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Mario Vaquerizo: «Soy un currante»

Publica «Vaquerizísimos», manual de una estrella catódica con sentido común

Mario Vaquerizo
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–Así que esto es una obra mediática...

–Pues la verdad es que sí, pero para ser una obra mediática hay que ser profesional. Hay que tener sentido de la responsabilidad porque hay que ser consciente de que las cosas se deben hacer bien. Pero vamos, ser obrero mediático no es diferente de los de la construcción o el rock, pero al final lo que de verdad soy es un currante.

–En «Vaquerizísimos» pone los pies en el suelo, se aleja del foco y es más Mario.

–Es que yo siempre he tenido mucho sentido común, lo que pasa es que hay veces que lo pierdo. Pienso que es muy terapéutico perder el sentido común y precisamente también esto de la fama me ha venido dado, no era una finalidad en mi vida, pero me gusta y me divierte. Si no, no hubiera hecho un «reality». Lo que sucede es que soy muy poliédrico, porque ese punto alocado, que me salva la vida, me hace ser también un tío serio, responsable, de tío que roza el germanismo (sic) más absoluto cuando empieza a trabajar. Luego controlas el medio y si se me conoce por mis viajes a Japón y por salir en El Hormiguero no me voy a poner a hablar de la cultura japonesa en serio porque no es el formato. Si vamos a un debate sobre la obra de Nietzsche sí me pongo serio, porque creo que la virtud está en el equilibrio, algo que en el fondo es muy aristotélico. No todo tiene que ser blanco y negro, y eso tiene mucho que ver con lo de ser transversal, porque puedes participar de muchas cosas a la vez. Este libro es un poco todo esto, mis aprendizajes, mis errores, mis equivocaciones...

–Un libro de geografías urbanas, hay mucho de ese Madrid de los ochenta que ya se ha perdido y de merienda familiar los domingos por la tarde.

–Está muy bien visto eso, porque para mí Madrid es la ciudad perfecta. Tengo la suerte de viajar, generalmente por trabajo, pero siempre digo que me siento muy cómodo en Madrid. Es un libro muy madrileño, como soy yo, porque es un lugar que casa muy bien con mi personalidad. Nadie te dice a dónde vas ni de dónde vienes ni de dónde eres, eso no pasa en otras ciudades como Barcelona, donde los pijos están con los pijos, los modernos con los modernos en el Sonar y las maricas forzudas en el Salvation; sin embargo en Madrid todo se mezcla, es ecléctica, como yo, porque no soy prejuicioso.

–Pero defiende un mundo que casi está perdido, pasarse una tarde viendo revistas con su abuela...

–No estoy en contra de la modernidad, lo que sucede es que se están perdiendo cosas que son muy bonitas, que quienes no las han vivido no las van a saber. Echo de menos mucho ciertas pautas de comportamiento que la gente hoy en día no lo tiene. El avance tecnológico y la globalización están acabando con la personalidad de cada una de las ciudades. Me encanta Londres, pero Piccadilly es muy parecido a la Gran Vía de Madrid. Ya nadie va al cine, que era como viajar al centro o ir a un partido de fútbol, que era un acontecimiento. No creo que sean cosas mejores o peores, pero sí distintas y muy importantes en mi formación. Todo tiene que ver con la educación que le queramos dar a nuestros hijos para que sepan valorar ciertas cosas y a veces no tenemos ni tiempo de estar con ellos porque estamos ahogados con las hipotecas. A mí me hubiera encantado ser padre, pero ¿qué hago?, ¿lo meto los domingos en la Nancys’s furgo? No, sería una putada para mi hijo, me gustaría que lo educaran como a mí, con unos valores y con las figuras de sus padres muy presentes.

–La veo muy casero, pero diga la verdad, aunque se queje le encanta que le saluden por la Gran Vía.

–Bueno, cuando (risas), cuando no quiero que me vean no salgo, pero si me ven todo el mundo se acerca. Te vuelves muy profesional en eso, porque siempre atiendo a todo el mundo. Me gusta el contacto con la calle porque me encanta que me reconozcan, si no, no hubiera elegido tener un grupo de música, salir en la tele, escribir un libro. Tengo amigos que nunca han querido salir conmigo porque no quieren aparecer en mi programa, no quieren perder su anonimato. Claro, son cerrajeros y lo entiendo, pero los famosos que se quejan de la fama... Hay que ser consecuentes, si eres actriz ya sabes guapa...

–En su mundo de estrella televisiva suenan desde Los Ramones a Marifé de Triana pasando por los Village People. ¿Tiene explicación?

–Es que siempre he sido así, cuando era pequeño descubrí a los «Sigue sigue Sputnik» y luego escuchaba a Rocío Jurado. Eso me ha permitido tener una amplia cultura musical o, al menos, la que me gusta, porque a mí el jazz no me interesa nada. No está reñido que vaya a ver a la Veneno y luego escuchar a The Horrors. Todo esto tiene que ver con lo que somos, el futuro no existe, solo tenemos pasado y presente: las películas que viste de pequeño, los libros que has leído son cosas que te marcan y te hacen ser lo que serás.

–Mario es un batiburrillo, un poco caótico, que contrasta con Alaska, que es puro método.

–Alaska es un robot y yo otro, pero escacharrado. Olvido es una persona excesivamente metódica para mí, me enfado mucho con ella porque lo quiere tener todo controlado, organizado, por lo que si no lo consigue vive a veces en una eterna frustración. Yo soy muy ordenado pero abierto a la improvisación y esa palabra no existe en su vocabulario, por eso nos llevamos tan bien.

–Y junto a sus amigos han reivindicado el derecho a pasárselo bien, que parece que está mal visto en este país.

–Desde luego, el derecho a lo lúdico, porque parece que nadie te toma en serio, se piensan que eres un mamarracho. ¡Pues señora, me da exactamente igual, hemos venido a este mundo para pasarlo bien! Bastante tiene el día a día como para complicarte con más cosas. Las Nancys Rubias nacen sólo para pasarlo bien, por eso todo lo que nos ha venido luego lo vemos como un extra, nunca hemos tenido ninguna frustración.