Gastronomía

Arturo Fernández: «He hipotecado mi casa para pagar nóminas, me ilusiona crear empleo»

Tras toda una vida dedicado a la hostelería, el reconocido empresario Arturo Fernández se prepara para la apertura de La Nicolasa en septiembre, el histórico restaurante de Madrid

Arturo Fernandez, fundador del grupo Arturo Cantoblanco. © Gonzalo Pérez
Arturo Fernandez, fundador del grupo Arturo Cantoblanco. © Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez MataFotógrafos

A sus 80 años, Arturo Fernández, histórico empresario madrileño, abre una nueva etapa con la reapertura del mítico restaurante La Nicolasa. Detrás de esta decisión hay una vida entera de trabajo, de más de 180 locales gestionados, una trayectoria familiar ligada a la restauración y la armería, y un orgullo que repite sin cesar: «He pagado tantas nóminas que eso me enorgullece. Los trabajadores son parte de mi familia», ha confesado a LA RAZÓN.

«Yo he hipotecado mi casa para pagar nóminas». Esta frase, tal y como cuenta Fernández, es en realidad el resumen vital de Arturo Fernández, un empresario madrileño con una historia personal que se entrelaza con la historia reciente del tejido empresarial de Madrid. Desde sus inicios familiares en el mundo de las armas y el campo de tiro, hasta liderar una de las mayores redes de restauración del país, Arturo se ha definido por una constante: crear empleo y cuidar a su gente.

La historia empresarial de Arturo Fernández comienza mucho antes de su nacimiento. Su abuelo fundó una armería en Madrid y, más tarde, abrió un campo de tiro en la zona norte. Allí, para atender a los clientes que probaban escopetas o practicaban el tiro al pichón, instaló un pequeño restaurante. Sin saberlo, ponía la primera piedra de lo que años después sería una de las trayectorias más relevantes de la restauración española. El abuelo de Arturo arreglaba escopetas tanto a los cazadores de los pueblos como a la aristocracia, incluidos condes, duques y al mismísimo rey Alfonso XIII. Tras la Guerra Civil, su padre continuó con el negocio familiar. Pero fue Arturo quien le dio una nueva dimensión: estudió un máster en EE.UU. y, con apenas 18 años, tomó las riendas del restaurante del club de tiro Cantoblanco.

En los años 80 y 90, expandió su actividad hasta alcanzar más de 180 establecimientos. Su empresa, Grupo Arturo Cantoblanco, llegó a servir más de 50.000 comidas al día, incluyendo servicios en la Asamblea de Madrid, Televisión Española, Telemadrid y hasta la Jornada Mundial de la Juventud con el Papa, donde sirvieron a dos millones de personas en apenas 48 horas. Preguntado por el secreto para alcanzar tales dimensiones empresariales es sencillo: calidad y servicio antes que beneficio. «Las multinacionales miran las cuentas; nosotros mirábamos a los clientes», explica. Esa cultura familiar del esfuerzo, sumada a una capacidad de trabajo incansable, le valió la confianza de empresas como Telefónica, instituciones como el Congreso de los Diputados o entidades como la UGT. Y es que por mucho que los tiempos hayan cambiado desde entonces y las redes sociales sean el altavoz de referencia, «el boca a boca es lo que funciona en este negocio», señala.

Arturo también tuvo una vertiente institucional de gran peso: fue presidente de la Cámara de Comercio de Madrid, de CEIM, de IFEMA, de Eurodefens y hasta representante de empresarios europeos en París. Durante su presidencia, impulsó medidas clave como los horarios comerciales libres junto a Esperanza Aguirre, hoy defendidos por Isabel Díaz Ayuso. «Madrid es una especie de isla que funciona», opina. Y en esta línea, Fernández manifiesta con orgullo que «Almeida y Ayuso están haciendo una gran labor». Sin embargo, no todo fue un camino de rosas. Su nombre saltó a los titulares al ser imputado por el caso Bankia, tras su participación en el consejo de administración y la salida a Bolsa. Aunque fue finalmente absuelto y exonerado de toda culpa, el daño reputacional fue profundo. Así lo recuerda: «Tuve que dimitir de todos mis cargos y mi grupo, que facturaba 350 millones, entró en concurso. Pero no despedí a nadie, los reubiqué a todos. Hice lo que tenía que hacer».

Arturo Fernandez, fundador del grupo Arturo Cantoblanco. © Gonzalo Pérez
Arturo Fernandez, fundador del grupo Arturo Cantoblanco. © Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez MataFotógrafos

Lejos de retirarse, Arturo Fernández ha preferido resurgir con energía, apelando a que la edad es solo un número y teniendo muy claro que, «al menos, hasta los 100 años, seguiré emprendiendo. Me encanta mi trabajo y es a lo que me he dedicado toda la vida». Ya siendo un veterano, ha recuperado uno de los restaurantes más emblemáticos de Madrid: La Nicolasa. «Es parte de mi historia, de la historia de Madrid. Era un sitio donde iba todo el mundo». Ahora, con una cuidada renovación, amplía su terraza y se prepara para reabrir entre septiembre y octubre de 2025 con el mismo espíritu con el que lo hizo ser conocido por su amplia gama de restaurantes: buena comida, trato cercano y precios razonables. «Me gustaría que todo el que quisiera pudiera acceder a mis restaurantes, por eso defiendo unos precios competitivos en mis negocios», aclara.

Con una larga trayectoria a sus espaldas y conocedor de la capital como pocos, hoy Fernández afirma que «Madrid es una ciudad que acoge. Hay más comedias en la Gran Vía que en Broadway, y unas terrazas maravillosas. Además, el aire está más limpio gracias a las medidas del Ayuntamiento. Yo soy coleccionista de coches, y eso se nota».

Para él, ser empresario es una vocación, no una profesión: «Esto no va de trabajar 37 horas. Se debe trabajar lo que haga falta. Hay que ser honrado, tenaz, tener ilusión y rodearse de buena gente. Yo me rodeo de muchos amigos, y eso es lo que más vale en esta vida, no me cabe la menor duda».

Arturo Fernandez, fundador del grupo Arturo Cantoblanco. © Gonzalo Pérez
Arturo Fernandez, fundador del grupo Arturo Cantoblanco. © Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez MataFotógrafos

Para Arturo, un empresario debe tener alma ante todo: «Lo que me ilusiona es crear empleo. He llegado a hipotecar mi casa para pagar nóminas, y no me arrepiento».

No sabemos cuánto tendremos que esperar para leer sus memorias, las cuales, junto a las de su abuelo, quedarán escritas, pero desde luego que no pasarán desapercibidas porque cuentan la historia de toda una generación. En su caso, dice que no es de los que miren hacia atrás con nostalgia, sino con la satisfacción de quien ha vivido haciendo lo que ama: trabajar, crear, liderar. «Tengo más proyectos ahora que nunca. La Nicolasa es solo el principio». Afirma que todavía palpitan las ganas del joven que un día decidió que su lugar no estaba en los despachos, sino al frente, donde se lidera con el ejemplo.

La Nicolasa

Arturo Fernández prepara su regreso por todo lo alto con la apertura de La Nicolasa, un restaurante que promete convertirse en uno de los nuevos templos del pescado en la capital. El local elegido para esta ambiciosa reapertura es el que hasta ahora albergaba el restaurante oficial del programa MasterChef, situado en la calle Velázquez, 150. Tras siete años de funcionamiento y más de medio millón de comensales atendidos, el restaurante televisivo cerrará sus puertas el próximo 31 de julio debido a la jubilación de su actual gestor, Roberto Franci.

Será entonces, a partir del mes de agosto, cuando comiencen las obras de reforma para dar paso al nuevo proyecto de Fernández, que planea inaugurar el renovado espacio en septiembre de 2025. La Nicolasa, que ya existió en Madrid como uno de los buques insignia del desaparecido Grupo Arturo Cantoblanco, renacerá con una carta centrada en el producto fresco y de temporada, especialmente pescados y mariscos, con elaboraciones que combinan tradición y técnica contemporánea. El precio medio por comensal se estima entre los 80 y 90 euros.

La elección del nombre no es casual: La Nicolasa es un guiño a la mítica cocinera vasca Nicolasa Pradera, que a mediados del siglo XX ya daba nombre a un restaurante en esa misma dirección de Velázquez, así como a su célebre recetario La cocina de Nicolasa, referencia obligada de la gastronomía española tradicional. Con este gesto, Arturo Fernández rinde homenaje a la cocina clásica.