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El viaje de la heroína a Gran Vía

La facilidad para robar un móvil o una cartera en el centro, sumado a la desmantelación de varias rutas de «cundas», han devuelto a los toxicómanos a esta zona.

Los vehículos que transportan a los drogadictos a Valdemingómez cobran unos cinco euros por trayecto desde Embajadores. Foto: Jesús G. Feria
Los vehículos que transportan a los drogadictos a Valdemingómez cobran unos cinco euros por trayecto desde Embajadores. Foto: Jesús G. Ferialarazon

La facilidad para robar un móvil o una cartera en el centro, sumado a la desmantelación de varias rutas de «cundas», han devuelto a los toxicómanos a esta zona.

«¿Dónde compras la heroína?». «En el centro, por todos lados. Cada vez hay más y es más fácil. Antes la conseguía en Valdemingómez, pero ahora la pillo en pisos del centro por lo que no tengo que desplazarme». Esta es la conversación que mantiene un agente de Policía Nacional con Isabel, adicta a la heroína, como reproduce el portal especializado «PolicíaH50». «La droga se ha mudado al centro», insiste ella. Y así lo confirman fuentes policiales a LA RAZÓN.

«En los poblados siempre la compras más barato, te piden cinco euros por una micra. En el centro cuesta diez, así que por esa diferencia ya no merece la pena desplazarse», relata la joven. Y explica por qué hoy consumir drogas en las calles paralelas a la gran arteria central de la ciudad les sale a cuenta. «La gente que está enganchada va a Gran Vía y se hace con una cartera o un teléfono. Eso me da para comprar una micra que la fumo en dos caladas, a veces la intento estirar a tres, pero si tengo mucho mono me la fumo toda seguida», añade Isabel.

«El desplazamiento del mercado de la droga es un hecho, sobre todo en el último año», insisten fuentes policiales. «Para los toxicómanos ahora es mucho más fácil robar a algún turista y comprar la heroína en una de las calles traseras de Primark o del edificio de Teléfonica», describe.

Este movimiento también se debe a que en 2018 se realizaron muchas intervenciones policiales para frenar el negocio de las «cundas» –vehículos que cobran a los a los toxicómanos una tarifa para llevarlos a los afueras de la capital donde compran droga–.

Lo peor de la situación actual es que «creemos que el problema va a seguir creciendo», aseveran fuentes policiales. Porque no sólo se trafica con heroína, sino que también se dan otras drogas, pero la que más preocupa a los agentes, por su alto nivel de adicción, es la primera.

«¿Cómo caíste en el mundo de las drogas?» «Pues fácil. Fue en 2015, cuando murieron mis padres y entré en depresión, incluso me intenté suicidar... Una tía mía me invitó a fumarme un chino para relajarme. Fue probarlo y quedarme enganchada. La maldigo todos los días, deseando verla enterrada. Tenía 40.000 euros de herencia y ya no me queda nada». Así explica Isabel lo fácil que fue caer en la drogadicción.

Si tuviera que explicar cuál es el sitio clave de venta de la heroína no duda: «Lavapiés. Los negros te la ofrecen por la calle y la tienen en varios pisos de la zona. También trapichean en la calle Desengaño y Valverde, lo tienen todo controlado».

Y es que a Isabel ya no le sale a cuenta trasladarse a Valdemingómez a por su dosis, en el centro lo tiene todo cerca. Una verdad que también sufren los vecinos. «En Chueca es una locura, parece que hemos vuelto a los años 80. Desde hace unos dos años, el problema no ha hecho más que crecer», explica Esteban Benito, coordinador de las Asociaciones de Vecinos del Distrito Centro y miembro de la Asociación de Vecinos de Chueca. «Los yonquis se drogan en la calle, se meten en los portales a drogarse, e incluso se meten colocados. Todo el mundo sabe lo que pasa, pero miran para otro lado», añade este vecino. «Algún día pasará algo gordo y tendremos un importante problema». «El barrio se ha llenado de camellos y yonquis», denuncia. Y así lo confirman los agentes: «Las asociaciones de vecinos llevan tiempo denunciando esta situación, que se está ampliando a varios barrios».

La proliferación de narcopisos en barrios como Latina, Vallecas o Lavapiés son una consecuencia de este auge que, como argumentan vecinos como Begoña, de la Plataforma de Lavapiés, «es una constante. Aunque cada vez son menos los pisos que quedan libres», explica. Y es que ella, junto al resto de vecinos, persigue cada una de estas nuevas okupaciones. Intentan que las drogas desaparezcan de su barrio, pero no lo consiguen. «No tenemos suficiente presencia policial y cada vez son más los toxicómanos que se pinchan en las calles del barrio, o en los portales». Las jeringuillas se han convertido en un peligro para las familias con niños. «También hemos comprobado que hay un cambio de perfil. Cada vez vemos a más mujeres», añade.

Y es que, de acuerdo con los últimos datos, el consumo de heroína no es tanto que haya repuntado en Madrid, sino que se ha trasladado a zonas donde es más visible. Así, Javier Barbero, concejal de Salud, Seguridad y Emergencias, aseveró recientemente, que en los centros de atención a toxicómanos se detectó un descenso de los nuevos ingresados por el consumo de heroína con respecto a 2016.