Sevilla
Iván Albert se abre paso entre los artistas líricos con mayor futuro y reconocimiento de toda Europa
«Cualquiera puede cantar. Pero para hacerlo bien, no hace falta sólo tener voz, también hay que tener mentalidad»
Iván Albert sabe lo que es subirse a un escenario desde que era pequeño. También conoce cómo se ordena una maleta porque hay que cogerla cada poco tiempo. Con sólo once años participó en un proyecto que marcó su existencia y su vocación. El camino a seguir. Corría 1994 y a los cines llegaba una película todavía recordada, llamada «Farinelli il castrato». Una cinta que ganó el Globo de Oro a la mejor obra extranjera y se quedó a las puertas del Oscar, tras resultar nominada. En aquel filme el joven Iván interpreta al protagonista, Carlo Broschi, cuando era niño. Este joven abulense formaba parte entonces de la Escolanía del Valle de los Caídos, lo que fue su primer contacto formativo con la música.
A raíz de aquello, grabó dos discos, uno como solista, «Angelorum», que promocionó en Televisión y que le llevó a ser entrevistado en programas seguidos hace dos décadas como «Bravo bravísimo».
Si bien, Iván no se conformó y siguió creciendo como artista. Para empezar, con una intensa formación, que le llevó a Pamplona, Bilbao e Italia (guarda muy bien recuerdo de la Scala de Milán, con profesores de renombre, especializados en canto) para después regresar a Madrid, donde estuvo en la Escuela Reina Sofía.
Su experiencia en el país transalpino la resume señalando que «en Italia hay otra tradición musical, mayor contacto con el mundo lírico, cosa que en España falta».
«Mi trayectoria profesional me ha llevado por toda la geografía española, pero también de Italia, Francia o Portugal», señala Iván Albert, para incidir en que «la crisis ahora nos hace pensar que hay que moverse más por Asia, porque los empresarios de allí empiezan a comprar producciones que se hacen en Europa».
En cuanto a sus condiciones, se cataloga como tenor dramático o lírico ligero, pese a que «parece que ya no hay tenores específicos» y asegura que, «como a casi todos en mi profesión, el compositor que más me gusta es Verdi. Tiene su dificultad y no todo el mundo lo puede cantar».
Habitualmente lleva al escenario óperas y zarzuelas, teatro cantado. Asimismo, en otros conciertos, pone sobre las tablas una selección de música sin interpretación (zarzuelas y ópera), para poder conectar con el público. Del mismo modo, ha puesto en escena conciertos pedagógicos para niños, con públicos de todo tipo.
Para llegar a esas complicadas interpretaciones, Iván Albert asegura que cuida su voz y al menos una vez al año acude al foniatra, «más que nada por ver la evolución de las cuerdas vocales».
No obstante, apunta que «en esto del canto, siempre hay que estar estudiando, hasta que uno se muere, porque el cuerpo va cambiando. Tienes que encontrar unas sensaciones internas que no siempre son las mismas e ir ampliando repertorio», manifiesta, a la par que incide en que «hay que estar siempre pendiente de qué se canta ahí fuera, porque últimamente no atrae tanto el tipo de música que yo interpreto como en otros tiempos».
La crisis también ha azotado a su profesión, pero esto se ha agravado por la subida del IVA cultural. «La música clásica se mantiene por las instituciones públicas. De esto, creo que nadie tiene ninguna duda. Y las arcas de los ayuntamientos no tienen dinero. Si encima subes este impuesto, tienen que hacer espectáculos de un nivel más bajo», argumenta. En definitiva, la calidad, queda sacrificada.
En la actualidad, Iván colabora con el pianista Alberto Joya, con quien está desarrollando un ciclo de música cubana que pretende llevar fuera de España y que presentará en los ateneos de nuestro país. Según indica, «tenemos casi cerrado llevar este proyecto a Miami». También actúa en bodas y funerales porque, reconoce, «hay que moverse, no estancarse y buscar toda clase de oportunidades».
Su dilatada trayectoria y su amplia experiencia le convierten en una voz autorizada para hablar de lo que mejor sabe: «cualquiera puede cantar. Cualquiera. Pero para hacerlo bien, no hace falta sólo tener voz, también hay que tener mentalidad». Y lo explica: «a mis alumnos les pregunto qué piensan y sabiendo esto sé cómo pueden cantar».
Iván Albert ha ganado relevancia en su ciudad a partir de su participación en el Pregón de Navidad, en la iglesia de San Lorenzo de Valladolid. «He pasado un poco desapercibido aquí, quería que se me conociera, y parece que ha funcionado», señala con entusiasmo e ilusión.
De hecho, ya tiene varios proyectos en su tierra aunque señala que irá desgranándolos poco a poco, para participar de algún modo en la festividad local de San Pedro Regalado y en la Semana Internacional de Cine de Valladolid.
En cuanto a sus mejores recuerdos musicales, los asocia a lo que sintió en el escenario del Teatro de la Scala. «No es muy grande, es mayor el del Teatro Real, pero fue algo único», apunta Iván Albert, quien se ha propuesto encarnar a Manrico en «El Trovador, también de Verdi».
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