Circa, el gabinete de las maravillas

Un escenario desnudo. ¿Por qué no también sus artistas? No lo tomen por donde no es, que la cosa no va de nudismo ni provocación. De hecho, los siete artistas de «Wunderkammer» salen a la pista ataviados con un coordinado pero sencillo vestuario, atlético, como de antiguos forzudos, sobrio a la vez, como indicando que aquí el espectador no va a ver colores ni fuegos de artificio, sino circo en estado puro. Lo esencial, la mínima expresión de lo escénico, compone el alma de la propuesta circense de Circa, la compañía australiana que regresa, por tercera vez, a las tablas del Teatro Circo Price.

Avalados por la crítica internacional, los australianos, comandados por la dirección artística de Yaron Lifschitz, proponen un espectáculo intimista, reducido, en el que lo importante es la perfección de los cuerpos, la coordinación, el equilibrio, la fuerza, pero también la belleza de sus formas y figuras en grupo. Pequeñas torres humanas, flores formadas por hasta cuatro equilibristas, contorsionismos y saltos se dan la mano con números de aros.

Creada en Brisbane, la compañía australiana viaja por el mundo con sus propuestas, que juegan también con luces y sombras, proyecciones... Y un guiño al cuerpo, como si nos dijeran que el circo puede ser estimulante, sensual, casi erótico, en un montaje recomendado para mayores de 12 años. Un circo sexy, un espectáculo atrevido, por mucho que al final lo importante sea el más difícil todavía. 85 minutos de un cabaret de los sentidos, como lo definen sus creadores. Al fin y al cabo, el título ya anuncia sus intenciones: Wunderkammer es una palabra alemana con la que, en los siglo XVI y XVII, en plena época de los descubrimientos y los exploradores, se definía al «cuarto de las maravillas», ese lugar donde se atesoraban minerales, animales disecados, objetos increíbles... Bienvenidos a este gabinete de las maravillas.