Arte

El Museo Cerralbo celebra 100 años excavando en su pasado

El palacio de la calle Ventura Rodríguez está inmerso en varios proyectos de investigación. Uno de ellos, centrado en la búsqueda de descendientes del personal de servicio

Hace ahora un siglo se cumplió una de las últimas voluntades de Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo: que su palacio, en el 17 de Ventura Rodríguez, formara parte del patrimonio cultural estatal. Entonces, se publicó una «real orden» por la cual el edificio, y los 50.000 objetos que atesoraba, adquiridos durante años en subastas, viajes por Europa o directamente en excavaciones arqueológicas, pasaba a ser museo. Hoy, más de 160.000 personas al año pasean por alguna de sus estancias, en lo que supone un viaje al pasado. No ya a 1924, sino a finales del XIX, fecha de su construcción. Apenas hay señalética, ni nada que saque al visitante de toda la atmósfera neoclásica. Lo que vemos es, sin artificios, el modo de vida de una familia aristocrática de la época.

Reportaje Centenario Museo Cerralbo de Madrid.1924-2024 © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.
Reportaje Centenario Museo Cerralbo de Madrid.1924-2024 © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.Alberto R. RoldánFotógrafos

«Es un museo para aquellos que disfrutan con el silencio, con la observación tranquila de las obras de arte, con ese paseo que puedes hacer por las estancias –el salón de baile, la biblioteca, la escalera de honor...–. Y para aquellos que quieran trasladarse cien años atrás. Eso sí, con mucho respeto. Es un lugar tan frágil, con colecciones tan variadas, pero a la vez tan delicadas, que sí que precisamos de ese compromiso del visitante», resume a LA RAZÓN Carmen Jiménez Sanz, directora de la institución desde 2021.

Reportaje Centenario Museo Cerralbo de Madrid.1924-2024 © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.
Reportaje Centenario Museo Cerralbo de Madrid.1924-2024 © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.Alberto R. RoldánFotógrafos

Es cierto: el Museo Cerralbo no está en el Paseo del Arte. Sin embargo, lleva muy a gala ser esa joya «escondida» de Argüelles. Durante la visita somos testigos de ese concepto de «casa viva» que describe Jiménez y que lo diferencia de otros «museos estáticos»: el crujir de la madera, el tic-tac de los relojes, la luz que entra por el comedor en los meses de invierno... Con todo, cien años después, el museo todavía encierra muchas historias que contar. Del mismo modo que el marqués fue un pionero de la arqueología en nuestro país, ahora mismo, la dirección del museo desarrolla varios proyectos que excavan en el pasado del lugar.

Prueba de ello, y fruto de una investigación de más de dos años, es la exposición titulada «Del Château al Hôtel. Los palacios de los marqueses de Cerralbo y Villa-Huerta», que indaga sobre el «diálogo» entre el palacio madrileño y su otra residencia, en la localidad soriana de Santa María de Huerta, donde, siguiendo la moda, adoptaron una vida de château francés.

Reportaje Centenario Museo Cerralbo de Madrid.1924-2024 © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.
Reportaje Centenario Museo Cerralbo de Madrid.1924-2024 © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.Alberto R. RoldánFotógrafos

Del mismo modo, progresa el «proyecto personajes»: identificar a las personas involucradas en la vida de los marqueses. Familiares, amigos, la sociedad madrileña de finales del XIX y principios del XX... pero con especial énfasis en los trabajadores del palacio. Para ello, se está rastreando en busca de sus descendientes. «Estamos visitando archivos para estudiar los padrones. Y contamos con un recurso buenísimo: la prensa de la época. Vamos montando un puzle. Y nos están ocurriendo cosas maravillosas», confiesa Jiménez. Por ejemplo, la visita al museo de la nieta de Gregorio Ramiro, un sirviente al que el marqués tenía en gran estima. «Toda la información que nos puedan aportar sobre la historia del museo, para nosotros es fundamental», añade. De hecho, el proyecto cristalizará en nuevas publicaciones sobre su historia.

Por supuesto, somos invitados a conocer cada rincón. En la planta principal, encontramos las más deslumbrantes joyas de la corona de los Cerralbo. Reservada para recepciones, revela uno de los motivos por los cuales el marqués se mudó de su piso de la calle Pizarro: aquella casa se había quedado pequeña ante tamaña colección.

Reportaje Centenario Museo Cerralbo de Madrid.1924-2024 © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.
Reportaje Centenario Museo Cerralbo de Madrid.1924-2024 © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.Alberto R. RoldánFotógrafos

«Esta planta mostraba el prestigio social de la familia. Era su forma de situarse. Toda la disposición tenía una intencionalidad por parte del marqués: demostrar sus intereses, sus inquietudes... Un intelectual al que le interesaba la arqueología, le apasionaba la numismática...», explican Julia Nicolás y Julia Rollón, del departamento de comunicación y difusión. La colección denota el gusto del marqués por el período barroco, pero sin desdeñar otras eras, como la medieval, como muestra esa armería con piezas del siglo XVI.

Reportaje Centenario Museo Cerralbo de Madrid.1924-2024 © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.
Reportaje Centenario Museo Cerralbo de Madrid.1924-2024 © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.Alberto R. RoldánFotógrafos

En seguida nos topamos con una de las salas más icónicas: el salón de baile. Presidido por el «reloj misterioso», vemos a través de un espejo la tribuna superior en la que antaño se colocaban los músicos. Y si levantamos la vista al techo, el lienzo que lo cubre, pintado por Máximo Juderías, nos narra la historia de la danza, con el propio marqués, inmortalizado con una casaca roja, entre los personajes. Hoy, el salón sigue acogiendo conciertos de forma de limitada.

Durante el paseo, nos topamos con un retrato pintado por Tintoretto, en la sala del billar, tal cual lo dispuso el marqués; una lámpara de sistema mixto, que permitía la iluminación con velas pero también eléctrica; su impresionante colección de monedas –se conservan 25.000– en una biblioteca no menos copiosa, y el dibujo de Goya titulado «Coche barato y tapado», expuesto en el «pasillo de dibujos». El Greco, Zurbarán, Alonso Cano, o Murillo son otros de los integrantes de la colección. El cuadro de El Greco titulado «San Francisco en éxtasis» fue el único del palacio que, junto a los del Prado, fue trasladado a Ginebra durante la Guerra Civil para ponerlo a salvo.

Bajamos a la planta entresuelo –no por la majestuosa «escalera de honor», ahora mismo en mantenimiento–, donde el marqués, su esposa Inocencia Serrano y Cerver, y los dos hijos de ésta, Antonio y Amelia, hacían su vida diaria. Dividida en las alas de verano e invierno, y en torno a un jardín con estanque, cerramos la visita contemplando sus habitaciones, los salones-comedor, el despacho... y un piano en el cual aún es visible un impacto de bala de la Guerra Civil. recordándonos que la historia permanece escrita en los lugares más insospechados.