Coronavirus
“Tardamos una semana en averiguar que nuestro padre estaba en el Palacio de Hielo”
La familia de Ángel Cabanillas, fallecido en marzo por una infección, ha pasado los peores día de su vida. Por fin han podido velarle en Langreo, su tierra natal.
“Era un gran hombre que no se merecía lo que le pasó. Un gran padre, abuelo y bisabuelo con una sonrisa siempre en su boca al que le encantaba ayudar a los demás”. La familia de Ángel Cabanillas ha sufrido en las últimas semanas un caos burocrático que, al menos hasta hace muy pocas fechas, no les ha permitido vivir en paz. El luto que deberían haber llevado por la muerte de Ángel, ya de por sí un periodo que requiere de una enorme entereza, se vio trastocado de la forma más dolorosa: desconocían su paradero.
Ángel Cabanillas, de 68 años y vecino de Langreo (Asturias), fue derivado al hospital madrileño Hospital Doce de Octubre el pasado mes de febrero, debido a la hipertensión pulmonar que padecía. Fue operado el 25 de febrero, aparentemente con éxito. Sin embargo, mientras se encontraba ingresado en la UCI y justo cuando empezaba a mejorar, el coronavirus empezó a hacer estragos en la ciudad de Madrid. Las camas de las UCI fueron requeridas para otros pacientes. Ángel fue enviado a la planta de Oncología. “Mientras estuvo en la UCI, la atención que recibió fue maravillosa. Después, en Oncología, fue pésima”, relata Miriam, una de sus dos hijas, a LA RAZÓN. Afirma que no eran capaces de suministrarle los cuidados necesarios. “Salió con una traqueotomía y necesitaba oxígeno”, apunta.
El 25 de marzo le hicieron la prueba del coronavirus, a la que dio negativo. Miriam estuvo con él en el habitación. Dos días después fallecía, según comunicaron a la familia, por una neumonía derivada de una infección. En ningún caso por coronavirus. Fue un viernes. Desde entonces, pasó casi una semana hasta que tuvieron noticias de su paradero. Las noticias que recibían por parte de la compañía aseguradora, si es que las recibían, eran contradictorias. Le llegaron a decir que el cuerpo de su padre iba a ser trasladado a Granada, confundiéndolo con otra persona, pero también que se encontraba en un tanatorio de Parla. La familia estaba desesperada. “El jueves siguiente llamé a todos los tanatorios de Madrid. Nadie nos decía donde estaba. Un chico nos dijo que podría estar en el Palacio de Hielo. En el hospital me dieron el teléfono de la Unidad Militar de Emergencias (UME). En una hora, me confirmaron que se encontraba allí. Habían perdido su cuerpo. La excusa que nos dieron es que el tanatorio había llegado tarde al hospital, y que por eso se había hecho cargo la UME”, asegura Miriam.
La familia se siente “engañada en todo momento”. “Puedo entender que haya habido caos, pero nos mintieron. Sabíamos que faltaba personal y mascarillas. Pero el hospital me dijo que no iba a ver ningún problema y que la funeraria iba a ir a por él”, afirma Miriam, que está estudiando la interposición de una demanda contra la aseguradora.
Finalmente, los restos de Ángel fueron trasladados a Langreo el 6 de abril. Miriam pidió reconocerle. Y a pesar de que la causa del fallecimiento no fue el coronavirus, al principio se lo impidieron. “Finalmente lo conseguimos y nos dejaron hacerlo bajo nuestra responsabilidad. Nos dejaron dos EPIs y pude confirmar que era él”.
¿Puede por fin esta familia descansar? “Mi padre está incinerado. Y se encuentra donde quería estar. Sí, descansamos mucho. Pero el daño moral ha sido tremendo. Han sido los peores días de mi vida”, concluye.
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