Napoleón
Cementerio de la Florida: un paseo por el cementerio más pequeño de Madrid
Este campo santo es monumento histórico en recuerdo de 43 compatriotas asesinados la madrugada del 3 de mayo de 1808
En el madrileño Parque del Oeste, en el antiguo camino del Molino Quemado, ahora calle de Francisco y Jacinto Alcántara, al lado de la centenaria Escuela de Cerámica cuyos fundadores dan nombre a esta vía, se esconde uno de los cementerios más pequeños de la capital. Allí, espera José Luis Sampedro Escolar, presidente de la Sociedad Filantrópica de Milicianos Nacionales Veteranos (SFMNV), institución que custodia ahora el campo santo y quien relata a LA RAZÓN todos los detalles de su origen e historia.
A escasos metros de la Ermita Nuestra Señora de La Florida, donde descansan los restos de Francisco de Goya y se puede disfrutar de algunos de los frescos del pintor, se encuentra el Cementerio de La Florida. Nació en 1792 por iniciativa del Rey Carlos IV, con el objetivo de dar un lugar digno de enterramiento a los empleados y familiares del Real Sitio de la Florida, que se iba conformando con la compra de fincas particulares como fueron entre otras, La Moncloa o La montaña de Príncipe Pío. Una gran propiedad con la que el monarca pretendía enlazar el Palacio Real de Madrid con el Real Sitio de El Pardo. No era un mero parque cortesano al modo de Versalles, sino que se convirtió en una explotación agropecuaria notable, con numerosos trabajadores, para quienes constituía un privilegio contar con este lugar reservado para el descanso eterno de sus restos y los de sus familiares.
El número 44
Fue en la madrugada del tres de mayo de 1808, en un Madrid invadido por las tropas napoleónicas cuando Joaquín Murat, lugarteniente de Bonaparte, sofocó el levantamiento popular contra esta injusta situación. Concentrados en la residencia de Godoy, ocupada entonces por Murat, un grupo de rehenes fueron conducidos a una zona cercana –dónde hoy se encuentra la estación del teleférico- junto a una tapia de un tejar, para ser asesinados. Quién hubiese sido el número 44, el asturiano Juan Suárez, consiguió escapar y gracias a un memorial que dirigió el Ayuntamiento de Madrid al acabar la Guerra de la Independencia conocemos algunos de los detalles de este trágico episodio.
En su entrada, una llama votiva sobre un pebetero y una reproducción en cerámica del lienzo que Francisco de Goya dedica a los 43 asesinados que conmemoran su recuerdo. Tras una cruz de hierro sobre la columna pétrea, accedemos a la parte más sagrado del Cementerio: un patio castellano de una reproducción, también en cerámica, adosada a un muro, del impresionante cuadro “Los desenterramientos de La Florida” de Vicente Palmaroli. Un lienzo que muestra cuando, ocho días después de los asesinatos en la Montaña de Príncipe Pío, los cadáveres son sacados de la zanja en que yacen amontonados para ser trasladados al Cementerio. En el suelo, una lápida en frío mármol, da testimonio de las inhumaciones.
De los 43 hombres asesinados y cuyos restos descansan hoy en el Cementerio de La Florida, se conocen algunos nombres: ocho inscritos en el libro de enterramientos de San Antonio La Florida el 12 de mayo de 1808, cuando se produjo el traslado de sus restos al cementerio, uno más inscrito por orden judicial, ya finalizada la contienda; diez que identificó el académico de la Historia Juan Pérez de Guzmán, al conmemorarse el primer centenario de los hechos, en 1908; y otros diez, señalados en circunstancias parecidas un siglo después, gracias al trabajo de Luis Miguel Aparisi Laporta, Numerario del Instituto de Estudios Madrileños, correspondiente a la Real Academia de la Historia y miembro del SFMNV.
En 1960 justo al lado de donde estuvo la primitiva, una sencilla capilla da paso a la cripta, dónde una lápida recoge el nombre de algunos de los asesinados aquella trágica noche. Hoy restan catorce como anónimos. Estos cuarenta y tres mártires representan a los cerca de dos millares de víctimas que se produjeron a lo largo de los seis años de lucha que supuso la Guerra de la Independencia. Este campo santo ha sido restaurado en diferentes ocasiones desde su construcción y en la actualidad, debido a la pandemia se encuentra cerrado al público, pero pueden concertarse citas para visitarlo.
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