Comunidad de Madrid
En primera línea contra los furtivos
Un grupo de 240 agentes forestales lucha contra la caza ilegal de aves y zorros. En 2015 realizaron más de 600 actuaciones
Un grupo de 240 agentes forestales lucha contra la caza ilegal de aves y zorros. En 2015 realizaron más de 600 actuaciones
«Señor agente, no me va a volver a pillar; voy a volver el año que viene». Esta amenaza es una frase recurrente, que se han acostumbrado a escuchar el jefe de la Oficina comarcal de Agentes Forestales, Javier Bermúdez, y su equipo cuando detienen a un cazador furtivo. En 2015, este cuerpo de la Comunidad de Madrid realizó 605 actuaciones relacionadas con métodos prohibidos tramitando 54 denuncias por furtivismo y empleo de artes ilegales e incautando 173 trampas de caza ilegal. Son agentes de la autoridad y policía judicial, investigan los delitos y faltas administrativas que se cometen contra la fauna y la flora. Es sólo una parte del día a día del trabajo que realizan: detectar indicios de actividades furtivas.
La Comunidad cuenta con alrededor de 240 agentes forestales. En la zona sur, en la localidad de Alcalá de Henares se encuentra la Oficina de Agentes Forestales de la Comarca VI , donde estos profesionales se encargan de vigilar los espacios naturales protegidos del Soto del Henares, las cuencas del Jarama y el Henares o las estepas cerealistas de estos ríos. Al frente se encuentra Javier Bermúdez, jefe de la Comarca y experto en caza furtiva.
«Hay que aclarar que a estas personas no se les puede llamar cazadores furtivos, son furtivos o delincuentes furtivos» aclara Bermúdez, ya que las prácticas y el objetivo que persiguen en nada tienen que ver con los que usan y están permitidos para los cazadores.
Sus métodos son muy tradicionales, tanto que son hechos a mano, sobre todo, para la caza de pájaros. Según el propósito de la caza usan unos tipos de trampa u otros. «Ahora con el calor, los pájaros van a beber agua. El cauce del río es más bajo y en la orilla, donde se posan, ponen unas varetas de junco impregnadas en pegamento matarratas, donde sus alas quedan pegadas. Los cogen y se los llevan». Todo ello, insiste el jefe de estos agentes, «es ilegal y puede ser incluso hasta delito si se trata de una especie protegida o han dañado a muchos pájaros».
La razón de los furtivos para apresarles simplemente es para meterlos en jaulas y escucharlos cantar o para venderlos. La de las varetas no es la única trampa para aves. Otra técnica es la ballesta, cuyo funcionamiento es similar al de una trampa para ratones. El cebo es un insecto en el que el pajarillo al ir a comérselo, queda aplastado. Su uso: alimentario, comer su carne. Cazar especies insectívoras en época de paso, de migración, es un agravante. «El paso dura 10 o 15 días y es cuando se utiliza esta técnica, por lo que estamos más atentos a estos indicios». El Código Penal castiga tanto la tenencia como el uso de la ballesta; en su artículo 336 lo referencia al tipo de daño causado al animal, con pena de cárcel de tres meses a dos años.
Estos agentes no solamente encuentran trampas para aves. Entre la media veda –el periodo de caza que acaba a mediados de septiembre– y la veda general –coincidiendo con el otoño– las trampas están destinadas a los zorros, con cepos para «limpiar» la zona de estos animales. Se trata de una práctica utilizada tradicionalmente por algunos furtivos como una manera de quitarse competidores. «Afortunadamente estas acciones son utilizadas por una minoría de cazadores» afirma el jefe de servicios, «pero es más difícil atraparles ya que no suelen pasar regularmente a ver si ha caído algún animal en la trampa», aclara. En sus patrullas también encuentran cepos para conejos cerca de sus madrigueras para aprovechar su carne por lo que los cazan vivos.
La dificultad para atrapar a quienes se dedican a la caza furtiva radica en el tipo de trampa y su objetivo. Si se quieren obtener animales vivos, el paso de los furtivos hacia sus trampas para comprobar si ha caído alguna presa es más regular ,y los agentes si han detectado ese indicio, pueden actuar para atraparles. En cambio los cepos es bastante más difícil cuando lo único que se quiere conseguir es la muerte de un animal. En muchas ocasiones ni la vigilancia ni las propias leyes pueden evitar este tipo de actos. Quienes cazan aves, sobre todo cuando los quieren vivos para encerrarlos en jaulas, son muchas veces reincidentes. Cuando son pillados, muchos no tienen inconveniente en contestarles que van a volver a hacerlo, les gusta «dicen que lo llevan en la sangre» asegura el agente. Las sanciones van, según la ley que se aplique (estatal o autonómica), de 3.000 a 6.000 euros. En el último año la caza ilegal con galgo ha aumentado su sanción de doce euros a la cantidad actual de 600 euros para acabar con esta actividad.
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