomplejada de San Telmo le asusta la palabra España, que le da pánico, podrían al menos usar el sucedáneo Corona de Castilla, que es concepto casi amortizado por la Historia. Falta que la Junta proclame como verdades oficiales que la nao Victoria dejó crías de lince por las costas de cuatro continentes o que la batalla de Mactán fue un reality show producido por Canal Sur. A Portugal, mejor ni mencionarlo: el presidente Griñán tuvo la brillante idea de proponer que los escolares aprendiesen algún rudimento de la preciosa lengua del vecino, la de Camoes y la de Eça de Queiroz, y el comando mondadientes amenazó con encerrarlo en un manicomio.