Gastronomía

Carne roja, reputación legitimada a fuego lento

En una época de porqués culinarios selectivos la carne roja goza de buena salud. Credibilidad correspondida que avanza con las credenciales de su avalado consumo. Digan sí, su existencia gastrónoma, pero también su gusto, se beneficiará

La calidad y su sabor forman un ariete ante el que no hay paladar que se resista
La calidad y su sabor forman un ariete ante el que no hay paladar que se resistalarazon

En una época de porqués culinarios selectivos la carne roja goza de buena salud. Credibilidad correspondida que avanza con las credenciales de su avalado consumo. Digan sí, su existencia gastrónoma, pero también su gusto, se beneficiará

La efervescencia mediática, en pleno «veroño», sacude a todo ser gastrónomo que se precie al conocer un nuevo estudio publicado en «Annals of internal medicine», firmado por un grupo de expertos de siete países, que evidencia la falsedad que comer carne roja sea poco saludable. Por suerte, en una época de porqués selectivos, no siempre se conserva un secreto a voces.

El significativo silencio de los voceadores de supuestas dietas saludables, nos lleva a pensar que lo mejor de estos tiempos es cómo se ponen en duda relativas verdades convertidas, últimamente, en una brújula culinaria. La realidad es que su consumo meditado está más que avalado. Poner orden en el actual caos de la opinión pública no va a ser una tarea fácil. Por este motivo se impone una relectura del informe de la OMS de 2015.

El papanatismo vegano y su impostura exagerada han intentado acabar con el consumo de la carne roja, sin éxito alguno. No, por fortuna, no hay que ponerle fecha al apocalipsis cárnico en la hostelería. Hay que tomar la palabra, no dejarse paralizar por el desconocimiento y visitar los restaurantes que se han convertido en la reserva espiritual del «Txuleton», como linaje supremo vacuno a beneficio del inventario «gourmet».

Para entender algo mejor lo que ha ocurrido hay que recapitular. Los márgenes de credibilidad del informe de la OMS se han erosionado. Sus débiles evidencias solo han sido concluyentes para dañar el consumo. Por fin, otros científicos han reconocido sus deudas con el sector cárnico.

Ningún sentido

No hay mayor placer gastronómico que comer lo que uno quiere. Todos alguna vez debemos poner en práctica este sueño con moderación. Pasado el huracán informativo, proponemos una barbacoa solidaria a la carne roja. Todos los chuletones, imputados por la OMS hace cuatro años, sin el debido respeto, deben recibir el merecido homenaje al ser nuevamente protagonistas de nuestras sobremesas.

Nos alivia haber luchado contra este acoso, desde el civismo gastrónomo, para evitar un éxodo migratorio gustativo, de consecuencias terribles, fruto del cansancio de los clientes ante la interminable agonía de informes.

La prudencia comensal no es solo evitar ser portavoz de una torpeza ajena, en forma de un informe de parte, también hay que ser conscientes de conocer los hábitos que no deben ser practicados. Clientes informados, sí, pero no alterados por estudios de una extravagancia fatídica y dudosa interpretación.

Mancillar gratuitamente el currículum de las carnes rojas no tiene ningún sentido. En el ejercicio de nuestras competencias, los clientes debemos mantener su consumo. Los hábitos saludables dejan en nuestras manos, la secuencia de probar este manjar vacuno expuesto al vaivén de las catalogaciones científicas. Hay que luchar contra el mal «procesamiento» de los informes para poner freno al «austericidio» cárnico. Si el coro de voces críticas contra el informe de la OMS fue ruidoso, la réplica debe ser contundente. No podemos ser ajenos. Digan sí, rotundamente, a la carne roja, su existencia, pero también su gusto, se beneficiará.

Una máxima dice que la palabra vuela pero lo escrito permanece, claro que no siempre. Aunque siempre habrá algunos escépticos desmemoriados, es preferible soñar en sus futuras posibilidades en vez de perseguir la unanimidad hacia este producto. Carne roja, reputación legitimada a fuego lento.