Ayuntamiento de Madrid
Salgan a la calle y vean
"A esos políticos, expertos, profesores y padres que ven tan arriesgado el regreso a las aulas, les sugiero que se den una vuelta por el parque más próximo"
La que se ha liado con el asunto de la vuelta al cole, el distanciamiento social en las aulas, las mascarillas según edades, los comportamientos y el número máximo de alumnos por clase, para garantizar una seguridad mínima que prevenga de contagios. Muchos padres tienen miedo a que sus hijos regresen a los pupitres; muchos profesores tienen miedo a no poder cumplir escrupulosamente los protocolos que se les exigen, miedo a superar el examen de la buena praxis en la aplicación de las medidas necesarias, mientras que muchos alumnos, tienen miedo a volver al cole y encontrarse con el compañero, con la incertidumbre de si llevará en su mochila algún ejemplar de la Covid-19.
El miedo es libre y comprensible, y por ello hay que ser rigurosos a la hora de la prevención. Pero, a todos esos que no tienen claro, que dudan, de que la vuelta al cole garantice absolutamente que no habrá repuntes, que volver a las amistades entre los alumnos, no asegura que no puedan ser peligrosas, sanitariamente hablando; a esos políticos, expertos, profesores y padres que ven tan arriesgado el regreso a las aulas, les sugiero que se den una vuelta por el parque más próximo, por el paseo, el jardín, el descampado o cualquier otra zona propicia para citarse, y verán auténticas pandillas de niños, chavales, adolescentes, colegiales de primaria, secundaria y de instituto, arracimados, sin guardar distancia social alguna, abrazándose, compartiendo, cara con cara, la pantalla del móvil, intercambiando saludos efusivos y, en algunos casos, participando de un botellón, en el que la litrona pasa de boca en boca derramando espuma. Y es frecuente que todo esto lo ejecuten a cara descubierta, sin mascarilla, o con ella colgada del cuello.
Si ellos, políticos, expertos, profesores y padres, se dieran una vuelta para ver esas escenas, que no son excepcionales, sino habituales, seguro que se plantearían seriamente si no es más peligroso que los chicos salgan a divertirse con sus amigos, que acudan al colegio con sus compañeros, estando vigilados y obligados a respetar las distancias mínimas exigidas y con la mascarilla colocada en su sitio. Me da la impresión de que es más arriesgado compartir ocio en la calle, que cultura en las aulas. Una alternativa sería que los profesores se acercaran al parque, al banco o al descampado, para impartir sus clases (es broma). No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni mayor irresponsable, que el que mira el problema con los ojos puestos en sus intereses personales.
Ángel del Río. Cronista de la Villa
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