El Madrid de..
Los ‘secretos de Estado’ de Rappel: «Los políticos de ahora me siguen consultando por el futuro»
Recorremos el Madrid del astrólogo: desde su pasado en la Alta Costura, el origen de su don hasta la predicción improvisada al encontrarse con un exministro del PP
El Madrid de Rappel es una mezcla de terciopelo, seda, organza, pieles o pedrería. Es el recuerdo de hasta dos casas de moda en las que vistió a la alta sociedad. Su vida han sido las profecías, pero no siempre ajenas: vaticinar la pérdida de su hijo, antes de que cumpliera un año y el motivo, le llevó a investigar sobre los astros y a aprender a leer los designios hasta en 400 formas distintas.
Nació en el quinto piso de la calle Ayala y fue bautizado a «modo de Rey» en la basílica de la Concepción. Ese día le confundieron con un «grande de España» en una misa concelebrada en la que, casi le imponen el nombre de «Alfonso». «No, no, se llama Rafael», insistió su padre. Fue ahí cuando se dieron cuenta de que él no era el niño del bautizo que estaban esperando. Tal vez las estrellas ya auguraban que, de alguna forma, sería el «rey de los astros».
¿Para qué cree que estaba predestinado? «Para ser una persona diferente», confiesa. Se considera un «afortunado» porque la vida le ha dado mucha salud y nunca ha pasado por un quirófano. Rappel es devoto de la virgen del Carmen y a ella se encomienda: «Me ha dado siempre mucha suerte». La iglesia de los Carmelitas de Ayala se levantó hace años gracias a la cuestación de los vecinos del barrio. Rappel, que entonces tenía su primera casa de modas en frente, le bordó a la virgen hasta cuatro mantos.El quinto, el que llevaba puesto el día de la visita inesperada del astrólogo, lleva el recuerdo de las puntadas en hilo de oro que bordó a mano su madre. Al verlo, no pudo contener la emoción. Y es que esa virgen ha sido testigo de muchos momentos importantes de su vida: su boda, el bautizo de sus hijos, los funerales por sus padres...
Confiesa que a su madre «no le gustaba nada» que desarrollara su don: «Siempre pasa lo que Dios quiere; así que tú, estudia», le dijo el día que le pilló, de niño, echando las cartas a unas vecinas. «Yo le adivinaba cosas a la gente». Y así, años después en el taller de moda, montó un gabinete a parte en el que echaba las cartas. «Se formaban colas por todo Núñez de Balboa», donde por entonces cobraba la voluntad.
Derrocha generosidad, presume de amigos, de tenerlos en todas las escalas sociales y le encanta «la amistad y el cariño» que le muestra la gente por la calle. En un recorrido por su Madrid le paran en varias ocasiones. «¿Te puedes hacer una foto conmigo?; ¡que le va a hacer mucha ilusión a mi madre!» También en el Retiro una pareja de jóvenes le pide un selfi: «A ver si nos da suerte» o los taxistas se alegran de llevarle de copiloto: «¡Pero si hoy llevamos a Rappel!»
Dice que a leer el futuro también se aprende, aunque, en su caso, cree que es algo que nació con él, porque sus abuelos maternos adivinaban y predecían cosas. Cuando ve alguien sabe detectar la energía que desprende; como una especie de fuerza o revelación. ¿Y eso no le da miedo? «No, a veces siento cierto reparo cuando percibo si en una casa ha habido una alegría muy grande o una tragedia en los que habitan o en los antepasados; y suelo preguntar con tacto para constatarlo», destaca.
Durante 10 años fue el director de Relaciones Públicas de la Sala de Fiestas Florida Park de Madrid viajando en muchas ocasiones a América para contratar artistas. Recuerda cómo se presentó allí «la más grande», Rocío Jurado y los años de las fiestas de entonces cuando ponían la sala en pie. «Era un Madrid más divertido».
Y, mientras pasea por el Retiro durante la sesión de fotos coincidió con un ex ministro del PP. Tras el saludo y asumida la sorpresa, el que fuera miembro del gobierno le pide una predicción: «¿Cómo le va a ir el futuro al PP, Rappel?» Tras hacer una pausa, pronostica: «Va a remontar y se va a consolidar como un partido importante en nuestro país, por descontado y va a mejorar la imagen con respecto a cómo estaba antes». Un vaticinio político sobre la marcha de quien ha llegado a leer las cartas a Franco o la mano a La Pasionaria. ¿Y cree en la «maldición de Franco»? «No, no, él no tenía poderes divinos. Conmigo fue encantador». El día que le leyó las cartas solo le preguntó por sus nietos. ¿Y la Pasionaria? «Me escuchaba por las tardes en un programa de radio y pidió, a través del pintor Vicente Maeso, que la estaba retratando, y era mi amigo que nos presentara». La predicción de Rappel la emocionó. Vio que la línea de la vida de su mano formaba una «R» en vez de la «M» que tiene casi todo el mundo. Le dijo que su vida estaba marcada por alguien con esa inicial. Era su hijo Rubén a quien habían matado, recuerda.
¿Y los políticos de ahora también le piden que les lea el futuro? «Sigue habiendo políticos que consultan el futuro. Algunos porque era la tradición de su madre y me dicen: “Mi madre creía mucho en ti”, así que les digo: “Pues me encanta que vengas tú”». También en las comidas a las que le invitan, con ese fin, le preguntan. «He leído miles de manos en restaurantes, en la caseta de la feria de Sevilla, en las tazas del café...»
Rappel podría haber sido hermano de Concha Velasco porque su padre fue novio de la madre de de la actriz. Pero si hay un nombre unido al astrólogo, a su familia y a su pasado de la Alta Costura es el del modisto, Cristóbal Balenciaga. El diseñador era amigo de su abuelo desde antes de la Guerra Civil y paraba por su casa cuando iba a Madrid. Con 16 años, Rappel le dijo que se quería dedicar a la moda y se lo llevó de aprendiz.
Fue en Madrid donde el abuelo de Rappel conoció a su abuela en 1915, mientras trabajaba en una fábrica de sombreros de Madame Aimar, consuegra de la famosa escritora Concha Espina.
Su abuela acababa de salir del convento de San Vicente de Paul después de que la rechazaran para hacer los votos perpetuos por un problema de corazón. «Los padres de mi abuela le ofrecieron a mi abuelo poner una tienda de sombreros en Madrid, pero él no quiso hacer la competencia a quien le había dado trabajo», y se marchó a Valladolid. El padre de Rappel se crio en Barcelona después de que su abuelo dejara la ciudad castellana leonesa tras morir su mujer y dos de sus hijas. Fue su abuelo quien contactó con los talleres de telas del norte donde conoció a Balenciaga. Es así como la familia de Rappel se instaló, años después, en Madrid con un taller de modas apadrinado por el famoso modisto de la Alta Costura.
En su pecho, Rappel, luce un medallón con letras en árabe que significa: «La bendición de Alá». Se lo regaló la exmujer del Sha de Persia, la princesa Soraya: «Quería que me protegiera». Tras coser para María de las Mercedes o leer el futuro a Severo Ochoa o Christina Onassis dice que para él «el mayor logro» de su vida es «sentirse querido» y que las personas que tiene cerca o se acercan a él «sean felices».
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