Patrimonio
Los árboles que “borran” fachadas en Madrid: del Banco de España a la Puerta de Alcalá
Urge una mayor sensibilidad en la capital con el crecimiento de los árboles que ocultan edificios, algo que en París se ha hecho en la plaza de los Vosgos o en el entorno del Arco del Triunfo
En pleno centro de la ciudad de Madrid, los nuevos bienes patrimoniales reconocidos como Patrimonio Mundial por la UNESCO incluyen el parque de El Retiro, el barrio de los Jerónimos y el Paseo del Prado, desde la Plaza de Cibeles hasta la plaza del Emperador Carlos V, en Atocha. Un espacio clave de la capital de España que comprende también otros monumentos y edificios cercanos, como el Banco de España o la Puerta de Alcalá. Unos monumentos que son seña de identidad de Madrid y que, en ocasiones, quedan desfigurados o “tapados” por el crecimiento descontrolado de árboles y arbustos. Es una realidad que cuando los árboles se plantan en un espacio demasiado pequeño o demasiado cerca de los edificios, el tamaño de éstos se puede convertir en «cortina» para borrar una fachada. A ellos se suma, en no pocas ocasiones, una altura descontrolada que pugna por superar las alturas de los inmuebles, impidiendo la apreciación de las fachadas o las perspectivas en las avenidas y calles.
Un patrimonio importante para mantener y preservar
A nadie se le escapa el esfuerzo municipal por mantener este patrimonio verde. Requiere programación de nuevas plantaciones anuales, mantenimiento y el seguimiento de las más antiguas. Todo ello marcado por el desarrollo sostenible que favorece un mantenimiento mínimo, la seguridad para los usuarios, la ubicación óptima y la calidad del paisaje.
Pero lo cierto es que los árboles de poda deben adaptarse a las limitaciones de la ciudad (cerca de fachadas, tráfico…) y mantener formas armoniosas con la arquitectura y la estética.
En este sentido, el tamaño «racional» es reducir el volumen de la corona mediante la eliminación de ramas y madera muerta. Se ha de llevar a cabo en un volumen bajo, teniendo cuidado de limitar el corte de ramas grandes para cumplir con la biología del árbol y minimizar el riesgo de propagación de enfermedades. Un esfuerzo constante que, en ocasiones, como vimos recientemente con el impacto de “Filomena” se ve radicalmente trastocado por la naturaleza.
No estaría de más que Madrid, donde se han desarrollado importantes trabajos para resaltar su rico patrimonio artístico y cultural, aplicase técnicas para subrayar esa misma riqueza patrimonial con una poda adecuada. Respetuosa con las especies pero también con los monumentos, que en no pocas ocasiones se ven “difuminados” por el crecimiento de estas especies. Ejemplos no faltan en las cercanías de Banco de España, el Ayuntamiento de Madrid o la Puerta de Alcalá. Pero también en otros espacios principales, como el entorno del Palacio Real.
En este sentido, ciudades como París son un ejemplo. Mantiene árboles en formas geométricas que ponen de relieve las perspectivas. Sitios históricos, como el Campo de Marte o la Plaza de los Vosgos, se apuesta por el pequeño tamaño y se repiten unas secciones cortas en la periferia de la corona. Un cuidado especialmente especial en el entorno del Arco del Triunfo parisino con el juego de perspectivas en los alrededores de la plaza Charles de Gaulle, antes llamada plaza de L’Étoile o de la Estrella.
La poda es necesaria en la ciudad para controlar el volumen y la altura de los árboles que crecen cerca fachadas.
Una preocupación por las alturas y los espacios a la que no es ajeno el Código Civil, que en sus artículos 591 y 592 se hace eco de ello, pues prohíbe la plantación de árboles a una distancia inferior a 2 metros de la línea divisoria con la finca contigua, en el caso de árboles altos, o de 50 centímetros en caso de ser bajos o arbustos. O dispone que si las ramas de algunos árboles se extendieren sobre una heredad, jardines o patios vecinos, el dueño de éstos tendrá el derecho a reclamar que se corten en cuanto se extiendan sobre su propiedad. En el espacio público se debería seguir también estas máximas de respeto medioambiental y artístico.
Los arboles forman la trama del paisaje urbano, junto con los edificios
En democracia, o mejor dicho, con la entrada de la democracia, los políticos locales utilizaron y utilizan las plantaciones de árboles en sus campañas políticas para logar el voto de los ciudadanos. El árbol está de moda. El árbol es un derecho de la ciudad. Hoy en día las disciplinas medioambientales adquieren protagonismo, la ecología forma parte de la cultura popular. Pero también las medidas concernientes a la distancia de los árboles y las construcciones deben de ser tenidas en cuenta al planificar las plantaciones. Un equilibrio necesario entre ecología y patrimonio artístico.
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