Distribución

¡Ojo!: vigilantes de paisano

La estampa de las calles del centro abarrotadas se convierte en algo habitual durante estas fechas
La estampa de las calles del centro abarrotadas se convierte en algo habitual durante estas fechaslarazon

Riadas de gente recorren estos días las calles del centro de Madrid con intención de pasear, hacer compras, cotillear o simplemente distraerse en familia. La marabunta navideña es tan grande que resulta imposible controlar todo lo que ocurre y, aprovechando la multitud, algunos acuden pensando en cómo llevarse de las tiendas, y de la gente, lo que no es suyo.

Con sólo pasar una mañana de tiendas por el centro y mostrarse un poco atento a los comportamientos de otros, uno puede descubrir, de pronto, cómo un cliente se muestra más pendiente de los movimientos y las miradas de los dependientes que de los productos que se le ofertan. De pronto, coge una prenda de ropa, comprueba que no lleva alarma y se la mete dentro del abrigo aprovechando un momento en el que el dependiente se encuentra atendiendo a otra persona.

La situación se repite con demasiada frecuencia durante todo el año, pero, especialmente, en esta época de compras. De hecho, según un estudio de la empresa de seguridad Tycointegrated, los hurtos de productos durante la época de Navidad asciende un 40%, en comparación a los sufridos durante el resto del años. Todo el comercio (aunque de forma muy especial el pequeño) lo nota y, según datos de esta compañía, el dolo supone el 1,4% de la facturación total de estas empresas.

La Policía, que establece un plan especial que ayuda a frenar este tipo de actos y detener a quienes los cometen, es incapaz de evitar todos los robos. Aún así, y tal y como comunicaron hace unos días a los comerciantes del centro, los agentes van logrando año a año que las pérdidas que sufren los comerciantes por hurtos sean menores. Una de las razones que reduce los delitos es su mera presencia, mayor en estas fechas, que sirve para disuadir a los delincuentes.

Con estas condiciones, algunas tiendas del centro han optado por añadir, a los agentes de seguridad privada que vigilan las puertas de los comercios y ordenan las colas de clientes, dependientes vestidos de paisano que, discretamente, se hacen pasar por clientes al uso mientras vigilan a posibles ladrones. Estos dependientes no tienen competencias para retener a los infractores, por lo que su orden es avisar a los miembros de seguridad y señalarles quién es el infractor, qué artículo se ha llevado y dónde se lo ha escondido para que éstos le exijan la devolución del mismo y den el correspondiente parte.

El proceso habitual es que los miembros de seguridad avisen a la Policía Municipal para interponer la correspondiente denuncia y, tras ser identificado, el infractor se marcha esperando noticias del juzgado. Esto se debe a que en la mayoría de las ocasiones los hurtos se cometen sobre prendas de ropa, pequeños artículos de decoración y perfumes o cosméticos cuyo valor de venta al público no supera los 400 euros.

Esa cifra, según el Código Penal, es el valor que marca la diferencia entre un hurto y un robo, siempre que no medie violencia, fuerza u otro agravante. Mientras el hurto se considera sólo falta administrativa, el robo está estipulado como delito y su pena es mayor.

Según quienes se enfrentan a estas situaciones a diario, los métodos que los «mangantes» utilizan para hacerse con el botín son los habituales desde hace años. Junto a la tradicional fórmula de esconderse un producto entre la ropa, continúa usándose el clásico de la bolsa forrada de papel de plata (con este sistema se pretende evitar que las alarmas de las puertas salten cuando se sale a la calle con el producto), y a ello se ha añadido en los últimos años el uso de inhibidores de frecuencia que deshabilitan los sistemas de alarma de las tiendas.

2,5 millones sólo en 2013

Los comercios aún no tienen cifras de pérdidas en este campaña porque el dato no se sabrá hasta que se haga inventario, algo que sucede al final de la temporada navideña. Sin embargo, según cifras de la Secretaría de Estado del Ministerio de Justicia, hasta noviembre de este año el pequeño comercio habría sufrido robos por valor de más de 2,5 millones de euros en todo el país.

Pero el especial empeño que el comercio pone en controlar el robo que sufre por parte de sus clientes tiene que verse reforzado también por medidas para rebajar las sustracciones cometidas por los propios empleados.

De hecho, el problema es todavía mayor con los propios empleados. El informe de Tycointegrated apunta a que el 44% de la mercancía cuyo paradero se desconoce ha sido robado por los propios dependientes o el personal de distribución de las empresas. Por su parte, sólo un 36% de esa falta de productos se debe a lo que han sustraído los clientes del establecimiento. Del 20% restante no se puede determinar el motivo de su falta de las estanterías.