Historia

El desaparecido Instituto Nacional de Higiene de Madrid

Un centro clave en el inicio de la investigación de las vacunas en nuestro país y en el desarrollo de políticas de salud

El desaparecido Instituto Nacional de Higiene de Madrid
El desaparecido Instituto Nacional de Higiene de MadridBNE

Ahora que muchos tratan de olvidar los estragos que ha causado en nuestro país la pandemia del Covid, toca recordar una institución que fue clave, hace más de cien años, en la lucha contra las enfermedades y pandemias de aquel momento. Una institución que abrió el camino a otras, vitales en estos tiempos, como el Insituto de Salud Carlos III, que tanto y acertado protagonismo tuvo en la lucha contra el Covid -19.

En ese sentido, y en aquella España que pugnaba por salir del ostracismo y subirse al carro de la ciencia y la investigación, la aparición de diversas epidemias de cólera en 1899 en Portugal e Italia, así como la necesidad de refundir en un único centro los diversos servicios de análisis bacteriológico y vacunación, estimularon la creación -mediante real decreto de 28 de octubre de 1899- del Instituto de Sueroterapia, Vacunación y Bacteriología Alfonso XIII.

Todo un referente, en aquellos tiempos, el Instituto de Higiene de Madrid era clave en la «salud» nacional, el centro dependía del Gobierno y su presupuesto era algo incierto. Nada extraño en un momento en que no existían controles ni contabilidades que pudieran hacer frente a la corrupción.

En él se llevaban a cabo estudios e investigación sobre microbiología, sueroterapia y vacunas, también se abordó la producción de sueros y vacunas y la enseñanza de futuros profesionales. Unas iniciativas muy novedosas que algunos veían como clave en una política de Estado.

Inicialmente la institución estaba localizada en una zona céntrica de Madrid, pero se trasladó a las afueras para evitar la propagación de posibles infecciones y enfermedades, así como mantener el aislamiento necesario para sus investigaciones. En ese sentido, se construyó un nuevo edificio en la finca de la zona de la Moncloa, en el solar en que posteriormente se levantó el actual Rectorado de la Universidad Complutense.

En 1908 el ministro Juan de la Cierva concedió un crédito presupuestario de casi 600.000 pesetas, una auténtica fortuna para la época, para la construcción de un nuevo edificio en La Moncloa, lejos del otro, más céntrico -y más peligroso para la ciudadanía- en la calle Ferraz.

La nueva sede del Instituto se levantó entre 1914 y 1915, en estilo neobarroco, por los arquitectos Leon Chifflot y Camile Lefebre. Se trataba de un gran caserón de cuatro plantas y dos patios interiores, dispuestos junto al cruce del Paseo de La Moncloa y la Carretera al Puente Nuevo.

Cabe apuntar que en 1923, Santiago Ramón y Cajal, el gran científico español, Premio Nobel de Medicina, lo comparaba con los mejores centros de investigación del extranjero. Al igual de lo sucedido con el Asilo Santa Cristina y el Instituto Rubio, el recinto del Instituto sufrió el efecto de la Guerra Civil. Al estar emplazado en la Ciudad Universitaria, zona de intensos combates, sufrió las bombas y metrallas, por lo que quedó casi totalmente destruido. Al finalizar la contienda, el edificio no fue reconstruido y sus funciones quedaron absorbidas por otras instituciones. En su lugar, como apuntamos, se levantó el Rectorado de la Universidad Complutense, en estilo escurialense, algo muy del gusto de la época.

Con todo, aquella institución que albergó estudios de vacunas o higiene, con el paso de los tiempos, y la apertura, como un abanico, de las áreas de trabajo e investigación, vio como sus espacios de estudio fueron absorbidos por instituciones como la Carlos III, en la zona del hospital La Paz o los institutos de seguridad y salud en el Trabajo, la casi totalidad de ellos trasferidos a las comunidades autónomas.

Atrás queda este centro Alfonso XIII, centro pionero de investigación que, como tantos otros, sufrió la destrucción de la Guerra Civil.