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«Cinema Paradiso» cobra vida en Madrid

Villarejo de Salvanés alberga la mayor colección cinematográfica de Europa

Musei del Cine de Villarejo de Salvanés. © Jesús G. Feria.
Musei del Cine de Villarejo de Salvanés.© Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

Esta es la historia de un niño, de apenas ocho años, que vivía en un pequeño pueblo a las afueras de Madrid. Es, también, una historia de sueños, de esfuerzo y de muchos kilómetros recorridos. Pero, sobre todo, es la historia de cómo el cine y la vida se unen, dialogan y se entremezclan hasta crear en un pueblo como Villarejo de Salvanés la colección cinematográfica más grande de Europa y tal vez del mundo. Pero volvamos al inicio, a hace casi sesenta años. Cuando aquel niño se convertía en el encargado del proyector del cine local.

«Mi padre era un hombre muy humilde, pero tenía el sueño de tener una sala de cine», relata a LA RAZÓN Carlos Jiménez, propietario del Museo del Cine de esta localidad madrileña. Tan grande era ese sueño que, finalmente, logró hacerse con un proyector, que Carlos conserva aún nada más entrar al museo. Sin embargo, «no había dinero para pagar a un operador, por lo que yo, con ocho añitos, me puse a cargo de él». Este proyector dista mucho de los actuales. No tiene nada de automático. «Funciona con arco voltaico, echa humo y hay que regularlo a mano», explica, reconociendo que, a pesar de que no era nada sencillo, «lo pasaba muy bien».

Musei del Cine de Villarejo de Salvanés. © Jesús G. Feria.
Musei del Cine de Villarejo de Salvanés. © Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

Según la relata, es inevitable comparar su historia con la de la mítica película italiana «Cinema Paradiso», la cual sitúa su acción en un pequeño pueblo de Italia, imbuida en la posguerra, y cuyo protagonista, un niño apodado Totó, encuentra su amor por el cine siendo el ayudante del operador de cámara, Alfredo. Un amor que le lleva a estar vinculado al mundo del celuloide durante toda su vida, igual que ha pasado con Carlos. Y que, además, ha estado por encima de todas las situaciones difíciles. «Sé que ahora cuando se mira atrás parece que esa época de España es vista como oscura, pero la realidad es que yo, que además nunca he sido muy político, la recuerdo con un cariño especial», dice. «Me dicen mucho que soy una persona melancólica, y tal vez sea verdad, pero para mí fue la mejor etapa de mi vida, y tener aquí esta colección me hace volver a ella».

Y, por como lo cuenta, parece una época realmente divertida. «Mi padre alquiló una pequeña sala de baile, y pensó que el cine también podía funcionar, así que con la misma entrada uno tenía baile y cine», explica. Además, reivindica la función social que han cumplido estas salas y las propias películas. «Si en una aldea sabían que en las ciudades existían los semáforos, era porque se veía en el cine», defiende, «en el siglo pasado, las películas eran el equivalente a lo que es internet hoy en día». Además, recuerda perfectamente que había «dos ambientes bien diferenciados», que eran «el de la pantalla y el del patio de butacas». «La gente gastaba bromas, hablaba... pero todo de forma muy inocente, porque la gente venía a pasárselo bien», asegura. La paciencia tampoco era la misma que ahora. «A lo mejor la película se cortaba 20 veces, pero la gente, en lugar de enfadarse, a lo mejor le hacía algún chascarrillo al operador». Tampoco lo era la inocencia de la gente. «Yo recuerdo proyectar la película de Drácula cuando era niño y que me diera un miedo horroroso, y que la gente estuviera muerta de miedo también en la sala», dice. Sin embargo, hace unos años la proyectó, nuevamente tirando de nostalgia. «Los niños de la misma edad que tenía yo entonces venían para reírse del monstruo, ¡para mí era increíble!».

Musei del Cine de Villarejo de Salvanés. © Jesús G. Feria.
Musei del Cine de Villarejo de Salvanés. © Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

Mil y una anécdotas ha acumulado Carlos durante todos estos años sobre cómo ha sido esta andadura y cómo ha acabado con una colección tan excepcional, aunque lo cierto es que no recuerda cuál fue la primera pieza que compró por el simple hecho de coleccionar. Lo que sí es cierto es que Carlos habla de esta colección como parte de si mismo, reconociendo su valor, pero de una forma humilde. De hecho, al ver desde la calle el Museo del Cine de Villarejo de Salvanés -donde antes estaba la sala del Cine París-, apenas se es capaz de imaginar el enorme tesoro que se encontrará dentro, y que se ha logrado recorriendo muchos kilómetros. «He sido propietario de más de 200 cines en España, simplemente cogiendo el coche y yendo de pueblo en pueblo, preguntando, buscando», explica. A esto se le sumó, más tarde, la posibilidad de buscar piezas únicas a través de internet y de pujar por ellas. «Tengo la primera cámara de los hermanos Lumière», asegura, aunque esta no se encuentra expuesta en el museo, sino a buen recaudo. Lo que sí se encuentra en el museo es toda una secuencia de aparatos que narran los inicios no solo del cine, sino de la imagen plasmada y, después, en movimiento, a través de cientos y cientos de objetos, proyectores, imágenes... e, incluso, un enorme Óscar del Teatro Kodak de Los Ángeles. Una pasión que recuerda, de nuevo, a aquella frase de Cinema Paradiso, «Busca algo que te guste, y, sea lo que sea, ámalo, como amabas la cabina del Cinema Paradiso cuando eras niño».

Todo un gabinete de curiosidades

Las máquinas, proyectores y cámaras de la colección expuesta en el Museo del Cine de Villarejo de Salvanés funcionan. Carlos Jiménez se ha ocupado de restaurarlas, buscando las piezas necesarias a lo largo de casi cinco décadas. Proyectores de la Alemania de la II Guerra Mundial, una silla con reposacabezas, una bicicleta que se usaba para dotar de energía al proyector, experimentos de física que casi parecen juguetes infantiles y una llamativa máquina francesa a la que se le metía una moneda para ver un corto que mostraba una mujer con escasa ropa son solo algunas de las maravillas de este lugar, que puede visitarse todas las semanas.