Tribunales
Los relojes que devolvió Alfonso Grau los compró Urbano Catalán, según un trabajador de la joyería
Comienza el juicio por cohecho y blanqueo contra Alfonso Grau y el empresario Urbano Catalán, de Transvia
El director de Servicios Corporativos del grupo Rabat, Arturo Alfocea, fue el último testigo que declaró ayer en la primera sesión del juicio celebrado en la Audiencia de Valencia por la causa «de los relojes» de Alfonso Grau, y fue también el único que afirmó con rotundidad e interpretando la documentación de la empresa, que los relojes que devolvió Alfonso Grau en la relojería Rabat de la calle Colón de Valencia, los había comprado antes el empresario titular de Transvia, Urbano Catalá.
Ayer comenzó en la Audiencia la vista por el juicio en el que se acusa al ex primer teniente de alcalde de Valencia, Alfonso Grau; y al empresario Urbano Catalán, dueño, entre otras empresas, de Transvía; de los delitos de cohecho continuado y blanqueo de capitales, por los dos relojes que presuntamente habría regalado el empresario al político para verse beneficiado en las adjudicaciones de contratos municipales.
El Ministerio Fiscal solicita seis años de prisión para Alfonso Grau, de los que uno se los pide por el delito de cohecho, y cinco por devolver los relojes para comprarse otros más caros, y de este modo «blanquear» ese capital. Para Urbano Catalán el fiscal solicita un año de cárcel por blanqueo.
En la mañana de ayer se tomó declaración a varios testigos empleados de la joyería Rabat y a dos Guardia Civiles. Ninguno de ellos pudo afirmar con rotundidad que los dos relojes que devolvió Grau fueran los mismos que había comprado anteriormente Urbano Catalán. Las defensas se hicieron fuertes en el hecho de que Grau obtuvo por dichos relojes un valor siempre distintos al que había pagado Catalán.
Ni trabajadores ni agentes de la Guardia Civil supieron explicar esa diferencia por lo que comenzó a tomar cuerpo la teoría de las defensas de que podían ser relojes distintos.
Hasta que llegó el último testigo que sí sabía interpretar los apuntes contables de la empresa y los registros de ventas y dijo que los relojes tenían una trazabilidad y que sin duda, los que devolvió Grau eran los que había comprado previamente Catalán.
La defensa del empresario sacó entonces toda la artillería para recordarle al testigo que tras una inspección de Hacienda, se empresa había sido denunciada y que la Fiscalía consideraba que Rabat ponía a nombre de otros clientes valiosos objetos comprados en sus tiendas y pagados en efectivo.
El trabajador reconoció que esa circunstancia se había dado pero mantuvo que la trazabilidad de los relojes era la que era.
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