Madrid

Madrid, amanecer zombi

El «día 1» tras el anuncio del estado de alarma, la capital se despierta con los madrileños recluidos. Las colas están en los mercados, en los que se intenta evitar aglomeraciones

Hace exactamente 73 días los ojos de España estaban puestos en la Puerta del Sol. Allí, centenares de personas se preparaban para recibir el año nuevo, ese 2020 que por la estética de su clave numérica muchos auguraban que solo traería buenas noticias. Hace exactamente 67 días Pedro Sánchez era investido presidente del Gobierno. Su abrazo con Pablo Iglesias tras firmar el acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos que le aseguraba La Moncloa pasaría a la historia. Hace exactamente 40 días la capital miraba al cielo en busca del origen del estruendo provocado por el vuelo AC837 de Air Canada al sobrevolar la capital a baja altura. Horas después, todo el país seguía con el corazón encogido su aterrizaje de emergencia en Barajas sin una rueda y con un motor inutilizado.

Aunque apenas hemos superado un cuarto del año, todas estas noticias se nos antojan ahora lejanas, como si las hubieran vivido otras personas. El mundo ha cambiado radicalmente en los últimos días y con él nuestras rutinas, nuestras prioridades y, sobre todo, nuestro futuro a corto plazo. Pocos pasarían por real la estampa que ahora presentan las calles de la capital si hubieran podido verlas por un agujerito justo después de acabar con las 12 uvas. Todavía no nos hemos recuperado del shock psicológico que ha supuesto la llegada del Covid-19 a la península.

El panorama es insólito, surrealista, de ciencia ficción. Todos los adjetivos se quedan cortos, nada alcanza para califi car la naturaleza de la situación. Lo más parecido lo encontramos en las superproducciones de Hollywood, esas que protagonizan un Tom Cruise hipermusculado en una batalla cuerpo a cuerpo contra los extraterrestres o un Brad Pitt huyendo de los zombis con una melena rubia que le daba una estética de Robinson Crusoe del siglo XXI. Comercios cerrados, bares clausurados, restaurantes con los fogones apagados, colas para entrar en los supermercados, farmacias saturadas, calles desiertas y una consigna unánime por parte de las autoridades estatales, autonómicas y municipales: no debemos salir de casa. Es simple. Da igual que brille el sol y que el primer impulso sea cruzar las puertas y disfrutar de las primeras jornadas con temperaturas que superan los 20 grados. En los distritos solo se oye el eco de los ladridos de los perros.

Madrid amanece el primer día tras el anuncio de que España entra en estado de alarma con sol y silencio a partes iguales. El volumen del tráfico ha caído y el transporte público presenta estampas más propias de la última hora de la madrugada de un día laborable. Nunca ha sido tan sencillo aparcar en pleno centro de la capital, una lástima que no haya turismos buscando dónde estacionar. En las calles, un goteo pequeño pero constante de personas. Muchos salen solo para pasear a sus mascotas. Los puntos rojos, las tiendas de alimentación y las farmacias, lo único abierto. Allí, los que hacen cola se colocan unos tras otros con al menos un metro de separación. Si puede ser un metro y medio, mejor. Así lo recuerdan los empleados, que portan mascarillas y guantes de látex por su seguridad y la de todos. Ellos son los más expuestos al contagio, pero saben que su trabajo es de vital importancia para que el pánico no cunda aún más. «Es lo que toca», dicen. Algunas empresas ya han anunciado retribuciones extraordinarias para compensar el esfuerzo. Otros muchos, los que podemos, hemos trasladado la oficina a casa. El trabajo de los empleados de los supermercados no entiende ahora de descansos, ni mucho menos de teletrabajo: los ciudadanos se agolpan a las puertas desde primera hora. No es para menos, ya que las estanterías se vacían a un ritmo nunca antes visto. En un establecimiento céntrico, dos horas después de su apertura ya habían pasado más de cien personas por la pescadería. Por las cajas, puede que cerca del millar. A las once de la mañana empezaba a escasear la carne, las frutas y las verduras. Las estanterías de los productos no perecederos tenían más huecos vacíos que espacios llenos. Del papel higiénico mejor ni hablar. Por su falta, algunos lo comparan en las redes sociales con el jamón ibérico.

«No entiendo esta psicosis, ya nos han dicho por activa y por pasiva que no van a escasear los alimentos. Pero es que al final nos está moviendo el miedo a lo desconocido», comentaba una clienta. Ni los más mayores recuerdan una situación parecida al margen de los periodos de guerra. Sin embargo, no hay que olvidar que la aprobación del estado de alarma permite que el Gobierno pueda centralizar la distribución de los servicios básicos en el caso de que sea necesario. «Yo no me voy a arriesgar, prefiero garantizar que pase lo que pase mi familia va a poder comer», decía un hombre.

Aunque algunos lo intenten, no se puede hablar de otra cosa. Italia es el ejemplo que a todos nos viene a la mente. Más concretamente, el de Milán, por las semejanzas entre ambas urbes. Nadie quiere llegar a ese extremo. Los mensajes tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales son constantes: el objetivo es no colapsar el sistema sanitario y para ello hay que aplanar la curva de contagios. Aunque resulte paradójico, muchas de las personas que se veían ayer por la mañana por las calles de la capital entran dentro de los grupos de riesgo. Resulta más chocante aún ver incluso a hombres mayores arrastrando concentradores de oxígeno con ruedas. Para evitarlo, las comunidades de vecinos se han puesto manos a la obra y los carteles de jóvenes ofreciéndose para hacer las compras que necesiten los mayores de su bloque no son extraños en los portales. La soledad de los ancianos sigue siendo un mal que no cura ninguna vacuna.

Héroes anónimos

Los pequeños gestos nos están convirtiendo estos días en héroes anónimos. A esos comerciantes que se adelantaron a las directrices de la Administración y decidieron echar el cerrojo antes de que fuera norma para tratar de contener a la población en casa. Y eso que España no es España sin sus bares. A los profesionales que trabajan en los servicios de emergencias, cuya labor es imprescindible. También a los efectivos policiales, que ahora tendrán también el vital cometido de dispersar a los grupos de personas que se concentren en las calles. No es el momento de socializar. El Ayuntamiento de Madrid anunció ayer la clausura de sus parques. No es el momento de pasear, tampoco de ir a la Sierra. A la Policía Local le toca la difícil tarea de hacer entender que esta es una lucha de todos y que los pequeños gestos marcan la diferencia. También entre los extranjeros. No es el momento de retratarse frente a la Puerta de Alcalá. El turismo en la capital está atravesando su peor crisis, pero saldrá reforzado. Después de la cuarentena, Madrid tendrá más historia que contar.

España ha superado muchas crisis, algunas económicas, otras por el azote del terrorismo, pero ninguna como esta. Algunos lo comparan con una ficticia guerra biológica. Las directrices nunca fueron tan duras y tan claras a la vez: solo se puede frenar el brote de coronavirus con la cooperación de todos. Aunque eso lleve consigo cancelar las procesiones de Semana Santa, las Fallas o ese concierto que llevabas esperando meses. Es un mal menor en comparación con lo que nos espera si nos quedamos con los brazos cerrados. Nadie esconde que se necesita sacrificio. Costará años que las imágenes del Museo del Prado cerrado, de la Gran Vía desierta y de la Milla de Oro de Serrano con las persianas bajadas se difuminen en nuestra memoria. Nos costará salir de esta, pero lo haremos.

Desinfectante para las calles
El Ayuntamiento de Madrid ha reforzado al máximo el servicio de limpieza con agua (baldeos y pistolas de alta presión) en las calles y ha incorporado por primera vez con carácter general desinfectante hipoclorito sódico, compuesto que tiene efecto viricida. El Área de Medio Ambiente y Movilidad, que dirige Borja Carabante, ha reestructurado los servicios de limpieza, reduciendo los barridos manuales, salvo en aquellos lugares donde sea preciso, para dar prioridad a aquellos servicios que se realizan con agua (baldeos y eliminación de manchas y olores con pistola de alta presión). Desde hoy, la limpieza de la ciudad se centrará fundamentalmente en baldeos y limpieza dirigida fundamentalmente a las zonas donde permanece la actividad: hospitales, farmacias, tiendas de alimentación, mercados, estancos, gasolineras y quioscos.
Además se suspende hasta nuevo aviso el servicio gratuito de recogida a domicilio de muebles y enseres previo aviso a los servicios municipales (mediante el 010 o a través de la web municipal), por lo que desde el Consistorio se ruega a las personas que deseen desprenderse de ellos que los retengan en sus casas unos días hasta que el servicio se restablezca y no los abandonen en la calle.