Sevilla
La media botella del PP andaluz
Si yo fuera Rajoy y alguno de los futuribles candidatos a la Junta me pidiese un proyecto a seis años, lo despacharía de inmediato. ¿Por qué no puede gobernar en dos años un partido que está salvando la economía y que en Andalucía cuenta con ocho capitales y cinco diputaciones y ya ganó los últimos comicios autonómicos? ¿Por qué se ha instalado en la opinión pública que el PP no tiene nada que hacer en las próximas elecciones andaluzas? ¿Acaso en 2007 Sevilla, Córdoba o Jaén no quedaron a tiro de piedra y los populares triunfaron en ellas cuatro años después? ¿Por qué ahora se considera al PP andaluz incapaz de hacer frente a Susana Díaz? ¿Qué se teme tanto de la imberbe dirigente socialista? Y si sevillanos, cordobeses y jiennenses terminaron hastiados de los bipartitos social comunistas, ¿por qué los andaluces han de premiar a una coalición acosada nuevamente por las irregularidades y cuyos roces internos sólo son superados por su vacua palabrería? No es la elección del candidato. El verdadero problema de los populares andaluces estriba hoy en revertir esa inercia fatal de que tienen ya perdida su próxima cita con las urnas, un síndrome derivado de la frustración de marzo de 2012. Aunque es falso, porque ni aquellos comicios estuvieron nunca ganados con la facilidad que algunos hicieron creer como tampoco, naturalmente, está escrito el próximo escrutinio. Lo único cierto es que el PP ya no tendrá de partida que doblegar ninguna mayoría absoluta de Chaves –curioso caso el del ex presidente socialista de disléxico vencedor–, y se supone que los cientos de dirigentes locales y provinciales populares pondrán toda la carne en el asador pues las guerras civiles sólo provocan hambrunas. Ahora sólo queda que Rajoy apueste por un ganador o por un valiente. Pero no para candidato sino para convertirse en el próximo presidente de la Junta. Y que mande a Paradores de Turismo a quien pretenda seguir de viaje por Andalucía otros seis años más.
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