Iñaki Zaragüeta
Si mata ¿por qué se hace?
Imagen frecuente la que me volvió a sorprender ayer –no me habitúo a ella- la de un pasajero del tren, con un pie en el andén y el otro en la plataforma del vagón, dando unas caladas a un cigarrillo en el par de minutos una parada del convoy. Una circunstancia habitual también en el AVE que se detiene en Cuenca entre Valencia y Madrid. Casi siempre, hay algún protagonista de este cuadro.
¿Qué tiene el tabaco? ¿por qué esa misma persona es capaz de hacer un vuelo internacional, incluso transoceánico, sin fumar y no puede soportar un trayecto de dos o tres horas?.
Más aún, por un cigarrillo un enganchado no tiene inconveniente en volver a vestirse a las once de la noche y bajar de su casa en busca de un bar con máquina expendedora. Por pocas cosas, muy raramente, se cumple con ese ceremonial.
¿Se trata de un vicio? ¿de un hábito? Me inclino por lo segundo ya que en el diccionario de la RAE hay mayoría de interpretaciones con inclinaciones más peyorativas. El hábito, por el contrario, se limita al modo de proceder o conducirse por repetición de actos iguales originado por tendencias instintivas. En definitiva, un «tic».
Por ello, un fumador puede tener varios pitillos prendidos simultáneamente si su trabajo requiere recorrido por diferentes espacios de una oficina. Alguna vez lo hice yo antes de dejarlo en 1990.
Una vez leí algo así como –imagino que no habría consumo de drogas en el tiempo de referencia- «el amor, el tabaco y todo lo que no mata en breve tiempo, se convierte en necesario».
Es curioso que, por más campañas realizadas «el tabaco mata», el consumo no desciende. Al contrario. Así es la vida.
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