Somos Acogida

La vida antes y después de «Somos Acogida»

¿Qué pasa con los jóvenes que están en centros de acogida al cumplir la mayoría de edad y pierden la tutela de la Comunidad? Esta asociación es el fruto de la generosidad y las segundas oportunidades

Emilia y Sheriff en la asociación Somos Acogida.
Emilia y Sheriff en la asociación Somos Acogida.La RazónAsociación Somos Acogida

«La que está agradecida con todo lo que le han dado soy yo», confiesa Emilia a propósito de los jóvenes –ya amigos– a los que su generosidad ha dado otra oportunidad. Es precisamente esa oportunidad la que a día de hoy cobra vida y se traduce en Somos Acogida. Este recurso de acogimiento residencial es una vía para evitar que los jóvenes se queden en situación de calle cuando la Fiscalía determina que son mayores de edad y no se le ha encontrado un recurso alternativo. Este proyecto trata de proporcionar a los chicos los medios necesarios para que puedan desenvolverse y ser parte de la sociedad en su nueva vida adulta. El objetivo es dotarles de las herramientas para que puedan gozar de los mismos derechos y asumir las mismas obligaciones que cualquier otro ciudadano. LA RAZÓN habla con Emilia, fundadora de la asociación, y con Sheriff, quien demuestra que con la predisposición propia y del otro, se puede salir hacia adelante.

Sheriff va a ser papá y por primera vez tiene esperanzas de futuro. Así lo cuenta: «Llevo tres años en España y estuve en el centro de Hortaleza, hasta que conocí a Emilia, ella fue quien verdaderamente me acogió. En Somos Acogida estudié español y me preparé cursos de peluquería y electricista, en lo que trabajo actualmente. Estaba muy perdido, no veía salida y todo era negro. De repente, Emilia, con paciencia y dedicación iba hablando conmigo e insistía en que creyera en mí, me llevó a la casa del pueblo –Toledo– donde pude trabajar y darme una oportunidad».

Somos Acogida es el lugar donde estudian, aprenden el idioma, organizan actividades de ocio, visitan la casa del pueblo de Emilia en Toledo y son ayudados con los trámites del papeleo, algo que Sheriff recuerda como tedioso y desesperante: «Fue algo muy muy difícil, si no tienes un poco de suerte estás perdido. No hay salidas. En mi caso yo no tenía opciones si no hubiese conocido a Emilia, ella apostó por nosotros y nos sacó del pozo. Si no hay tutela en la Comunidad de Madrid es imposible, y si hay tutela y pasas los dieciocho años tienes que contar con un abogado y esperar una eternidad para obtener los papeles», lamenta.

Sheriff, como muchos otros, no lo ha tenido fácil. Con diecisiete años salió de Tánger en patera hasta llegar a Algeciras. Allí estuvo dos días hasta que llegó a Madrid en busca de una vida mejor. Durmió en la calle y finalmente lo destinaron al centro de Hortaleza. «Yo no veo mucha esperanza en los centros, aunque evidentemente es mejor que dormir en la calle porque tienes cama y comida. Pero puedes estar mucho tiempo sin cursos de formación para acceder al mundo laboral o esperando que se formalicen los papeles», explica acompañado de su pareja, la única persona con la que cuenta porque el resto de su familia está en Senegal. «Hablo con mis seres queridos y los echo mucho de menos. Estamos buscando la forma de traer a mi madre, que está muy contenta con la noticia de ser abuela. A ver si tenemos suerte», detalla Sheriff.

Construir sociedad

Dijo Antoine de Saint-Exupéry que si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar.

Luchadora, sin pelos en la lengua y firme defensora de los derechos humanos. Así es Emilia, una mujer –probablemente avanzada en su época– que no guarda en excusas sus años para seguir con las mismas ganas, o más, de cambiar el mundo. «Yo quería la mejor educación para mis hijos, la mejor sanidad. Siempre he creído en lo público y me estudiaba las nuevas leyes enteras. Tanto fue así que acabé siendo la presidenta de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos durante toda la etapa escolar de mis hijos», afirma Emilia. Recuerda aprenderse la LODE (ley que regulaba el derecho a la educación) para sus hijos, y mientras la leía tapaba con un folio sus apuntes para que no le vieran sus faltas de ortografía. Quizá fue su sed de posibilidades lo que la empujó a luchar por el devenir de la sociedad.

Y aunque tarde, demostró que no imposible, pues ya con hijos se sacó el certificado de estudios. Con su primer marido, se enfrentó a una época en la que no existía el divorcio, también a la manera de vivir a escondidas. Encontró el amor con un señor del que al principio decía que «tenía mucha barba y no sabía reír», quien acabó siendo su marido, ya 36 años, y pilar fundamental de la asociación. «Pienso que el sufrimiento en mis propias carnes, las ganas de ser libre y ser feliz, es lo que me ha dado fuerzas a seguir», confiesa Emilia. Desde su afán por construir barrio, creó la primera Asociación de Mujeres en Hortaleza; luego Mujeres Para un Distrito, con el objetivo de ofrecer puestos de trabajo a las mujeres de Hortaleza. Estuvo siete años en el Consejo de la Mujer de Madrid y fue pionera del Foro contra la Violencia de Madrid tras el asesinato a Ana Orantes. Y, cuando parecía que le llegaría el descanso con la jubilación, resulta que todavía lo mejor estaba por llegar. Y es que de ese: «Si tanto te gustan los inmigrantes, llévatelos a tu casa», Emilia se los llevó.

La asociación

«Yo no tenía ni idea de inmigración. Pero veía en el parque a chicos sin casa, con los que hablaba y escuchaba sus problemas. Les enseñaba español y me acompañaban a pasear a mi perra. Me molestaba que si pasaba algo en el barrio siempre se les señalase a los mismos. Un día me encontré a dos, uno de Bangladesh y otro de Costa de Marfil, en la calle a muy bajas temperaturas porque en las casas de acogida cerraban de 16:00 a 21:00. No tenían donde ir y me los llevé a mi casa», cuenta la protagonista. A partir de ahí, la casa de Emilia se convirtió en la verdadera acogida para personas con dificultades: «Descubrí que les gustaban mucho las uvas, manzanas y plátanos. Busqué a gente que ayudó para recolectar productos de primera necesidad. He visto las heridas que les suponen correr en los montes de Marruecos intentando salir. Y sobre todo vi lo solidarios que son entre ellos», expone Emilia.

Un día de Reyes en el salón de casa de Emilia nació la Asociación, con la ayuda de vecinos y miembros del movimiento ciudadano de Hortaleza. Desde el principio, Emilia deja claro que no quería meterse en política, tiene muy claro qué, para qué y con quién trabaja.

«La satisfacción que siento trabajando con ellos es el mayor regalo que la vida me ha dado. Me han aportado a mí mucho más que yo a ellos», expresa Emilia. Y además reivindica la mejora en los trámites de residencia: «Son procesos muy arduos. Hacen falta mecanismos y agilidad, empeño por parte de las instituciones para facilitarle la vida a estas personas».