Comunidad de Madrid
Un «excel» para empezar de cero
La Agencia del Menor Infractor crea una herramienta para realizar un tratamiento específico a cada joven con una medida de internamiento judicial
La Agencia del Menor Infractor crea una herramienta para realizar un tratamiento específico a cada joven con una medida de internamiento judicial
Después de su escapada a la playa, Carlos (nombre ficticio) quiere alistarse en el Ejécito donde, si todo va bien, pretende quedarse y hacer de las Fuerzas Armadas su vida. Quién le iba a decir que aspiraría a un futuro así cuando hace no tanto estaba malgastando su tiempo (su demasiado tiempo libre para un chaval de 17 años) con compañías que no eran precisamente inspiradoras. Así, como tantos menores que acaban en un centro de internamiento tras una medida judicial de privación de libertad, lo primero y más importante que aprendió a su llegada a El Lavadero –kilómetro 13,6 de la carretera de Colmenar– fue a establecer unas rutinas diarias básicas en su día a día, con sus horarios y sus obligaciones. Ahora se levanta a las 8:00 horas, hace talleres de jardinería y sale al exterior a un curso de mecánica de motos en Entrevías, hasta donde va en Renfe. Carlos ya está en semiabierto, ha aprobado el examen de grado medio y ya está matriculado en electromecánica. Tiene asignados seis euros a la semana, 15 minutos de llamadas y mucho orgullo por haber dejado atrás esas compañías y hábitos que le llevaron a comerter delitos por los que fue condenado por un juzgado de menores.
Esta segunda casa para este joven de origen colombiano (o la primera donde ha conocido normas) es uno de los seis centros de ejecución de medidas judiciales adscritos a la Comunidad de Madrid a través de la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor (Arrmi), un organismo dirigido por Regina Otaola desde hace cinco años y dependiente de la Consjería de Presidencia y Justicia. La agencia siempre ha sido pionera en datos de reinserción de menores (es del 90%), hasta les visitó la ex ministra de Justicia francesa, y ahora vuelve a ser «medalla de oro» en el tratamiento de los menores.
Han creado, junto a la Universidad Complutense, una herramienta informática, una especie de Excel para valorar sin apenas margen de error los «puntos débiles» de la conducta de cada menor y establecer así un programa específico idóneo y concreto.
Pese a la idea preconcebida que se pueda tener de estos centros –cárceles de menores donde están encerados sin más–, los centros madrileños siempre han aplicado distintos programas partiendo de la premisa de que un menor sí es reinsertable y destinándole al centro más a propiado. Ahora han dado un paso más en la personalización del tratamiento y ya están aplicando un nuevo instrumento que tiene en cuenta todas las facetas y comportamientos del joven para diseñar un tratamiento personalizado. Eso no se hace con una valoración de psicológos (cada menor tiene a su disposición tiene asignado un trabajador social, un educador-tutor y un psicólogo), sino que han creado una herramienta en colaboración con el departamento de Psicología Clínica de la UCM. En su creación han participado nada menos que 150 personas, la han denominado Previ-a (Prevención y Valoración de la Intervención de la agencia) y han tardado cuatro años en desarrollarla.
64 preguntas
El programa cuenta con 64 casillas en las que se abordan seis áreas de desarrollo del menor: jurídico-legal, contexto e intevención, escolar-formativa, desarrollo personal, relación familiar e integración social. Es algo así como un programa informático, un excel que el profesional va cumplimentando a lo largo de las primeras semanas del menor en el centro. En esos aspectos a valorar entran, por ejemplo, el nivel de gravedad de los hechos, tiempo que lleva inmerso en conductas delictivas, interés de los padres por su formación, uso de la mentira en la interacción social, límites en el sistema familiar... La clave y el motivo de orgullo en la Arrmi es que a este programa no se le escapa lo que un profesional podría pasar por alto. Antes primaban más la percepción de los profesionales pero llegaron a la conclusión de que quizás no era el factor determinante de su conducta. Esta herramienta lo detecta sí o sí.
La Previ-a se divide en dos partes. Por un lado están los 64 ítems para detectar las dificultades del menor y predecir su riesgo de reincidir. Para ello se espera un mes para rellenarlo y a lo mejor hay que esperar un poco más para poder «contestar» a todos. La selección de estos ítems ha sido muy meticulosa y exigente y recoge todos los aspectos y factores relacionados con el comportamiento delictivo. Una vez evaluados, el propio instrumento establece los pasos a seguir para la valoración de cada menor, la determinación de los objetivos, la intervención que debe realizarse y la evaluación de los objetivos alcanzados. Se comenzó con 150 ítems, y se ha ido perfilando porque alguno restaba validez. Luego se comenzó a aplicar con 76 ítems a más de 200 chicos que pasaron por aquí los últimos meses y se aplica ya, con el modelo terminado, en todos los centros de la Arrmi.
La segunda parte del programa proporciona a estos profesionales el camino a seguir para la intervención concreta. Los expertos insisten en que las medidas judiciales de tres o cuatro meses, a ellos –y, por ende al menor– no les sirve para nada porque los programas a aplicar en estos jóvenes problemáticos son más duraderos. Tres meses, explican, es prácticamente lo que tardan en hacer un claro diagnóstico de cada situación. Los chicos (el 91,19% de los internos son varones) generalmente vienen de familias desestructuradas y suelen ser de nacionalidad española, pero de origen suramericano o marroquí. El perfil tipo es un chico de 17 años, que abandonó pronto los estudios, impulsivo, con baja tolerancia a la frustración. Normalmente se inician pronto en el consumo de estupefacientes, vienen de procesos de emigración difíciles y sin integración social.
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