Artur Mas

Mas, el temerario: «Cataluña zarpa, pero habrá mar brava»

El presidente de la Generalitat azuza la teoría de la conspiración contra el proceso soberanista

Artur Mas encontró en las Reales Atarazanas de Barcelona el escenario inmejorable para dar rienda suelta a sus preciadas metáforas marineras
Artur Mas encontró en las Reales Atarazanas de Barcelona el escenario inmejorable para dar rienda suelta a sus preciadas metáforas marineraslarazon

Desde que llegó hace dos años a la Generalitat con un timón que le regaló su padre bajo el brazo, el de la famosa inscripción «cabeza fría, corazón caliente, puño firme, pies en el suelo», con la que se había propuesto guiar el rumbo de su gobierno, Artur Mas ha exprimido el mar como metáfora para argumentar sus actuaciones políticas.

Desde que llegó hace dos años a la Generalitat con un timón que le regaló su padre bajo el brazo, el de la famosa inscripción «cabeza fría, corazón caliente, puño firme, pies en el suelo», con la que se había propuesto guiar el rumbo de su gobierno, Artur Mas ha exprimido el mar como metáfora para argumentar sus actuaciones políticas. El presidente de la Generalitat ha recurrido al mundo naútico para advertir de la dificultad de navegar en tiempos de crisis y para justificar el difícil encaje de Cataluña en el actual Estado de las Autonomías y, sobre todo, para anunciar que se subía a un barco rumbo hacia Ítaca, que en el imaginario catalán es ni más ni menos que la independencia.

Tanto ha abusado de este recurso, que en su último discurso de investidura, cuando habló de barcos y rutas naúticas, a más de un diputado se le escapó la risa. Aunque en sus últimas intervenciones ha evitado mencionar el mar, ayer, en la inauguración de la remodelación de las Reales Atarazanas de Barcelona, sede del Museo Marítimo, le fue inevitable ponerse en el papel del capitán que guía a a Cataluña hacia Ítaca. No se dejó desorientar por el ruido mediático y avisó de que «Cataluña está zarpando» para iniciar «una nueva singladura». Pero aunque no permitió que las informaciones sobre presuntas prácticas de espionaje y el goteo de casos de corrupción le distraigan de su objetivo, sí echó mano de sus preciados símiles marineros para alimentar la teoría de la conspiración contra el proceso soberanista.

Igual que hizo un día antes el conseller de la Presidencia, que vinculó el estallido del escándalo de las escuchas con la puesta en marcha del plan soberanista, Mas advirtió que en el viaje que acaba de emprender Cataluña «habrá obstáculos de toda clase, vientos muy fuertes delante y olas muy altas, incluso bravas».

El president de la Generalitat advirtió de que habrá gente en esta singladura que «hará todo lo posible para que este barco no siga su rumbo». E inspirado en el marco de las Reales Ataranzas, destinadas a construir la armada de la Corona de Aragón y donde se llegó a montar el galeón de Juan de Austria, buque insignia de la Batalla de Lepanto, Mas apeló al espíritu de los prohombres barceloneses que impulsaron la construcción de esta infraestructura, para vencer las dificultades actuales.

Lo pasado, pasado está

No pasó por alto la época dorada de Barcelona y Cataluña, allá por la Edad Media, cuando ambas ejercieron, a lo largo de tres siglos, el liderazgo en el Mediterráneo. Mas habló de los barcos que se construían en las antiguas atarazanas, de batallas ganadas, de los barcos que zarpan hoy en día del puerto de Barcelona, para acabar hablando del viaje hacia el estado propio que acaba de emprender Cataluña y que tantos «obstáculos» está encontrando. CiU está enfangada en antiguos casos de corrupción como Pallerols y otros todavía no jugados como el caso Palau y el de las ITV, dos investigaciones que, cabe recordar al president, empezaron mucho antes de que los nacionalistas hicieran un golpe de timón hacia el independentismo. (Sigue en la página 41)