Historia

De la humildad para contar proezas: 1492 y 1522

Ambos textos, de los que voy a tratar, son de una inmensidad sin límites y no están escritos en latín. Tampoco están escritos con la razón. Están escritos con el corazón y todos los sentidos

Diario de Colón, se anota que "hallan ya tierra".
Diario de Colón, se anota que "hallan ya tierra".CSIC

Hoy no voy a escribir sobre Madrid, aunque sí desde Madrid. Me apetece más hacerlo sobre otros asuntos más españoles, hispánicos y mundiales.

Guardan los archivos españoles dos documentos que han hecho cambiar la Historia de la Humanidad. Ni más, ni menos. Dicho sea de paso que están escritos en español, en ese español de transición entre el castellano (medieval, peninsular) y el español (humanista, global). Yo hablo español. Castellano es el del Poema del Cid. La discusión no tiene fin. Pero si se quiere que hable castellano hoy y ahora para rebajar la grandeza de la lengua que manejamos por doquier y equipararla a otras lenguas peninsulares, me revuelvo.

Ambos textos, de los que voy a tratar, son de una inmensidad sin límites y no están escritos en latín. Tampoco están escritos con la razón. Están escritos con el corazón y todos los sentidos, y con la gran sorpresa que viven sus autores, amén de con un inconmensurable orgullo. Ambos textos los escriben en medio de la emoción y el cansancio tras haber culminado el propósito existencial que les había movido a embarcarse, nunca mejor dicho, en semejantes acciones, que acabaron siendo sendas proezas. Perplejidad, sosiego, grandeza... y humildad.

La adivinanza debe concluir: efectivamente, el uno es lo que escribe Colón en su diario de a bordo al ver sus anheladas Indias. El otro es la “carta” que manda Juan Sebastián Elcano a Carlos V al llegar a Sanlúcar contándole en qué ha consistido su periplo.

La verdad es que cada uno de esos documentos tiene su historia, su intrahistoria. El Diario de Colón fue descubierto por un gran marino-historiador, Martín Fernández de Navarrete, prócer de la cultura española de la Ilustración y del proto-romanticismo; lo descubrió en 1790 en la Casa del Infantado y -por avatares de la vida- ahora está en la Biblioteca Nacional de España. Bien es verdad que no conocemos el auténtico “Diario”, sino la versión que hizo fray Bartolomé de Las Casas, que iba a bordo de aquel primer viaje de Colón.

Carta de Elcano
Carta de ElcanoCSIC

El otro texto, la “carta” de Elcano fue publicada también por el inconmensurable Fernández de Navarrete, pero extractadamente y a partir de la copia que antes había hecho José Vargas Ponce, otro sabio español, ilustrado y por lo general absolutamente desconocido. En Europa se habían publicado versiones “libres” (¡y tanto!) de esa carta; libres digo, porque lo que se publicó no se cotejó con el original. Podemos concluir que la historia de la “carta”, de sus ediciones, o de los viajes del archivo personal de Elcano (que se conserva y gracias a ellos esta carta y otros documentos cruciales) son interesantísimas y algo confusas. El caso es que la carta ahora mismo está en el Archivo General de Indias (AGIndias, Patronato Real, 48, R-20; también en PARES). A lo largo de la Historia, el original se perdió y se publicaron, o siguieron corriendo por los mentideros eruditos, versiones no ya disparatadas, sino absurdamente ridículas. Sin embargo, el original ha reaparecido hace unos años y Borja Aguinagalde -al frente de los archivos vascos- la ha rescatado, junto a otros documentos que estaban en la misma carpetilla desde hace siglos y la ha transcrito meticulosamente.

Ambos textos narran odiseas que tuvieron lugar exactamente con treinta años de diferencia, entre 1492 y 1522. Piensa, amable lector, lo que vivieron aquellas generaciones. Si hacia 1490 Castilla y Aragón no podían aspirar a mucho más que a ser poderosos dominadores de las aguas mediterráneas, eso sí, si se conseguía reducir a los nazaríes de Granada y recomponer la nueva Monarquía de los Reyes Isabel y Fernando, digo que si a la altura de 1490 no podían aspirar a mucho más que a ser señores del Mediterráneo, tres décadas después, su Victoria culminaba la vuelta al mundo, al tiempo que en Indias los virreinatos (que no colonias) iban expandiéndose sin cesar.

No puedo seguir por estos derroteros, que no acabo.

Estas son las primeras palabras nunca escritas sobre las Indias;

“Luego, vieron gente desnuda y el Almirante salió a tierra […] Sacó el Almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de la cruz verde que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña con una F y una Y…

Vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas

maneras…

Los indios […] a todos estos actos estaban atónitos mirando…”

Por otro lado, esta es la comunicación de Elcano al Emperador de que la expedición a la Especiería había concluido tres años después de haber zarpado:

“Saberá tu Alta Majestad cómo somos llegado diez e ocho hombres solamente con una de las cinco naos que tu Alta Majestad envió en descubrimiento de la Especiería…”,

Y concluía con emocionantes palabras:

“Más saberá tu Alta Majestad lo que en más habemos de estimar y tener es que hemos descubierto y redondeado toda la redondeza del mundo yendo por el occidente y viniendo por el oriente…”

Elcano, el humilde marino de Guetaria al servicio del rey de España, aun a pesar de la tosquedad de su decir, era consciente de la gran hazaña: “hemos descubierto y redondeado toda la redondeza del mundo”.

Me gusta viajar a América. Me gusta pasear por las calles de Hispanoamérica, bien por Guanajuato, como por León de Nicaragua, y qué decir de la Plaza de San Francisco de Quito, o bajar Napo abajo, en canoa como Orellana (salvando las distancias, claro). A mi padre le gustaba un juego de palabras, aplicado a su persona y a su lengua: “Español de dos mundos” porque para él el español de España era tan importante como el español de América. Me debió culturizar a su gusto, porque este español de España, cuando cruza el Atlántico se siente un español de América, y cuando deambula por esas calles, o entra en esos patios, no sabe bien si está en La Mancha, en Andalucía o en Canarias. Se dice, se sabe, que en 1605 se exportaron legalmente a Indias 500 ejemplares del Quijote, lo que pudo ser la mitad de la primera edición.

Todo empezó a bordo de unos cascarones, la Santa María, la Pinta (que iba adelantada) y la Niña; y de una nao no más larga que un suspiro, la Victoria, entre 1492 y 1522, hace ahora exactamente medio milenio. Ese es mi tronco cultural; a ese tronco cultural pertenezco. Contigo.