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Los cuartetos son sangrientos

Ray Celestin trae a BCNegra la mejor serie criminal en años, con la segunda parte de las cuatro novelas dedicadas a la mafia y el jazz. Mientras, el francés Colin Niel presenta su serie sobre la Guayana Francesa

Ray Celestin paso por Barcelona para hablar de «El blues del hombre muerto»
Ray Celestin paso por Barcelona para hablar de «El blues del hombre muerto»larazon

Ray Celestin trae a BCNegra la mejor serie criminal en años, con la segunda parte de las cuatro novelas dedicadas a la mafia y el jazz. Mientras, el francés Colin Niel presenta su serie sobre la Guayana Francesa.

El 17 de noviembre de 1964, Joyce Despentes, una joven camarera, estudiante de Derecho en Nueva Orleans, bajaba de madrugada por la calle Canal. Andaba sin pensar en nada cuando de pronto se tropezó con algo y casi cae al suelo. Al acercarse y mirar que era, vio aterrada el cadáver de un policía uniformado. Salió corriendo entre gritos y entró en el primer lugar que vio abierto. Empezó a chillar,, sin aliento, lo que había visto. Tuvieron que cogerla entre tres para que se tranquilizara y explicase bien lo que había ocurrido. El policía se llamaba John Carol, tenía 25 años, y aquella noche no le tocaba trabajar. ¿Por qué llevaba entonces el uniforme?, se preguntaron los detectives que investigaron el caso.

Un año después, el 17 de noviembre de 1965, Joyce Despentes bajaba de madrugada por la calle Canal, en Nueva York, donde hacía unos meses se había trasladado para acabar sus estudios. Volvía cansada a casa cuando escuchó un disparo seco. Nerviosa, empezó a correr hasta que se tropezó con el cadáver de otro policía uniformado. Aterrorizada, ni se podía levantar, arrastrándose con las manos hasta que llegó a la entrada de una cafetería y, no, no entró, se levantó y se marchó corriendo a casa, incapaz de creer lo que había visto. El policía se llamaba Thomas Carol, tenía 50 años, y aquella noche no le tocaba trabajar.

Un año después, el 17 de noviembre de 1965, Joyce Despentes salía de su trabajo en el bufete de abogados Banner & Witcoff de Chicago. Era tarde y estaba muy cansada. Empezó a bajar por la calle Canal, tiritando por el frío, cuando oyó el maullido atroz de un gato y se asustó. Empezó a acelerar el paso, mirando a un lado y a otro, cuando otra vez se tropezó con el cadaver de un policía uniformado. La pobre chica no lo podía creer, todo tenía que ser una broma de su cabeza, una especie de proyección traumática de aquella primera vez. Sin tener conciencia real de lo que estaba haciendo, buscó la cartera de aquel hombre, que parecía demasiado viejo para ser policía. Cuando vio el nombre y la foto que tenía en la cartera, salió una vez más corriendo. Era Raymond Carol, tenía 75 años, y en la foto salía con Thomas y John, su hijo y nieto, todos vestidos de uniforme.

Un año después, el 17 de noviembre de 1966, Joyce Despentes estaba sentada en una pequeña cafetería de la calle Canal, en Londres. Se había mudado a Inglaterra con la esperanza de olvidar y empezar una nueva vida. No lo había conseguido. Era sábado y había mucho bullicio en las calles, lo que la reconfortaba. Estaba esperando a Michael Oates, un joven abogado con el que había empezado a salir. Le gustaba mucho. Cuando lo vio a lo lejos, empezó a saludarlo para que se acercara. Aquel hombre cambió pronto su sonrisa por una mueca extraña. Cuando llegó a su lado puso cara de asombro y preguntó: «¿por qué vas vestida de policía?». «¡No lo sé, es un misterio!», exclamó.

Leer una historia truculenta, salvaje, negra y traumática puede ser inquietante, fascinante, alarmante y maravilloso. Uno no puede abandonar esa sensación de asombrosa repulsión y asquerosa seducción a un tiempo. Por eso, Leer cuatro historias truculentas, salvajes, negras y traumáticas que están conectadas es algo todavía mucho mejor. La sensación de asombrosa repulsión y asquerosa seducción crea una fricción nerviosa que te hace adicto a lo que ocurre en esas narraciones. La novela negra ha encontrado en el cuarteto su número mágico para multiplicar la experiencia lectora, la auténtica cuadratura del círculo.

Barcelona vive estos días inmerso en el festival literario BCNegre y el número cuatro ha sido su gran estrella. Este año, por ejemplo, su gran protagonista ha sido James Ellroy, cuyo cuarteto de Los Ángeles es una especie de joya fundacional de todo el movimiento de los cuartetos. El bueno de Ellroy iniciaba esta carrera en 1987 con «La Dalia Negra». Segía en 1988 con «El gran desierto» y en 1990 con la cinematográfica «L. A. Confidential». Dos años después, en 1992, se cerraba la cuadratura del círculo con la mejor de todas ellas, la espeluznante «Jazz Blanco». Este ciclo novelístico estaba centrado en los años 40 y 50 en Los Ángeles y repetía diferentes personajes de una novela a otra. «Soy para la novela negra lo que Tolstoi es para la novela rusa y lo que Beethoven es para la música», asegura el escritor, cuya armonía entre dichas novelas sí que refuerza esta afirmación.

Aunque el que ha sorprendido más en esta BCNegre ha sido al que podríamos definir como un «pequeño Ellroy», el escritor británico Ray Celestin. Venía a presentar «El blues del hombre muerto» (Alianza) la segunda parte de su cuarteto dedicado a la relación entre la mafia y el jazz. Si en la primera parte, «Jazz para el asesino del hacha», nos había trasladado a la Nueva Orleans de principios de siglo XX, con un jovencísimo Louis Amstrong ayudando a unos inspectores de policía a resolver un cálabre caso real, aquí nos trasladamos con el célebre trompetista, una década después, a Chicago, con su relación con el maquiavélico Al Capone como escenario.

No sabemos si era la mafia quien seguía a Amstrong o Amstrong quien seguía a la mafia, pero lo cierto es que su relación continuó durante toda su vida. En la tercera parte que el escritor ya está preparando, Amstrong se traslada a Nueva York, donde el jazz, en plenos 50, es adorado por los jóvenes y nuevos bohemios, al igual que es la gran década de la mafia neoyorquina. Por último, Celestin prevé llevarnos, de la mano de Amstrong, a Los Ángels y Las Vegas de los años 60, acercándonos al territorio Ellroy. Las expectativas son máximas. «Empecé con la idea de escribir una novela de detectives que fuera histórica. Era mi primera novela y no tenía mucha confianza en mis habilidades, así que supuse que si me apoyaba en un caso real, eso me daría algo más donde agarrarme. Cuando encontré el caso del asesino del hacha lo vi todo claro. Además, tenía la oportunidad de cambiar al lector la imagen que todo el mundo tiene de Amstrong. Todos nos lo imaginamos viejo y sosegado, como en sus útlimos años, pero en su juventud fue muy rebelde y alocado, un revolucionario, y eso me permitía romper expectativas e interesar al lector», comenta Celestin.

En su nueva novela, «El blues del hombre muerto», el escritor nos lleva a ese violento Chicago de los años 20, un tiempo que, sí, estuvo marcado por la prohibición y por las luchas fraticidas entre bandas mafiosas, pero también por un renacimiento artístico en el que el jazz tuvo mucho que ver. «El jazz siempre ha vivido con el crimen. Empezó en los burdeles y cuando empezó a viajar, se instaló en clubs, que regentaban mafiosos. Cuando hubo el primer boom del sector discográfico, fueron precisamente esos dueños de locales que dejaban su lado mafioso y se encargaban de ser promotores, agentes o dueños de discográficas. No fue hasta los años 80, cuando las grandes corporaciones se hicieron con las discográficas, que podemos decir que la antigua mafia se alejó del jazz», asegura Ceferin.

La novela nos lleva a ese Chicago en la que Amstrong entró a trabajar a un club propiedad de Capone. «Se conocen y se caen bien, y ese encuentro fue una feliz coincidencia que no podía desaprovechar como novelista», comenta. Además, la historia nos lleva a tres diferentes investigaciones, la desaparición de una joven adinerada; el asesinato de un ganster de forma muy salvaje; y el envenenamiento de un grupo de políticos y personajes de las altas esferas en un hotel por una intoxicación de alcohol. «Estas tres tramas me permitían mostrar las diferentes facciones de la ciudad, desde las altas capas a los bajos fondos», señala Celestin.

El escritor no duda en declararse admirador de las novelas de James Ellroy y se nota en cada página, en el detallismo de la ambientación y el respeto a los hechos históricos, aunque a veces no tiene problemas en alterar algunos datos o mover fechas para potenciar la carga dramática, y vaya si la aumenta.

Otro gran escritor con cuarteto que se dejó caer por el BCNegre fue Colin Neil y su serie ambientada en la Guayana francesa, de la que ya lleva escritas tres novelas y está preparando una cuarta. PLa editorial Principal de los Libros proyecta publicar alguna de las novelas de este cuarteto protagonizado por el capitán André Anato. Niel vivió en la Guayana francesa durante 6 años para poner en marcha el Parque Nacional del Amazonas. Allí vio cosas tan fascinantes que le desepertaron las ganas de escribir. Su trabajo como ingeniero agrónomo nunca le despertó las ganas de escribir ficción, pero el choque cultural de la Guayana fue como descubrir El Dorado. «Se lo debo todo a la Guayana. Cuando volví a París, me di cuenta de que tenía esa Guayana y sus habitantes en mi cabeza y que tenía cosas que contar. He de reconocer que antes ni siquiera había leído mucha novela negra, pero ahora es lo único que me interesa», confiesa.

El escritor, una de las grandes revelaciones de la nueva novela negra francesa, presentaba en BCNegre su primera novela fuera del ciclo de la Guayana, «Solo las bestias» (Principal de los Libros). La historia se enmarca dentro del noir rural y nos presenta la extraña desaparición de Évelyne Ducat, una mujer rica y caprichosa, cuyo coche es encontrado por la policía en la carretera de un pueblo rural cerca del Macizo Central, donde malvive una comunidad de solitarios campesinos. Lo que sucede a partir de entonces es la descripción de la depravación y perversión que la soledad puede provocar con el amor como excusa. «Me interesaba que el espacio exterior y el interior de estos personajes fuera el mismo, un árido deshielo que los aisla unos de otros y rpovoca formas desesperadas de salir de esta angustia», reconoce Niel.

De todo el mundo

No son los únicos que han manejado con maestría el cuarteto. Otra obra de arte dentro del género es el de David Peace y su Cuarteto de Yorkside formado por «1974», «1977», «1980» y «1983». Esta serie nos habla de los célebres asesinatos de Peter Sutcliff durante la década de los 70 y que conmocionaron a la sociedad británica. La inglaterra thatcheriana nunca estuvo tan bien representada en una obra de género y su lectura es tan reveladora como estremecedora. Lo mismo se podría decir del escritor y periodista sueco Johan Theorin con su tetralogía de la isla de Öland. Iniciada en 2007 con «La hora de las sombras» y continuada con «La tormenta de nieve», «La marca de sangre» y «El último verano en la isla», claustofóbicas historias con un mismo escenario, la pequeña isla de Öland.