Sevilla

Los esplendores de la cuaresma

Las hermandades ya están inmersas en los preparativos para la Semana Santa. En la imagen, la iglesia del Salvador de Sevilla, el año pasado
Las hermandades ya están inmersas en los preparativos para la Semana Santa. En la imagen, la iglesia del Salvador de Sevilla, el año pasadolarazon

Estamos en tiempos donde todo te habla de la Semana Santa. Si entras en unos grandes almacenes tienes grandes surtidos de libros, de cedés con momentos cofradieros, marchas, saetas, incluso las primeras torrijas, túnicas y capirotes. Si eres de los de túnica y cirio tienes todos los días un recorrido por iglesias y capillas, donde se celebran los cultos a los titulares de las hermandades que tienen en ellas sus sedes: qué portentosos los altares mayores para estas ceremonias, qué exquisita conjunción de plata, flores, velas, terciopelos, coronas y joyas. Todo esto en iglesias llenas de historia, arte y magnificencia, porque en otras cosas nos ganarán, pero en templos somos la primera potencia mundial. La semana pasada estuve en el funeral de un amigo en Madrid. La misa se celebró en una iglesia muy conocida. No quiero molestar y por ello no doy el nombre. Miraba a mi alrededor y era algo tan falto de gusto, tan sin vida, que no me concentraba en la eucaristía, que es al final lo importante aunque el decorado importa y mucho. Volviendo a Sevilla, creo que, al igual que en el cuarto centenario de Murillo, tendría que editarse y además publicitarse debidamente una guía para recorrer en cuaresma todos los templos sevillanos con cultos más todas las exposiciones que se organizan durante estos cuarenta días. La Iglesia seguro que cooperaría. El arzobispo titular de la misma declaraba en estos días que el turismo es un beneficio para Sevilla. La Iglesia sevillana sabe como pocos los beneficios de este asalto pacífico a nuestra ciudad y a toda Andalucía. A los ingresos que la catedral genera gracias a esos millones de turistas que recibimos hay que añadir los de las muchas iglesias de la Archidiócesis. Gracias a estos recursos se pueden acometer grandes restauraciones, conservar todo el inmenso patrimonio, incrementar las ayudas sociales... Para ayudar les diré de lo que he disfrutado en estos días: en Labradores contemplar con admiración la portentosa restauración del manto de María Santísima del Dulce Nombre. No puedes creer que no se trate de un nuevo manto. Hay que admirar estos viejos oficios artesanales que se han conservado a través de los siglos gracias a las hermandades. Si no fuese por el tema que estoy tocando, lo que me pide el cuerpo es imitar al que fue presidente de las Cortes y gritar «manda huevos»: que den medallas de las Bellas Artes a cocineros y no a verdaderos artistas como son casi todos los que trabajan alrededor de las cofradías, bordadoras, plateros, imagineros, joyeros, restauradores... Después marché al Ayuntamiento. En la casa de todos los sevillanos, con una afluencia de público que ha obligado a prorrogar la exposición que conmemora el IV centenario de la fusión de las hermandades de la sagrada entrada en Jerusalén y la del sagrado Amor de Cristo –para el pueblo la Borriquita y el Amor– disfruté mucho: no creo que se haya montado nunca una exposición tan amplia y rica alrededor de una hermandad. Desde el paso de cristo, con los candelabros de distintas épocas, a tres palios, dos que la hermandad vendió en su momento –las hermandades nunca están sobradas de dinero– hasta el delicadísimo actual. Figuras, estandartes, coronas, joyas, sayas, encajes... Todas esas maravillas repartidas entre cinco salones de la planta baja del Ayuntamiento, entre otros la antigua sala capitular que guarda entre sus paredes grandes momentos de la historia de España. Un ejemplo: es el lugar donde se desposaron, después de muchas demoras y problemas, el Rey-Emperador Carlos I, uno de los soberanos más importante de la historia universal y que creó el gran imperio español y la princesa Isabel de Portugal. Un enlace político que se convirtió en una apasionada historia de amor. Para colmo, estas maravillas las puede visitar sin coste alguno. No se pierdan estas magníficas exposiciones. Son buenas para el cuerpo, sobre todo para el corazón y para el alma, y son una especie de vitaminas de alto voltaje. Lo que tocaba hoy es que les contara cosas de las revistas del corazón, pero a pesar del respeto que merecen y de los beneficios indirectos que de ellas he recibido en esta ya larga y azarosa vida, no se pueden, o al menos, no se deben mezclar champagne y gaseosa.