Gatas
Andrea Stefanoni: «De chiquita, antes de imaginar que acabaría en Madrid, creía que en España era siempre de noche»
Tras más de 20 años trabajando en El Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires, esta escritora argentina con raíces en León acaba de abrir La Mistral, una librería en pleno centro de la capital
Página 147: «No habría manera de convencer a su esposo de que nadie les perseguiría». A veces, incluso escogiendo un párrafo al azar, una frase cualquiera de un libro dice más de quien lo escribe que una declaración bien escogida durante una entrevista. Que la esposa era su abuela y ese terror por ser objeto de caza de nadie y de todos al mismo tiempo el guion de las historias que, de pequeña, le contaron sobre el lugar desde el que ahora las recuerda: «De chiquita, mucho antes de imaginar que un día acabaría aquí, creía que en España era siempre de noche; los relatos de mis abuelos no eran negativos, ni siquiera nostálgicos, pero eran tristes porque eran reales, y supongo que eso me llevó a construir en mi cabeza de niña la imagen de una España así, a oscuras». Y lo dice reclinada en un sillón que mira a la calle, bañada por el sol que entra a través del escaparate y se refleja en el pelaje color miel de su perra Aurora, como Venturini, que da la bienvenida a quien entra en La Mistral.
«A los 18 años vine por primera vez a Madrid y me di cuenta de que existían dos Españas: la más dura, la de la memoria, y la más amable, la de las postales», continúa Andrea Stefanoni tratando de recuperar aquel instante en el que pudo por fin unir estas dos realidades para reconciliarse con ambas, la una convirtiéndola en novela bajo el título de «La abuela civil española» en 2015 y la otra cristalizándola en una librería en pleno centro de Madrid desde el pasado mes de agosto.
Nacida en 1976 en Buenos Aires, allí donde su madre se fue a enamorar tras el exilio de su familia al término de una guerra que les obligó a dejar León, la escritora asegura: «Lo que me gusta de este país no se puede explicar, es algo que va mucho más allá de lo palpable, que tiene que ver con el sentirse en casa». Claro que antes de descubrir sus raíces españolas y de plantar en su corazón una semilla que ha germinado este 2021 en un nuevo local en la travesía del Arenal 2 de la capital, Andrea se encontró durante la infancia con la poesía. «Cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, solía decir que no quería hacer nada el resto de mi vida, pero empecé a escribir poemas y, aunque eran malísimos, me apasionaba; así es como supe que quería dedicarme a los libros», cuenta sobre su vocación Stefanoni que, de nuevo, relaciona este amor por la literatura en general y por la poesía en particular con sus abuelos, pues fue durante las largas tardes que pasó en soledad en la isla del delta del Tigre en la que vivían donde surgió la chispa.
Y no tenía un plan, pero acabó cumpliendo con la promesa que se había hecho a sí misma: «Tenía 23 años y ninguna experiencia cuando, al poco de su apertura, me acerqué al Ateneo Grand Splendid a pedir trabajo, ¡y me lo dieron!», dice todavía orgullosa de su pericia al conseguir dar sus primeros pasos en la que en 2019 fue reconocida como la librería más bonita del mundo por la National Geographic.
Más de 20 años después y habiendo alcanzado el puesto de gerente, Andrea Stefanoni se cansó: «Había dejado de ser librera y después de superar todos los desafíos, aquello empezaba a ser monótono, sentía que no tenía nada nuevo que aportar y quería irme de allí siendo feliz». Así que anunció su salida y un aislamiento voluntario para escribir que acabó compartiendo con el mundo entero a cuenta de la pandemia. Entonces, una vez más, su abuela. «Ella era la persona por la que yo seguía en Buenos Aires, así que, cuando falleció, decidí venir a Madrid para acabar en otra librería, eje principal de todo lo que hago», explica la que aterrizó en la capital en febrero y hoy regenta La Mistral, bautizada en honor a la poeta chilena. Y aunque dice no tener la receta del éxito, lo cierto es que, en apenas dos meses, este espacio se ha hecho con el cariño de la ciudad, puede que porque aquí se mantiene eso de entrar a comprar sin un título en mente: «Siento que los lectores en Madrid están más abiertos a escuchar recomendaciones que en Buenos Aires, y eso es lindo, porque se genera una magia y un ambiente muy cálido con los clientes», afirma ilusionada la recién instalada madrileña.
Sin dejar de sonreír a cada persona que atraviesa el umbral de su negocio, la librera prosigue: «Además de poesía, narrativa y ensayo, ofrecemos todo tipo de actividades desde la libertad que nos da hacer lo que surge, y se nota el agradecimiento de la gente, que ha recibido con mucha alegría este proyecto». Una buena acogida que, mientras juguetea con un muñeco de Enrique Vila-Matas en las manos, Andrea Stefanoni justifica sin ninguna duda: «Abrir una librería es siempre un motivo de celebración».
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