Andalucía
Queridos tragos amargos
Hay veces que tu propia familia es la que más difícil te lo pone, se lo propongan o no. Como cuando te ponen la sopa demasiado caliente y tienes que sonreír con la lengua achicharrada y asintiendo con la cabeza. A uno en esas circunstancias, lógicamente, se le pone la cara de tonto. De bobalicón y memo, porque el que está enfrente sabe que te quemas y lo disfruta sin tocar ni si quiera la cuchara. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se han hecho la foto después de cerrar un pacto para los Presupuestos de 2019. Sin dinero, las leyes se quedan en nada, en meras promesas electorales, en papel mojado que se olvida en la jornada de reflexión cuando ya no hay nada que vender. Como es lo más importante, el PSOE ya ha dejado claro que Podemos se consagra como el principal aliado del tambaleante Sánchez, cada vez más acorralado pero a la vez más ufano y contento de conocerse. Hay fotos para recordar momentos de acuerdo y concordia política, pero la de ambos en La Moncloa ha debido sentar en el seno de los socialistas andaluces como esa cucharada caliente, porque si la formación morada es el socio preferente en el ámbito nacional, qué pasará en Andalucía si a Susana Díaz no le salen las cuentas y tiene que sentarse con Teresa Rodríguez, que no deja de hablar sin reparos del «susanismo», para que la deje estar cuatro años más en el Palacio de San Telmo. El Parlamento andaluz ha sido testigo durante esta legislatura del enfrentamiento al que se han sometido constantemente. Desde un lado y otro de la bancada, ambas dirigentes no se han mostrados colaboradoras y el ninguneo recíproco ha sido fuego de mortero a la primera de cambio. Si la aritmética no cuadra, habrá que buscar un pacto con la versión andaluza de Podemos, al menos después de que Juan Marín adelantara que no pactará con el PSOE, pese a que lo ha mantenido en el Gobierno desde 2015 gracias a un pacto de investidura. ¿Conversión? ¿Caída del caballo? Política de gestos, más bien, y muchas palabras, habrá que esperar a los hechos. Más que en lo que hay que ganar, habrán de pensar en la calle San Vicente lo que se puede perder si los resultados no se dan como se esperan. Más de uno ha comparado la situación de Andalucía con la del PRI en México, que gobernó a sus anchas desde 1929 hasta 1989. Allí hubo un primer momento en el que no se creyeron lo que había pasado, hasta que se dieron cuenta de que el derrumbe ya era un hecho consumado. Tardó en llegar, pero llegó en 1989.
Sevilla, corte chica
Hace casi treinta años de aquellas palabras de Alfonso Guerra en el mitin de San Blas defendiendo a Juan Barranco, que entonces era el alcalde de la villa. Allí pronunció aquello de «nosotros los descamisados». Una frase más del universo Guerra que le sirvió de título a un satírico libro de Fernando Vizcaíno Casas. «Los descamisados» narraba las andanzas del poder y la política a finales de los jugosos años ochenta, en plena euforia pre EXPO'92 y Juegos Olímpicos de Barcelona. Tres décadas después el fuelle agitador de Guerra sigue intacto, pero no está claro quién representa hoy en día a esos parias de la tierra por los que decían luchar los socialistas. Ahora directamente, el mantenimiento de las estructuras del régimen es el principal objetivo de las buenas caras que en las próximas semanas pondrá delante de las cámaras el aparato institucional. El consejero de Economía y la ministra de Hacienda ya se han hecho la foto para presentar el compromiso del Madrid de aportar casi 1.000 millones de euros más en los presupuestos de 2019. Una cantidad que será detallada en el próximo Consejo de Ministros del 26 de octubre en Sevilla, cuando se espera el desembarco del equipo de Sánchez para anunciar los regalitos que desde la capital nos traen a los andaluces. La última vez que en la capital hispalense se vivió una reunión del Ejecutivo fue el 19 de marzo de 2010 y la foto se la hicieron José Luis Rodríguez Zapatero y José Antonio Griñán tras la liquidación de la deuda histórica después de 27 años de exigencias. En concreto, eran 1.204 millones de euros que llegaron a los andaluces mediante la cesión de solares. Se trata de 22 fincas con las que no se ha hecho nada desde hace ocho años a excepción de asumir los impuestos que han generado. Después de todo este tiempo, ya saben dónde anda cada uno de ellos: Griñán espera en el banquillo la sentencia del caso ERE y Zapatero es un defensor del Gobierno de Nicolás Maduro, al que exculpa de la situación y éxodo de los venezolanos. Y en esto, la resaca monetaria del club Don Angelo continúa creciendo tras el informe de la UCO, lo que demuestra que aquellos gastos no fueron cosa de «cuatro golfos» como se decía en el anteriormente citado asunto de los ERE. Los gastos en las tarjetas de la Faffe los ha tratado de justificar en sede judicial Fernando Villén como desempeño de su «actividad comercial». Sin palabras: doce fiestas distintas en cinco clubes diferentes no casan con los fines a los que debió dedicar su tiempo y su gestión quien fuera el responsable de un ente vinculado a acabar con el paro histórico andaluz.
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