Crisis
El “apaga y vámonos” en el Rastro de Madrid que muchos suscriben
El cartel de un comerciante es todo un grito de auxilio ante los golpes económicos y sanitarios que han sufrido los españoles en los últimos años
Demasiadas «plagas» para poder articular una respuesta. O sobrevivir. El propietario de un comercio de compra venta de antigüedades y objeto curiosos, en pleno centro de Madrid, en el Rastro, busca una salida económica y, hasta cierto punto mental, para sobrevivir a los azotes que en los últimos tiempos han azotado a España... y al mundo, cierto es, aunque con distinta intensidad y resultados.
A los golpes económicos y sociales del cierre provocado por la pandemia del Covid, que se ha llevado por delante a numerosos empresarios autónomos en España, o les ha obligado a reinventarse, se han sumado los «golpes», estos sí, más certeros y firmes, de los amigos de los ajeno. En su comercio pusieron el ojo y con él la miseria se abrió paso en la cuenta de resultados. Un hombre al que hay que sumarle el cansancio de la pelea diaria por ganar un jornal. Algo que ya se queda lejano para él, como también para otros, que levantaron su vida, con esfuerzo, sobre un servicio o una idea que hoy en día ha quedado orillada, cuando no caduca.
El anuncio es una llamada de auxilio, en cierta forma, con la que muchos se pueden sentir solidarios. Para otros, que por allí pasen, verán el cartelón con cierta envidia... No tanto por aquello de la pandemia, que sin duda a todos ha afectado de una u otra manera, o por los robos y asaltos, a los que quizá están menos expuestos. Ese mirar de reojo llega más bien por la persiana que cae en la tienda para no levantarse más. Por aquello de la jubilación. Un retiro que para tantos se adivina lejano y endiablado. Tanto como las vueltas y revueltas que se da, mes a mes, a las propuestas, comentarios, proposiciones y acuerdos/desacuerdos sobre la reforma inacabada de los planes de jubilación públicos. Ese retiro que se vislumbra lejano. Al menos más inalcanzable y alejado que la espada económica que Putin ha puesto sobre nuestras cabezas en este otoño no deseado. A nuestro desazonado comerciante le faltará espacio en su cartel para escribir, a la vuelta de pocas semanas, otra queja más: la que ya nos ha dejado septiembre con el cierre del gas ruso y la consiguiente vuelta de tuerca. Afortunado él.
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