Puerta del Sol

Las tres vidas de la Puerta del Sol

Proyectos faraónicos de grandes arquitectos estuvieron a punto de hacer desaparecer incluso la Casa de Correos y de transformar el espacio totalmente tal como lo conocemos hoy

Madrid. Puerta de Sol
Madrid. Puerta de Sollarazon

El Ayuntamiento de Madrid anda inmerso en el proyecto de remodelación de la Puerta del Sol. La filosofía es revitalizar, mejorar la movilidad y reservar exclusivamente al tránsito peatonal este «kilómetro cero» que, a lo largo de la historia, ha sido el claro objeto del deseo de quienes querían llevar a cabo una serie de modificaciones y remodelaciones urbanas. Con desigual suerte, se han realizado obras que no han resuelto definitivamente la ordenación de este lugar de paso por excelencia, desde la modificación estética, que obligó a desmontar la fuente de la Mariblanca, hasta las obras en superficie para conectar Metro y Cercanías de Renfe, pasando por la polémica reforma de los años ochenta que dio origen al «motín del Supositorio» por el cambio de farolas.

Pero durante el siglo XX hubo tres proyectos, de tres grandes arquitectos, que a punto estuvieron de llevarse a cabo y que de haberlo hecho, se habrían cargado el espacio de la Puerta del Sol, tal y como lo conocemos en la actualidad.

Uno de los grandes arquitectos del siglo XX fue el bilbaíno Secundino Zuazo, que en Madrid dejó obras tan representativas como la Casa de las Flores y los Nuevos Ministerios. En 1929 presentó una propuesta para el Concurso Internacional de Ordenación de Madrid, junto al también arquitecto alemán Hermann Jansen. Aunque el jurado declaró desierto el concurso, el Ayuntamiento de Madrid se mostró interesado en llevar a cabo dos de las actuaciones concretas contenidas en ese proyecto: la prolongación del paseo de la Castellana y las operaciones de reforma interior en el casco urbano, entre ellas, la de la Puerta del Sol. Por lo que respecta al «kilómetro cero», el proyecto preveía la demolición del edificio de la Real Casa de Correos, construyendo en su lugar un gran edificio institucional retranqueado, así como la desaparición de los inmuebles del lado meridional de la plaza.

Esta actuación requería un reajuste de las manzanas de la conocida como Casas del Cordero, y la formada por las calles de Carretas y Espoz y Mina. Tras este proceso, quedaría un amplio espacio de terreno que sería destinado a parada de coches y carruajes. Finalmente, el proyecto de Zuazo fue desestimado, por considerarlo innecesario en su mayor parte, y porque con su ejecución acabaría desapareciendo la Puerta del Sol; eso sí, sirvió para que se llevaran a cabo algunas reformas en el entorno.

Años más tarde, en 1933, Manuel Muñoz Monasterio, joven arquitecto madrileño, hizo un «Proyecto de Reforma Urbana de la Puerta del Sol» que presentó a la Sección de Arquitectura de la Exposición Nacional de Bellas Artes, de 1934. Obtuvo la tercera medalla. Contemplaba, como el anterior, el derribo Real Casa de Correos y de todas las casas del área delimitada por las calles de Espoz y Mina, Comercio y de la Bolsa. La actuación liberaría un espacio con suficiente anchura como para crear un salón urbano y la construcción de dos grandes edificios en la Puerta del Sol. Con ello se pretendía copiar el modelo racionalista aplicado por algunas grandes ciudades europeas, y de esta manera modernizar el centro histórico. Aunque en el Ayuntamiento se estudió la viabilidad del proyecto, finalmente se desestimó por arriesgado y costoso. Los expertos madrileñistas de la época también se mostraron en contra de la desaparición del conjunto histórico de la Puerta del Sol.

El de Antonio Palacios fue el proyecto que más posibilidades tuvo de ejecutarse. Y al final no se realizó por imponderables económicos. Fue calificado de faraónico. Afectaba a la Puerta del Sol y su entorno. Pretendía convertir el espacio en un centro comercial y un teatro; un complejo áulico y residencial. Se actuaría sobre 15 millones de metros cúbicos de edificación, respetando la curvatura elíptica del espacio urbano, con edificios conectados con una línea de cornisa de 35 metros de altura. Un sistema de marquesinas de 1.440 metros de longitud enlazaría, mediante pasos elevados, las entradas a la plaza de las diez calles radiales. Con motivo de fastos y celebraciones, se transformaría en una especie de balconada para 7.000 espectadores. Los entresuelos estarían destinados a almacenes y establecimientos comerciales; el resto de las plantas, a viviendas, con una fuente central que simbolizaba los ríos, mares y océanos que riegan España. El capítulo ornamental se completaba con efigies y arcos triunfales dedicados a los Reyes Católicos, Carlos IV y Felipe II. La obra estaría rematada con dos torres de 141 metros de altura, en las latitudes este y oeste de la plaza, que albergarían los 20 consulados de los países iberoamericanos. El subsuelo se podría dedicar a la red de enlaces del metropolitano.

La ejecución de la idea de Palacios hubiera supuesto la expropiación y demolición de 161 manzanas. Un proyecto utópico e irrealizable, sobre el que se llegó a barajar la posibilidad de llevarlo a cabo, pero al final se impuso la razón sobre lo que hubiera sido una auténtica aberración urbanística. Oficialmente se argumentaron razones económicas para desestimarlo: había acabado la Guerra Civil; urgía más la reconstrucción de las zonas devastadas de la ciudad, que ampliar de forma desorbitada la Puerta del Sol, y un presupuesto descomunal: más de 220 millones de pesetas.

Antonio Palacios acababa de construir el Palacio de Cibeles cuando empezó a diseñar el fallido proyecto para cambiar el futuro del centro de la ciudad. Dejó su impronta en Madrid con edificios tan emblemáticos como el Círculo de Bellas Artes y el Casino.

Puerta del Sol maqueta
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