Literatura
El poeta que soñó no ser hombre
La editorial Limits culmina la traducción al catalán de las cartas seleccionadas de Reiner Maria Rilke y Lou Andreas-Salomé
La editorial Limits culmina la traducción al catalán de las cartas seleccionadas de Reiner Maria Rilke y Lou Andreas-Salomé.
«Oh, vida, vida: ahí fuera. Y yo entre las llamas. Nadie me conoce». Así acaba el último poema de Reiner Maria Rilke, escrito a mediados de diciembre, pocos días antes de morir hace ahora 90 años. Y así acaba «Rainer & Lou», (Límits), el segundo volumen de las cartas seleccionadas entre el poeta alemán y Lou Andreas Salome, escritora y pensadora rusa, amiga de Nietzsche y de Freud y reputada psicoanalista.
Después de un corto romance, su correspondencia se dilató durante 14 años para cimentar una amistad que sirvió a Rilke para tener siempre cerca esa voz confesional necesaria para alentar su inseguro, esquivo, pero sublime talento. No importa que a penas se volvieran a ver, ni que las cartas se dilatasen en el tiempo, siempre había una voz de aliento al otro lado.
Éste segundo volumen pone al descubierto a un Rilke en pleno decaimiento vital, que sólo encuentra en la poesía un verdadero sentido a su ser, y en la que Salomé se convierte en ese último auxilio que ella ve con preocupación. «Y ahora, Lou, no sé cuantos infiernos me esperan. Sabes el sitio que había asignado al dolor, al dolor físico, al realmente grande, pero sólo como una excepción... Ahora me cubre, me desplaza, día y noche. ¿De dónde encontrar el coraje?», escribe en su última carta, y uno se lo imagina temblando, como si cada palabra fuese su última ancla a una vida que se escapa.
Esta bajada final a los infiernos se inicia con el interés y amistad de Salomé con Freud. «De tanto en tanto me pasa por la cabeza la idea de someterme a un análisis. y es verdad que lo que sé de los escritos de Freud me resulta antipático y a veces horribles, pero la cosa en sí... tiene sus puntos fuertes y legítimos», escribe, aunque nunca llegaría a llevarlo acabo.
Inseguridad y fuerza
A partir de aquí Rilke, asolado por problemas de salud, se descubre como un hombre en estado de negación que ve en la poesía y escritura la única vida posible o al menos en la única que encuentra una razón de ser. Y eso que se muestra del todo inseguro, admirando la obra, por ejemplo, de Paul Valery, al que traduce, pero al que no sabe si tiene el talento suficiente para hacerlo. Y siempre con el rostro cálido y esperanzado cuando se presenta una próxima visita de su amiga. «Una vez más, como tantas otras estos días, mientras te escribo me invade la alegría de saber que vendras, amada Lou», escribe Rilke en Munich en 1919.
Como apuntó Stefan Zweig sobre el poeta tras su fallecimiento, «su palabra, transformada en creadora, sabía dar forma a la multiplicidad». Nada mejor que su correspondencia para confirmarlo, cómo la poesía puede multiplicar a un hombre hasta el infinito.
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