Arte

La Mínima: Un pequeño templo a la cerámica en San Lorenzo de El Escorial

Desde su nacimiento el pasado mes de marzo, esta galería se ha convertido en un referente contemporáneo de la cerámica contemporánea

Lucia Martín
Lucia Martín, co fundadora de La MínimaPlatón

Un local de apenas unos metros cuadrados en el corazón de San Lorenzo del Escorial está reconfigurando el lugar de la cerámica dentro del arte contemporáneo. Se trata de La Mínima, una galería que, pese a su reducido tamaño, se ha convertido en uno de los pocos espacios en España dedicados exclusivamente a la cerámica artística. Desde su apertura en marzo, este proyecto ha ido ganando reconocimiento entre artistas, coleccionistas y amantes del arte por igual. «Todo empezó por mi padre», cuenta Lucía Martín, cofundadora del proyecto. «Él siempre ha estado vinculado al mundo del arte, pero hace un par de años descubrió la cerámica. Se apasionó por completo y eso nos llevó a adentrarnos en un universo que en España ha estado demasiado ligado a lo utilitario o a lo tradicional, pero que en otros países se valora como arte escultórico de alto nivel». De esa revelación surgió La Mínima, con el propósito de convertirse en un altavoz para artistas que trabajan exclusivamente con cerámica, tanto emergentes como consolidados. «Queríamos crear un espacio de encuentro, donde la cerámica se entendiese como un soporte artístico con identidad propia», explica.

La galería, añade, quiere tender puentes entre creadores de dentro y fuera del país, y «poner en valor un material que es, a la vez, ancestral y moderno, técnico y expresivo, frágil y resistente». La cerámica ha sido tradicionalmente considerada en nuestro país como un arte «menor» o artesanal, asociada a la alfarería popular y a los mercadillos. Pero La Mínima ha querido romper con ese cliché desde el primer momento. «Desde Altamira, la humanidad ha dejado huella en el barro. En el neolítico ya se distinguían las culturas por el tipo de cerámica que hacían», recuerda Lucía. La galería apuesta por piezas únicas, realizadas a mano, sin moldes, que van desde esculturas hasta objetos utilitarios con acabados de altísima calidad. «Hay artistas plásticos que se han volcado en la cerámica como soporte: desde Mariscal hasta el propio Picasso. Es un campo con infinitas posibilidades», afirma.

Un enclave con alma

Instalarse en San Lorenzo del Escorial no fue una casualidad. «Primero, porque es un pueblo precioso, ligado históricamente al arte», señala Lucía. «Y segundo, porque somos de la zona. Conocemos el entorno y sabíamos que aquí, con el turismo y la sensibilidad cultural que hay, había una buena oportunidad para ofrecer algo especial y diferente». El nombre del proyecto, La Mínima, refleja tanto la escala del local como la filosofía del espacio. «Queríamos demostrar que no hace falta un gran espacio para albergar arte», añade. «Lo mínimo es lo esencial. Con un poco de barro ya se puede hacer arte. Nos gusta esa idea de lo mínimo como lo indispensable y lo poderoso a la vez». La buena acogida no se ha hecho esperar. «Nos han visitado desde vecinos del Escorial hasta personas que vienen de Madrid o incluso de otras partes de España expresamente para vernos», cuenta. «Muchos nos dicen que no hay ningún otro espacio así. Y lo cierto es que, dedicadas solo a cerámica, creo que somos tres galerías en toda España».

Este éxito ha impulsado al equipo a preparar una segunda sede, esta vez en Madrid capital, en el barrio de Chamberí, con un espacio más grande y nuevos proyectos. «Queremos que sea también un centro de formación, con ‘‘masterclasses’’, conferencias, eventos… no talleres de iniciación, que hay muchos, sino algo más académico. Un espacio para artistas con experiencia que quieran perfeccionar técnicas o compartir las propias».

El ceramista Rafa Chacón
El ceramista Rafa ChacónCedida

El artista sevillano Rafa Chacón vive la cerámica como una forma de renacimiento. Tras una grave enfermedad que le dejó una traqueotomía permanente, decidió dedicarse a lo que siempre había soñado: la escultura cerámica. «Tuve un problema en la glotis y mi vida dio un giro radical. Me metí en un taller de cerámica y supe que eso era lo mío. Fue un accidente, sí, pero el mejor de mi vida. La cerámica me salvó».

Para Chacón, La Mínima ha supuesto un punto de inflexión. «Apostaron por mí para ir a la feria CerARTmic y sin duda ha sido un antes y un después en mi carrera. No solo por la venta, que fue muy bien, sino por la visibilidad y el reconocimiento que he ganado. Hasta ahora no había expuesto en Madrid», y añade, «desde el minuto uno me he sentido arropado y apoyado, estoy seguro de que nos queda un largo camino juntos». Sus obras actuales en La Mínima son una suerte de narración visual: «Una especie de cuento infantil para adultos. Color, expresividad, simbología… lo barroco, lo mitológico, lo religioso y lo personal se mezclan. Cada figura es un pequeño altar a una parte de mí o de mi vida».

Miguel Molet
Miguel MoletCedida

Desde Huesca, el veterano ceramista Miguel Molet recuerda sus inicios a este periódico. «Yo empecé en los 90, cuando aún había cierta efervescencia en los mercados de arte y artesanía. Me atrapó el modelado, me metí de lleno, y hasta hoy». Pese a ser un mercado cambiante, se muestra optimista: «Tras la pandemia, mucha gente se ha dado cuenta de que en pantallas no se vive. Hay una necesidad de volver a lo físico, a lo manual. Y eso se ha notado. Hay más demanda de cursos, de aprender cosas nuevas y vivir nuevas experiencias». Su colaboración con La Mínima nació de un curso que compartió con Juan Ramón Martín, cofundador de la galería. «Me habló del proyecto y me invitó a participar. Lo que hacen es necesario. No hay casi espacios así. En Madrid, la venta de cerámica es muy difícil, pero parece que ahora se está moviendo algo». En la galería pueden verse piezas suyas funcionales y de diseño: jarrones, tazas, vasos… todos elaborados con gres cocido a alta temperatura y decorados con su estilo personal, colorido y expresivo.

Un futuro moldeado a mano

Para La Mínima, lo importante ahora es seguir creciendo con coherencia. La búsqueda de artistas no cesa: «Nos encanta recibir portfolios, nunca decimos que no a que nos los envíen. Es un momento de apertura, los artistas necesitan espacios así para dar salida a unas obras que, hasta ahora, no tenían visibilidad», afirma Lucía. También han despertado el interés de interioristas y coleccionistas. «No solo se trata de vender, sino de divulgar. La cerámica está entrando poco a poco en los hogares, en los espacios de diseño, pero también en los museos y ferias. Queremos formar parte de esa transformación», concluye. Y aunque La Mínima nació como un proyecto local y modesto, su ambición es clara: convertirse en un referente nacional e internacional en el arte cerámico. Su existencia, como dice Lucía, «es una prueba de que siempre hay sitio para el arte».