Historia

De aquí salió la piedra del Palacio Real y la Cibeles

La villa de Colmenar de Oreja, con sus canteras, fue clave en la belleza arquitectónica y artística de la capital

Plaza Mayor de Colmenar de Oreja, Comunidad de Madrid
Plaza Mayor de Colmenar de Oreja, Comunidad de MadridEl EquipoEl Equipo

Unas piedras con historia. Ligadas a la ciudad de Madrid, a su importancia como capital. Gracias a ellas ha destacado el genio de arquitectos y escultores. Y todo desde las canteras de Colmenar de Oreja, donde existen varios tipos de caliza, generalmente en colores grises y cremas pálidos. Algo que las ha caracterizado y distinguido. Este color las diferencia de las calizas cretácicas procedentes de la franja adyacente al Sistema Central (El Molar, Venturada, Torrelaguna), que suelen tener colores más cálidos (anaranjado, amarillento) e intensos. Cabe apuntar que su origen y edad es totalmente diferente: las de Colmenar y en general todo el sureste de Madrid son de origen lacustre y edad miocena, mientras que las de la franja de la sierra son de origen marino y edad cretácica.

La caliza de Colmenar de Oreja, también conocida por arquitectos y expertos en construcción como «piedra de Colmenar», se formó en un mosaico de lagos y lagunas de agua dulce, parecido a las actuales Tablas de Daimiel.

Piedra de Colmenar
Piedra de ColmenarComunidad de Madrid

En el origen de todo, estas rocas se originaron por acumulación de restos calcáreos de algas, moluscos gasterópodos y ostrácodos, así como por carbonato cálcico procedente de la actividad de cianobacterias. Todos estos organismos son frecuentes en los lagos desde hace millones de años. La piedra caliza de Colmenar se ha utilizado en la construcción de algunos de los monumentos emblemáticos de la Comunidad de Madrid, tales como los palacios reales de Aranjuez y de Madrid, las Puertas de Alcalá y de Toledo de la ciudad, o el conjunto monumental de Nuevo Baztán.

La cantería tuvo su más esplendoroso momento durante el siglo XVIII. Entonces se acometieron numerosas obras en la Villa y Corte que necesitaron de esta materia prima. Entre todas destaca el imponente edificio del Palacio Real de Madrid y la serie de estatuas de gran tamaño, en total unas 108, que lo iban a coronar y que hoy en día están repartidas por diversos lugares de la capital y más allá...

En el origen de aquella diáspora está la orden de Carlos III, que, a petición de su madre, Isabel de Farnesio, según la tradición y la versión de algunos historiadores, una noche soñó que un terremoto sacudía todo Madrid y las estatuas caían sobre ella aplastándola. Las figuras de piedra permanecieron guardadas en unos sótanos subterráneos hasta que Isabel II llegó al trono y decidió repartir estas esculturas por toda la ciudad y por toda la geografía española.

Muchas se quedaron en la Plaza de Oriente o en los Jardines de Sabatini, a escasos metros de su ubicación original; otras colocadas en El Retiro, la Glorieta de Pirámides o el Museo de Artillería; pero otro grupo de figuras fueron reubicadas en ciudades como Ferrol, Vitoria o Pamplona. En 1973, durante la restauración de la fachada del Palacio Real, se colocaron varias estatuas en la balaustrada superior para recuperar el diseño original de los arquitectos Juvara y Saquetti.

Pero volviendo al trabajo y operativo con la piedra de Colmenar y su transporte, el problema de aquellos tiempos, allá por el siglo XVIII, aparte de la penosa extracción de los bloques bajo tierra, era el transporte de tan pesados volúmenes. No existía otro que el lentísimo rodar de las carretas tiradas por bueyes y, para las mejores piezas, los carros falcados, que poseían cierta curvatura basada en la figura de la hoz.

Hoy estas canteras están a mucho menor rendimiento, a pesar de la superior calidad de su piedra, por faltarle un ramal del ferrocarril, y la explotación de las pocas que siguen funcionando están mecanizadas y se hace a cielo abierto. Media docena de hombres realiza el trabajo que hacían antaño mil. La piedra cada vez está más profunda y los costes de extracción aumentan. Son en sí mismas, pura historia.