Francia
Velázquez se instala en Barcelona
CaixaForum dedica una excepcional exposición al gran artista y sus contemporáneos con obras procedentes del Museo del Prado.
CaixaForum dedica una excepcional exposición al gran artista y sus contemporáneos con obras procedentes del Museo del Prado.
Velázquez ha sido siempre una obsesión. Goya se reflejó en él para pintar su «Familia de Carlos IV» y llegó a copiar «Las meninas». Los impresionistas franceses fueron en peregrinación a Madrid para poder admirar la obra del gran pintor en el Museo del Prado, algo que hicieron también años más tarde Picasso y Dalí que no dudaron en tratar de acercarse con su personal estilo a este gigante. De Velázquez se ha escrito mucho y se ha teorizado también demasiado, desde el revelador ensayo biográfico de Antonio A. Palomino hasta las reflexiones de Michel Foucault. Pero para teorizar sobre Diego Rodríguez de Silva y Velázquez lo mejor es disfrutar de su firme trazo y la calidad de su paleta.
Eso es lo que puede hacer quien se acerque estos días a CaixaForum Barcelona donde se acaba de inaugurar una exposición que permite contemplar al maestro acompañado de algunos de los otros grandes nombres de la pintura del barroco, como Tiziano, Rubens, Ribera, El Greco, Zurbarán, Murillo, Giordano, Claudio de Lorena, Jan Brueghel el Viejo, Antonio Moro, Stanzione, Guido Reni o Van Dyck. Todo ello gracias a una selección de obras maestras procedentes de las colecciones del Museo del Prado, una muestra que llega cuando la gran pinacoteca española celebra sus doscientos años de existencia.
El Museo de Prado únicamente permite que estén fuera de sus salas siete obras de Velázquez. A Barcelona han venido precisamente siete piezas excepcionales que resumen perfectamente los intereses plásticos del autor. Los cuadros elegidos para la capital catalana son uno de los retratos de Felipe IV el del escultor Juan Martínez Montañés; la desmitificadora mirada hacia Esopo y Marte; uno de los enanos de la corte de Felipe IV, el llamado «Bufón con libros»; el mítico retrato ecuestre del príncipe Baltasar Carlos; y «Adoración de los Reyes Magos», un ejemplo de la pintura religiosa velazqueña.
Javier Portús, jefe del departamento de pintura española del Prado y comisario de la muestra, explicó ayer la estructura que se ha querido dar a la propuesta en CaixaForum. Son siete ámbitos a partir de 52 piezas de Diego Velázquez y sus contemporáneos, pinturas que nos ayudan a entender mejor las obsesiones y las influencias en el Siglo de Oro. Un hecho que no se limita al arte español del siglo XVII sino que se extiende también a otros coetáneos europeos de Francia, Italia o Flandes.
La exposición se abre con toda una delcaración de principios: el retrato del escultor Juan Martínez Montañés mientras comienza a trabajar en un busto en cera de Felipe IV. Velázquez hace que Montañés dialogue directamente al espectador, lo interpela con la mirada, una puerta abierta a conocer la manera de narrar del pintor. Es en este espacio, centrado en el arte, donde se han reunido piezas tan interesantes como el supuesto autorretrato de Orazio Borgianni; y el excepcional «Cristo crucificado, con un pintor», una de las obras maestras de Zurbarán en las que muchos han querido ver un autorretrato del sevillano representándose como San Lucas. Igualmente una mención aparte la merece «La Santa Faz» de El Greco, un tema del que realizó diferentes versiones y que, en este caso, nos muestra a un Cristo sereno, sin la corona de espinas del martirio.
En la sección denominada «El saber» aparece como estrella la particular lectura que Velázquezs hizo del fabulista Esopo, otro buen ejemplo de la profundidad de la mirada del maestro. El pintor opta por no vestir al personaje con los ropajes propios de la Antigüedad y lo lleva hasta su tiempo. Esopo está colocado en un escenario neutro, con zapatos y como si fuera un mendigo de alguna de las ciudades españolas de la corte de Felipe IV. Es en este apartado donde también tenemos el maravilloso «Demócrito» de José de Ribera o la alegórica composición «El gusto, el oído y el tacto» de Jan Brueghel el Viejo.
La mitología es una de las grandes pasiones temáticas de Velázquez y sus camaradas de armas artísticas. En el caso del sevillano, éste optó por hacer estos personajes fieramente humanos. Es el caso de su lectura de Marte, tan alejado de la divinidad triunfante al pintarla como un guerrero en descanso, con su armadura y demás objetos guerreros esparcidos por el suelo. La impresión velazqueña tiene mucho que ver, como se subraya en CaixaForum, con «Venus recreándose con el Amor y la Música» de Tiziano «Perseo liberando a Andrómeda» de Pedro Pablo Rubens y Jacob Jordaens.
Velázquez era un criado de Felipe IV, uno más de los hombres que trabajaba para la corona. Fue el pintor el responsable de la construcción de la iconografía de los últimos Austrias, algo que podemos contemplar en la sección dedicada a la corte. Es allí donde nos encontramos con uno de los primeros retratos de un joven Felipe IV. Esta pieza contrasta con el apagado esplendor que propone Juan Carreño de Miranda en su Carlos II, con armadura. En este apartado también tenemos otro ejemplo de la maestría de Velázquez con su «Bufón con libros» en diálogo con otro de los enanos bufones de Felipe IV, en esta ocasión de la mano del pincel de Juan van der Hamen y León.
En el género del paisaje, el Prado aporta «El príncipe Baltasar Carlos, a caballo», de Velázquez, acompañado de lienzos de Claudio de Lorena, Paul Bril y Denijs van Alsllot. «Adoración de los Reyes Magos», una pieza excepcional del Velázquez joven cierra la muestra con una reflexión sobre la mirada religiosa en el arte del barroco. Con el sevillano vemos a otro hispalense, Murillo de quien se presenta una de sus composiciones más excepcionales: «Sagrada familia del pajarito».
El director del Museo del Prado, Miguel Falomir recordó, durante la presentación de la muestra, que en la actualidad existen «más de 250 obras de la pinacoteca en Cataluña».