Getafe

«Mira lo que me ha hecho José»

La madre de los dos niños asesinados por su padre en Getafe pasará unos días fuera de Madrid con sus familiares. Sus amigos dicen que está «devastada» y que aún no es consciente de lo ocurrido

José Alberto, con camisa de cuadros, junto a su mujer Raquel (de rosa) y los pequeños Marina y Alejandro en un acto benéfico
José Alberto, con camisa de cuadros, junto a su mujer Raquel (de rosa) y los pequeños Marina y Alejandro en un acto benéficolarazon

La madre de los dos niños asesinados por su padre en Getafe pasará unos días fuera de Madrid con sus familiares. Sus amigos dicen que está «devastada» y que aún no es consciente de lo ocurrido.

Dicen que Raquel no se ha enterado de lo que le ha pasado, que no es consciente de la magnitud de lo sucedido. «Aún no ha empezado el duelo», dice una allegada. La profe de francés de los Escolapios de Getafe y de una academia, la madre de Alejandro y Marina, la impulsora de la asociación Alma (las iniciales de sus hijos ahora fallecidos) que trabaja por la inclusión social de los niños con discapacidad, está «devastada, perdida» después de la tragedia que puso patas arriba su vida. Pasará estos días de Semana Santa («quizás se quede más tiempo, lo que necesite») con su familia y alguna amiga íntima fuera de Madrid, muy lejos de Getafe, donde la tarde-noche del martes perdió a toda su familia en unas circunstancias muy complicadas de digerir.

Han pasado cinco días y nadie atisba una explicación a lo sucedido, un motivo por el que José Alberto Gálvez, un hombre de 47, experto «runner», dedicado al cuidado de su hijo mayor y sin antecedentes de ningún tipo, decidiera acabar con la vida de sus dos hijos de 13 y 8 años para después suicidarse. A las 20:15 horas la central de Emergencias 112 recibía el aviso por humo en un piso de Getafe. La propia Raquel llegó justo cuando los Bomberos iban a tirar abajo la puerta de su casa y fue ella misma quien les dio las llaves. «¡No puede ser! ¡Están dentro mi marido y mis hijos!», gritaba.

Al entrar al cuarto de matrimonio, de donde venían las llamas, los bomberos vieron sobre la cama dos pequeños cuerpos ya calcinados. Eran Alejando, un niño de 13 años con una parálisis cerebral que le impedía andar, y Marina, una risueña niña de 8 años, aficionada a la gimnasia rítmica, que este año hacía la comunión y que era «todo amor» con su hermano. «Quizás por ser la pequeña nunca creció con que lo que pasaba en su casa era raro. Nunca sintió celos porque Álex necesitara más atención de su padres o que, en general, la gente tuviera un gesto de cariño siempre hacia él. Al contrario: era la más cariñosa con su hermano», asegura una conocida.

La autopsia practicada a los niños en el Anatómico Forense de Ciudad Universitaria arrojó un resultado macabro. Los pequeños tenían agua en los pulmones pero no había restos de hollín; es decir, ya no respiraban cuando comenzó el fuego. José Alberto les ahogó en la bañera, dejó sus cuerpos sobre la cama, prendió fuego y salió de casa. Su última carrera fue de dos kilómetros en menos de cuatro minutos: hasta la estación de Renfe de Getafe Industrial. Allí esperó sobre las vías y se puso en pie cuando el tren hacía su entrada en la estación. Llevaba consigo una nota en la que explicaba que no quería que los niños sufrieran.

En las asociaciones donde participaban de forma activa, hay psicólogos que tratan a las familias. «Atendemos a padres y hermanos de niños con discapacidades para que mantengan la cabeza serena», explica el responsable de una de estas entidades y conocido de la familia. «Lo de José sólo se puede explicar a un desgaste de 13 años (la edad del niño) que le ha ido minando de forma silenciosa». La propia Raquel dejó claro a los agentes de Homicidios que llevaban 17 años y que no se estaba separando. La única explicación que encontraba era que «se le ha ido la cabeza».

La humanidad y fortaleza que todos destacan de ella quedó el jueves a la vista de todos, durante el funeral de su familia. La homilía oficiada por un escolapio del colegio donde trabajaba, se dirigió en todo momento a los tres fallecidos. No hizo distinciones a pesar de ser su propio marido el responsable de toda esta locura. Protección Civil de Getafe, pendiente de ella desde la tarde de los hechos, tuvo que atenderla por un síncope. La tensión pudo con ella pero logró sobreponerse para dar sepultura a sus niños. En esta ocasión, si prefirió enterrarles por separado. Las tumbas de los pequeños fueron llevadas a hombros entre una multitud de personas que quisieron acompañar a esta madre en esos momentos. También sacó fuerzas para recibir el cariño de algunos allegados. «Mira lo que me ha hecho José», dijo a uno de ellos tras sus gafas de sol. «Ha perdido a sus hijos pero también a su marido. Seguro que hasta se siente responsable por no haber detectado en su pareja esa angustia que tenía», dice esta conocida.