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Paidós recupera la clásica biografía que Stefan Zweig escribió sobre Honoré de Balzac

Un retrato de Stefan Zweig
Un retrato de Stefan Zweiglarazon

Paidós recupera la clásica biografía que Stefan Zweig escribió sobre Honoré de Balzac

Stefan Zweig es uno de los grandes faros de la cultura del siglo XX. Su producción literaria es ingente porque hablamos de un autor que quiso escribirlo todo, contarlo todo sin ningún tipo de reparos. Como testigo de su tiempo sus memorias «El mundo de ayer» sigue siendo de lectura indispensable.

Zweig supo contar su vida y también la de los otros, la de aquellos nombres que admiraban o le servían también para realizar un agudo retrato de un tiempo. Eso es lo que hizo al escribir sobre Fouché, María Antonieta. Paul Verlaine o Erasmo de Rotterdam. En esta línea se encuentra un ensayo que certeramente acaba de recuperar Paidós: «Balzac. La novela de una vida».

La presenta edición incluye dos importantes textos que ayudan a entender la obra de Zweig. Por un lado uno firmado por el editor Richard Friedenthal muy poco tiempo después del dramático suicidio del escritor austriaco. Por su parte Knut Beck nos invita a conocer lo que fue el camino que llevó a Zweig hasta Balzac.

A Zweig le fascinaba el gran autor francés y quiso que su libro contuviera toda la información posible sobre el autor de «La comedia humana». Por eso le dedicó una década a la redacción de este trabajo. Y es que conocía muy bien a Balzac desde que lo había empezado a leer durante su juventud en Viena. Esa leyenda no la olvidó nunca.

Zweig fue el editor de una antología de textos de Balzac que acompañó con una introducción de su mano. Además de varios artículos, el escritor francés formó parte de su libro «Tres maestros», en el que también hablaba de Dostoievski y Dickens. Este «Balzac. La novela de una vida» tenía una intención mucho más ambiciosa y Zweig lo había ideado como un proyecto en dos volúmenes. Sin embargo, no llegó a concluir la gran biografía a la que destinó no pocas carpetas con abundante documentación sobre el tema. Richard Friedenthal apunta que el pequeño gabinete de trabajo de Zweig llegó a convertirse en una suerte de museo de Balzac.

En 1940, cuando Hitler parecía que iba a apoderarse de Europa, Zweig escapó a América. Fue allí, antes de quitarse la vida, cuando decidió volver a este Balzac. Su editor rememoraba que «me escribió y le remití la copia de una parte de sus apuntes. Sin embargo, ya no llegó a sus manos. Sin que nadie lo hubiera abierto, el paquete me fue devuelto con la declaración de que el destinatario había fallecido».

En su última mesa de trabajo, en Brasil, se encontró una parte del original en el que estaba trabajando. Zweig pensaba que sin los materiales y su archivo dejados en el viejo continente resultaba imposible poder trabajar en su proyectada biografía de Balzac. «En la lúgubre zozobra de sus últimos días llegó a afirmar incluso que, a su juicio, era imposible comprender enteramente a un gigante como Balzac, y que de todos los que lo habían intentado nadie lo había conseguido», expone Friedenthal en el epílogo del libro. Es precisamente a este editor alemán a quien debemos el poder leer hoy este libro, la misma edición que ahora rescata Paidós.