Liceu
El Liceo reivindica al Donizetti más verdiano
Después de 42 años, recupera en versión concierto «Poliuto», con Sondra Radvanovsky y Gregory Kunde como protagonistas.
Después de 42 años, recupera en versión concierto «Poliuto», con Sondra Radvanovsky y Gregory Kunde como protagonistas.
La ópera suele ser trágica, desesperada, agónica, pero la vida puede ser todavía peor. Con apenas 24 años, Adolphe Nourrit se sentía el rey del mundo, el cantante más aclamado del mundo desde su posición como tenor principal de la ópera de París. De voz exuberante, pero delicada y académica, personificaba a la perfección las obras de Rossini, uno de sus valedores, y del bel canto. En 1826 sustituía a su padre como voz principal del teatro francés, algo que le llenaba de un extraño orgullo y sentido de superioridad. Caminaba por las calles de París erguido como una estatua al que todos estuviesen reverenciando a su paso. Y así siguió hasta que en 1831 su mundo se desplomó por completo.
El 17 de diciembre de aquel fatídico año, Gilbert Duprez interpretaba el «Guillermo Tell» de Rossini y declamaba el que está considerado el primer do de pecho de la historia, un sobreagudo que cambió para siempre la voz lírica. Una nota y el pobre Nourrit acababa de convertirse una figura anacrónica. El futuro acababa de arrasarle y empezó a sentirse como si él fuera su padre, el fracaso de su padre.
Las noches empezaron a hacerse muy largas. Duprez fue proclamado tenor principal de la Ópera de París y él ya no pudo más, dimitió de su puesto, y se marchó a Italia en busca de un refugio donde encontrar su nuevo camino al éxito. En Nápoles, se reunió con Donizetti y le pidió una ópera con la que él pudiese volver a dominar los escenarios. El gran compositor italiano estuvo de acuerdo y empezó a trabajar en «Poliuto», una trágica historia de amor con trasfondo religioso basado en la obra de teatro de Corneille.
A medida que Nourrit veía crecer la partitura y el libreto, su entusiasmo no dejaba de crecer. Ya no se sentía una figura del pasado, sino una voz que estaba destinada a dibujar el futuro, a colorearlo con los tonos más hermosos creados nunca. En 1938 todo estaba a punto para estrenar ese «Poliuto», pero el destino volvió a golpearle con fuerza cuando el rey Fernando II, devoto católico, lo prohibió. Indignado, Donizetti se marchó a París, jurando que nunca volvería a trabajar en Nápoles. Sin embargo, Nourrit no tenía otro sitio donde ir.
En aquella época, su alcoholismo ya era muy acentuado y su hígado le jugaba malas pasadas. Pero era en su cabeza, en su trastornado orgullo, donde se ocultaban todos los demonios, con la risa de su padre persiguiéndole día y noche. El 7 de marzo de 1839, salía histérico de un recital benéfico. El público, aquellos degenerados sin gusto y sensibilidad, no habían estado a la altura de su virtuosismo y no le aplaudieron como él reclamaba. O al menos así lo sentía él. Regresó tambaleante a su hotel, viendo en todas las sombras de la calle caras burlonas y risas crueles. Al amanecer, con los ojos llorosos, saltaba por el balcón de su habitación y terminaba así con su vida. Hasta Chopin tocó en su funeral.
Detrás de esta historia se esconde la maldición de «Poliuto», una ópera cada vez menos representada y que ahora regresa al Liceo en versión concierto después de 42 años. Daniele Callegari dirige a un importante elenco que incluye a Gregory Kunde, Gabriele Vivani y Sondra Radvanovsky, que debuta en el rol de Paolina, la esposa de Poliuto (Kunde). «Paulina fue uno de los grandes personajes de Maria Callas en sus últimos años. Como todos sabéis, yo soy una fanática de Callas y lo primero que hago siempre cuando empiezo a preparar un papel es ver lo que hizo ella. A partir de aquí interiorizo al personaje y busco mi impronta en ellos, porque, como todos los cantantes, yo no quiere copiar a nadie, sino encontrar mi propia voz en cada uno de los roles que hago», aseguró ayer Radvanovsky.
Tanto Kunde como Vivani aplaudieron la valentía del Liceo de recuperar una ópera que parece arrinconada dentro del canon y que sin embargo no tiene nada que envidiar a las grandes óperas de repertorio. ¿La maldición de Nourrit? «La ópera se estrenó en 1848, siete meses después de la muerte de Donizetti, así que nunca pudo ver la partitura original en un teatro en vida. Es una ópera que se acerca mucho a la “Aida” de Verdi, que podríamos decir que se avanzó a su tiempo. Es cierto que es una historia complicada, y que plantea muchas dificultades a los cantantes, pero como tantas otras», reseño ayer Christina Scheppelmann, directora artística del Liceo. Para un título poco conocido como éste, la versión concierto parece la más idónea, sobre todo porque permite concentrarse en la música. «Si tienes buenos cantantes, y nosotros tenemos un elenco fantástico, esta ópera se convierte en algo muy especial», dijo Kunde
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