Religión

El cura «heavy» de Hortaleza: «Somos reticentes con la inmigración, pero asumimos el perreo»

Vicente Esplugues, valenciano, llegó hace 17 años a la capital no solo para revolucionar con su estética la Iglesia; también para descubrir la palabra de Dios donde nadie la ve

Vicente Esplugues, sacerdote aficionado a la música heavy metal.
Vicente Esplugues, sacerdote aficionado a la música heavy metal.Cristina BejaranoLa Razón

Parece una mañana de un día cualquiera en el barrio residencial de Palomas, en el distrito madrileño de Hortaleza. Una isla de chalets bajos, entre dos grandes parques –el Juan Pablo II y el Juan Carlos I– que invita al aislamiento y el anonimato. En uno de sus términos, colindante a la A2, como si de la nada naciese, aparece la Parroquia Nuestra Señora de las Américas. Aún cerrada espera la visita de sus feligreses que hoy celebran la festividad del Domund. Día Mundial de las Misiones, como es conocido, o el día en el que toda la Iglesia del mundo centra su atención en los hombres y mujeres que se desplazan de su lugar de origen para cuidar y acompañar las realidades más sufrientes.

Así lo entiende Vicente Esplugues, misionero y uno de los cuatro sacerdote de esta parroquia. Originario de El Cabañal, un barrio periférico junto al puerto de Valencia, llegó a la capital hace 17 años. Una vocación que asegura nació ahí, en el lugar dónde se crió. Percibió mucha lucha social y tuvo que enfrentar la realidad de los privilegios que tiene la gente con mejor posición económica. «Yo creo que esa sensibilidad donde aún no entra Dios, me hizo afín a las partes más feas de la sociedad», relata a LA RAZÓN. Es el pequeño de seis hermanos y su fe también creció en el núcleo familiar. No porque fuera una familia religiosa al uso, «yo iba a un colegio público, mis padres me apuntaban a religión pero no había profesor ni quórum, era más ética», señala, sino por la decisión que tomaron sus dos hermanos mayores de convertirse en misioneros de la congregación Verbum Dei (Palabra de Dios). «En casa no sentó muy bien, mi padre se mosqueó mucho porque dejasen sus carreras y yo lo viví como algo que divide la familia». Lo que no se esperaban entonces, es que años después se convertiría en su comunidad. Fue en el verano del 88, cuando, de regreso de Venezuela, su hermano le invitó a un encuentro de jóvenes en Valencia. Esplugues tenía entonces 17 años y la parte religiosa no le llamaba la atención, pero sí el hecho de recuperar a su hermano y poder pasar tiempo con él. «Me sorprendió mucho descubrir que usaban un lenguaje que hablaba de Dios y que yo era capaz de entender». Esto se convertiría en una de sus señas de identidad tras ordenarse como párroco en 1995.

Pero no la única. Anillos de calaveras, dos aros en las orejas, zapatillas, chupa de cuero y camiseta de «La Sotana Metálica», le delatan. «La música que se escuchaba en mi barrio no era la parte bondadosa del pop, como podían ser los Hombres G, sino heavy metal y rock del duro», ahí comenzó su pasión por este tipo de música.

Género demoníaco

Este género cargado en muchas ocasiones de ofensas a la Iglesia, la religión y considerado como demoníaco resulta, de primeras, imposible de casar con la fe. Nada más lejos de la realidad para este cura que asegura encontrar la cultura del rock muy parecida a lo que Dios propone en el Evangelio. «El Señor dice, yo he venido a que viváis y viváis en abundancia. Y para mí, es lo mismo que dice el rock and roll: deprisa, dalo todo, no ahorres, no calcules», explica. Así, nace el maridaje perfecto para él: heavy metal y el Evangelio, gracias al que sintió la llamada del Señor. A pesar de sentirse más cómodo con una camiseta de un grupo de música que con un alzacuellos, no se define como talibán de su imagen. Como pueden suponer, su estética y el humor con el que sazona sus homilías le han hecho crearse algún que otro «hater»: «Siempre les doy la misma respuesta, el Señor conoció a quién llamaba, yo ya era así y esa es la riqueza de la Iglesia».

Algo deben tener sus sermones cuando se siguen desde el otro lado del charco a través de YouTube y sus feligreses abarcan todos los rangos de edad. Actualidad y un lenguaje con el que se sienten identificados, son sus claves. Además de un importante trabajo previo en el que lo nuclear es la palabra de Dios, con la que trata de iluminar las realidades que todos vivimos. «Tiene una dimensión eminentemente práctica, propongo acción, cómo su vida puede cambiar hacia aquello que necesitan», apunta.

Y es que la palabra es muy importante para este cura que, además de heavy, tiene alma de comunicador. Tanto es así, que durante cinco años colaboró con el programa «Esto me suena» de Radio Nacional de España dirigiendo la sección «La Sotana Metálica». De ahí su camiseta. En ella todos los días compartía con sus oyentes la palabra de Dios a través de canciones de heavy metal. «Para mí fue una pasada porque era democratizar todo lo que sé», dice al respecto. Confiesa que le cuesta reconocerlo pero, «los heavies estamos en crisis, el heavy metal no tiene cantera ni relevo». Esplugues es consciente de que hay una nueva forma de consumir música y que el reggaeton, el trap y la música latina han llenado los móviles de los jóvenes. Ante esto, no puedo evitar preguntarle por las canciones de reggaeton. «A mi me impresiona porque son ritmos latinos. La influencia que tiene la inmigración, con lo reticentes que somos en España, y que asumamos su cultura y el perreo sin ninguna mirada crítica», señala. Algo que asegura que vive a diario con las mujeres y hombres mayores del barrio. «Hemos creado un discurso de que la inmigración viene a robarnos pero también nos aportan. Es increíble como esas mujeres cuidan de los ancianos y cómo las familias depositan toda la responsabilidad de sus familiares en ellos».

Frente a esto, solo puedo preguntarle por su etapa de misionero en Venezuela y Camerún, donde en este último país tuvo que dar la extremaunción a gente que moría de hambre. «Aún sigo siéndolo. Aunque cambie el contexto cultural o geográfico, es mi labor. En Camerún si experimenté la impotencia de ir con toda mi buena voluntad a hacer proyectos y ver como todo se ralentiza». ¿Alguna vez se ha preguntado por qué el Señor permite esas desigualdades abismales y tanto sufrimiento en ciertos países?, le pregunto. «Jamás. El mundo tiene bienes y recursos necesarios para que todos viviésemos con pobreza cero. El problema es la parte del mundo que acumula más de lo que necesita tener». De todo esto, este sacerdote valenciano saca el corazón ensanchado. «Lo normal, lo que yo hubiera conocido como vida si me hubiese quedado en mi barrio de Valencia... se habría perdido un montón de matices que he conocido gracias a poder viajar».

No le gusta entrar en polémicas, pero son las realidades que tenemos aquí y que a todos nos conciernen. Como la controversia con el aborto, del que se posiciona totalmente en contra. «Hay mucha indignación con las clínicas abortivas, y tiene que haberla, pero también se debe cuidar de los vivos. De la frontera sur donde cientos de inmigrantes mueren en el Mediterráneo». La moral de doble rasero: «¿Me ofende que no nazca un niño y no me ofende que mueran veinte personas en una patera?», lanza al aire. Es la misma vida, todas valen lo mismo para Dios y por desgracia, parece que no. Estas son muchas de las realidades que canciones del heavy metal abordan. La última, los actos de desagravio vertidos sobre C. Tangana y su supuesta profanación a la Catedral de Toledo con la grabación del videoclip de su última canción. Ahí Esplugues también lo tiene claro: «¿Cuándo haremos actos de desagravio por cada uno de los menores que han sido ultrajados por alguien de la Iglesia». Sentencia.