Artistas
El musical, por Händel
Tal vez Händel no es el responsable de «West Side Story», «Cats» o «Sonrisas y Lágrimas», pero sí creó en el siglo XVIII la mejor ópera para atraer a las masas y hacerles pasar el tiempo de sus vidas. Nunca buscó la protección de reyes o príncipes, ni compuso para la élite aristocrática. Lo que necesitaba es que sus obras fueran lo más rentables posible y que atrajeran al máximo de personas. Y sabía que, para conseguirlo, lo que necesitaba eran esas melodías contagiosas que no te puedes sacar de la cabeza ni en un millón de años. Si Händel no hizo el primer musical, al menos sí creó a la primera generación de tarareadores. Ya de jovencito lo demostró con su primera obra maestra, «Agrippina».
El Gran Teatro del Liceo acoge por primera vez un montaje de la ópera de Händel, una auténtica montaña rusa de emociones que no deja respirar al público ni un segundo. De gran dinamismo y acción constante, esta historia dibuja los extremos a los que puede llegar el hombre para alcanzar el poder. La partitura es capaz de alterar arias cómicas, trágicas y con pompa en un suspiro, lo que es un «tour de force» para los cantantes. «A nivel de armonías y estructura, es una ópera mucho más arriesgada que la del Händel maduro. La manera en que el compositor pasa del pathos a la comedia es brillante», afirma Harry Bickett, director musical del montaje.
Coreografías y cambios
David McVicar ha querido potenciar la sensación acelerada de la ópera y ha creado una puesta en escena muy cercana al musical de Broadway, con coreografías y continuos cambios de escena. El punto de partida de la obra es el siguiente, ¿qué pasaría si la Antigua Roma no hubiese acabado y todavía gobernase el mundo? Los cantantes, integrados dentro de una puesta en escena contemporánea, con un vestuario que quiere ser un espejo exagerado del de los propios espectadores, incluso se dirigen directamente al público para buscar una conexión directa con la historia. ¿Qué pasaría si fuéramos hoy todos romanos? La misma porquería de siempre. «Es una obra cínica, hilarante, rabelesiana, escabrosa, una gran comedia política y sexual que satiriza los tejemanejes del poder y toda la manipulación y seducción que los que lo quieren se ven obligados a hacer», señala McVicar.
El elenco está protagonizado por Sarah Connelly como Agrippina, a la que acompañan Danielle de Niese, en su estreno en el Liceo, David Daniels, Franz-Josef Selig, Malena Ernman y Henry Waddington. «En mi caso me inspiré en la Angélica Houston de "Las brujas"para interpretar a Agrippina, una mujer manipuladora, inteligente, que nunca deja de maquinar, ingeniosa, llena de confianza en sí misma y llena de sexualidad», asegura Connelly, una de las voces más sugerentes de hoy día.
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