Política

Susana y Alfonso, a tiro de piedra

La Razón
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Mediada la treintena, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis era el más prometedor concejal en el Ayuntamiento de Sevilla. Con Susana Díaz apenas había coincidido en el equipo de Alfredo Sánchez Monteseirín: sí, como saben, el alcalde que mezclaba la astronomía y la quiromancia mientras se convertía en el Walt Disney del parque temático sevillano. Cada uno a su modo, Susana Díaz y Gómez de Celis fueron amamantados en el municipalismo con la firme idea de que asaltaran los cielos del poder. En los primeros años del nuevo siglo, cuando eran aún ediles rasos, la actual presidenta, entonces veinteañera, se bebía como el calimocho a la oposición durante los plenos del distrito de Triana y el actual delegado del Gobierno, un poco mayor, engullía a los liliputienses rivales en los plenos del de San Pablo-Santa Justa. Habían nacido dos estrellas, pero el sino nunca fue el mismo. Era la ideología frente al partido, es decir la política según España. La una se fue muy rápidamente a hacer la mili al Congreso y al Senado, mientras que al otro lo quisieron aupar a suceder a Monteseirín en el peor momento, cuando la indignación comenzó a bullir en la calle. De algún modo, también la crisis marcó a los dos jóvenes socialistas andaluces con más peso en el escenario político contemporáneo. Ahora, Díaz, desde San Telmo, y Celis, desde la Plaza de España, están a un tiro de piedra. Y, ojo, que no requisen los tirachinas en las puertas de las respectivas azoteas. El nombramiento de este «pedrista» de primera hora al frente de la Delegación del Gobierno es la constatación de que Sánchez quiere agitar la militancia andaluza desde la cúspide, desde el mando, que es a lo que se reduce la política más mundana. Eso lo sabe bien la precoz Susana. Alfonso, menos ufano, finge que no lo ha aprendido hasta ahora.