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Un clásico que apuesta por la tradición, producto y temporalidad de la cocina mediterránea

El restaurante 18 de Octubre ofrece carta con gastronomía clásica, pero con alguna licencia, y siempre a partir de una materia prima de proximidad

El ambiente tan cálido, familiar y tranquilo del 18 de octubre mantener a una clientela fiel durante 40 años
El ambiente tan cálido, familiar y tranquilo del 18 de octubre mantener a una clientela fiel durante 40 añoslarazon

Son ya 41 años de historia los que atesora el restaurante 18 de Octubre, tiempo durante el cual éste ha permanecido siempre fiel a su esencia y su razón de ser, incluso tras un cambio de propiedad que se produjo hace siete años, cuando el chef Marc Casademunt se hizo con las riendas del negocio.

Son ya 41 años de historia los que atesora el restaurante 18 de Octubre, tiempo durante el cual éste ha permanecido siempre fiel a su esencia y su razón de ser, incluso tras un cambio de propiedad que se produjo hace siete años, cuando el chef Marc Casademunt se hizo con las riendas del negocio.

Y esa esencia se define mediante su propuesta gastronómica, perfectamente clara, pero también gracias a su peculiar ambiente. «Aquí hacemos una cocina catalana y mediterránea tradicional», explica Casademunt, quien aclara que el calificativo de «mediterráneo» hay que entenderlo en toda su amplitud. «Nuestra carta presenta platos de la tradición francesa, también de la italiana...y alguno que se sale de esta dieta», apunta el chef, quien a modo de ejemplo menciona el pollo guisado con leche de coco y curry a la manera de Kerala, con un claro toque indio. Y es que como quiere dejar claro Casademunt, «los platos que proponemos son al final los que yo quiero hacer, pero siempre guardando y respetando la tradición».

En definitiva, en el 18 de Octubre siempre se ha apostado por un tipo de cocina clásica, sin pretensiones, y en la que el producto goza de un gran protagonismo. «Hacemos una cocina sensata, sin sifones ni crestas, sin historias raras, y trabajamos con una materia prima de proximidad y de temporada», asegura el propietario y, en este sentido, la carta sufre variaciones casi a diario «en función de la estacionalidad y lo que haya en el mercado».

Se trata, pues, de una cocina honesta, en la que todo se elabora ‘in situ’ y al momento y que se presenta al cliente en una reducida carta que a priori huye del concepto de compartir. Así pues, el comensal puede optar por degustar de inicio un entrante, como las míticas croquetas de gallina y jamón de la abuela, los galets rellenos de carne y foie gratinados o el empedrado de gambas con alubias rojas; para a continuación optar por una carne o bien un pescado, como el magret de pato o el mini tournedó de ternera con salsa Gorgonzola o los calamares salteados con setas, la gamba roja a la sal y el Mar y y Montaña, que consiste en aguacate, foie y gambas con salsa Pico de Gallo. Finalmente, una variedad de postres, que van desde los helados, el sorbete o la piña hasta el coulant culmina esta experiencia gastronómica, en la que los vinos son un complemento de la cocina.

Un escondite romántico

Si en los fogones esta tradicionalidad, esa cocina sensata y de temporada han conseguido conquistar y mantener a la clientela durante más de 40 años, el espacio ha sido también pieza clave de este éxito. El restaurante 18 de Octubre es un «lugar tranquilo, acogedor, casi escondido», describe Casademunt, quien recuerda que el espacio solo cuenta con ocho mesas y un reservado.

Su tenue iluminación, sus paredes de ladrillo, sus reducidas dimensiones, las mesas pequeñas e incluso las vigas de madera del techo confieren a este establecimiento un aire romántico, clásico y tranquilo.