Enrique Miguel Rodríguez
Seguimos de tribunales
Ayer les contaba los «photocall» de los VIP en los tribunales. El «top» de estos menesteres es sin duda el «caso Noos». Esto a la mayoría le sonará a chino, que en los tiempos que nos ha tocado vivir, es de gran importancia. Pero dentro de lo provinciano a escala planetaria, que son los problemas de España, para la mayoría es el «caso Urdangarín». Ayer este periódico tanto a nivel editorial como a nivel informativo dejaba claro que la presunción de inocencia hay que aplicarla a todos los ciudadanos, incluido Iñaki Urdangarín. Como saben, los martes me toca «A3». El caso estaba en primer plano. En la mesa, la presentadora estrella, Susana Griso, Albert, Carmen Pardo, El Contador, y la rubia y brillante abogada de Manos Libres, personada en el caso como acusación popular. En otra ocasión que coincidí con la citada letrada le expuse que personalmente, las personas o asociaciones que se meten en territorios llenos de espinas sólo por el bien del pueblo, a mí me resultan sospechosas; y que si no sería que a Manos Limpias le daba igual el pueblo, incluso el duque consorte de Palma de Mallorca, que lo que pretendían era dar una patada en las espinillas a la Monarquía. La licenciada contestó que era una insidia suponer semejante cosa. Ayer le comenté: «Usted afirma que para ciertos contratos en las distintas administraciones se necesita un concurso para adjudicar el contrato a la mejor oferta. Le pongo un ejemplo: Julio Iglesias –el gran español, que lleva toda la vida siendo residente en otros países, para ahorrarse pagar impuestos en su amada patria– cobró 6 millones de euros de la comunidad valenciana por dos conciertos y por ser imagen de la citada autonomía. La indiscutible estrella cobra 100.000 euros por un concierto, el último lo hizo precisamente en Sevilla y nadie ha pedido las cuentas de la promoción internacional, si el pago fue desmedido. Nadie ha dicho nada». La letrada me contestó: «Es que Julio Iglesias sólo hay uno, empresas de imagen o eventos hay miles». Mi respuesta, con acento argentino para que resulte más brillante: «Querida licenciada, cantantes buenos los hay a miles y malos, a millones. Estrellas del cine y de la televisión, innumerables; todas dispuestas a presentar pliegos para obtener tan suculento contrato. Hago mío el editorial de este periódico, esperemos a lo que decida el juez instructor, y tengamos paciencia hasta que se produzca el juicio, si se produce. Cuando haya sentencia, condenemos con motivos».
Detalle judicial: bronca a Pantoja. Según el juez, él no ve los programas del corazón, como el resto de españoles, pero casualmente vio un momento donde aparecía el teléfono de la cantaora abierto. Manda cojones que se reprenda a un imputado porque el juez sea adicto a «Sálvame», aunque lo niegue bajo tortura.
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