Subsuelo
La Policía Nacional elabora sus memorias del subsuelo
El primer grupo se creó en 1958. Eran 37 funcionarios del Cuerpo de la Policía Armada que tenían que vagar por las grandes redes de alcantarillado para evitar los robos.
Aquel agujero que aparece en el suelo cuando algún trabajador abre una alcantarilla, ese hueco donde la gente curiosea, de reojo. Quieren saber qué ocurre ahí: ¿Se ha caído un anillo de compromiso, están limpiando, van a grabar una escena de persecución policial hollywoodiense con el tema de Benny Hill?
Hay quienes trajinan en lo subterráneo. Con menos luz que algunos pisos de alquiler; con toda la oscuridad de la ciudad. Son la Unidad de subsuelo y protección ambiental, de la Policía Nacional. Algunos les llaman los topos, no porque se infiltren al servicio de otros —algo que en cierta medida hacen—; lo dicen por compararles con el mamífero que emplea sus uñas para abrirse paso en las galerías que habita. Estos trabajadores elaboran informes, vigilan el medio e intervienen en actos delictivos.
El primer grupo se creó en 1958. Eran 37 funcionarios del Cuerpo de la Policía Armada que tenían que vagar por las grandes redes de alcantarillado para evitar los robos. Ahora son más de 200 en todo el país en ese espacio de negrura, de cucarachas y suciedad que caminan junto a cables y tuberías y piden la documentación como en la superficie. Del mismo modo que al aire libre hay placas con las calles, estas sendas estrechas tienen sus propios nombres. No obstante, producen sus propios planos. Todo lo hacen pegados a sus linternas y con su otra herramienta indispensable, un aparato que es un detector de gases y del nivel de explosividad.
Desempeñan una ardua tarea en pos de la seguridad de todos, donde quién sabe de qué hablan bajo los pies de la urbe. La imagen parece deprimente, de una cierta soledad. De hecho, el reconocido autor ruso Fiódor Mijáilovich Dostoyevski empleó el título «Memorias del subsuelo» para hablar de sus tormentos: una situación social crítica, su mujer cercana a la muerte y una crisis personal agravada. En medio de todo aquel horror, lanzó una frase de esperanza: «La vida es bella aun cuando se sufre. Vivir es grato, cualquiera que sea la clase de vida». Sabía que hay muchos caminos posibles, tanto abajo como arriba.
✕
Accede a tu cuenta para comentar