FAIM
Donde el arte de autor alcanza su clímax
Hasta mañana domingo, setenta artistas nacionales e internacionales de todas las disciplinas exponen sus obras en la vigésima edición de la Feria de Arte Independiente de Madrid, en la Fundación Pons
Concebir el arte de otra forma es posible. Ejemplo de ello son los veinte años que lleva celebrándose la Feria de Arte Independiente de Madrid (FAIM), que hasta mañana acoge, por quinto año consecutivo, la Fundación Pons (Serrano, 139). Tras el éxito de ediciones anteriores, con una media de seis mil visitantes, esta edición no hace más que poner en valor su apuesta por el arte de calidad, sin intermediarios y en el que hay espacio para todos. Este año, son 70 artistas que abarcan un amplio espectro de lenguajes y formatos -pintura, escultura, arte digital, fotografía, dibujo...-, los que harán una vez más que esta feria se convierta en parada obligatoria y necesaria en la capital.
«Desde sus inicios tuve claro que quería que fuese una feria únicamente de artistas. Sin galerías, ni intermediarios, para que fuese los propios artistas los que representasen su obre y se defendiesen a sí mismos», cuenta Marta Lueje, directora de la FAIM a este periódico. Así, en el año 2000 se convirtió en la primera feria sólo de artistas en España. «De lo que se trata y que más engancha de este encuentro, es que el artista venga, cuente su historia, hable de su trayectoria, de sus obras, de las técnicas que emplea y venda, directamente con el público». Algo que desde entonces, llamó la atención y sigue atrayendo a cantidad de artistas nacionales, internacionales, emergentes y consagrados que han pasado, pasan y seguirán pasando por allí.
Como imaginarán, en estos veinte años han sido muchos los cambios, empezando por las localizaciones. Esta feria ha pasado por el actual Museo del Traje -donde congregó a 180 artistas, después pasaron por la Casa de Campo -superaron los 300-, el Palacio de Congresos, Casa Club y desde hace cinco en la Fundación Pons. «Ha sido una evolución grande en cuanto a calidad, no en cantidad, porque son menos, pero digamos que mucho más elegidos». Para esta elección,Lueje confiesa no necesitar currículum, pero sí que la obra «hable por sí misma». «Basamos nuestro éxito en la honestidad, en la dedicación y en la profesionalidad de nuestros artistas invitados», añade. Esto hace que se puede encontrar de todo, de calidades y trayectorias diferentes. Desde artistas que han expuesto en ferias internacionales hasta jóvenes emergentes.
Es en estos dónde Lueje ha visto un gran salto de calidad. «Cuando yo empecé, el que despuntaba lo hacía porque era un genio. Ahora hay chavales que hacen maravillas, que no han estudiado, hay algo en la gente de ahora». Pero, ¿a qué se debe?: «El mundo es más inteligente, avanzado, los niveles de conocimiento mayores, los jóvenes han experimentado más, también cuentan con máquinas que les ayudan». En definitiva, que las mentes están más despiertas. De su mano viene también la irrupción del arte digital, algo que la propia directora descubrió durante la pandemia y que ha incluido entre sus disciplinas. «Empecé con acuarela, después figurativo, abstracto y ahora digital. Es un experimento muy bonito, una herramienta más que está muy bien, hay que avanzar. El arte no se puede quedar en los grandes genios de la pintura, hay hueco para todos», sentencia.
FAIM tampoco es una feria elitista, en ella se pueden adquirir obras aptas para todos los bolsillos y dando la oportunidad a los visitantes de negociar directamente con los propios artistas. Sin embargo, Joaquín González Cuevas es de los que considera que a las ferias no hay que ir con esa idea. «Debemos venir a divertirnos, a conocer a gente, crear contactos y si luego vendes, es lo más», confiesa a este periódico. Desde hace quince años, es de los artistas asiduos a FAIM. «Me encanta venir porque es una feria muy amena, cercana, humana y que se mueve muy bien. Además de una buena gestión de las obras, el entorno es fantástico, por lo que no será la última».
A esta edición llega con uno de sus JOGO, una escultura colorista llena de ilusiones, sueños, regia y tierna a la vez. Desde su primera exposición en Caracas, en 1974, confiesa que el panorama artístico ha cambiado y ha reforzado en el él la idea de que el 80% de la obra es el artista. «Es así y asumo las críticas que me caen. Hemos dejado atrás la seriedad artística, el segundo plano del artista y ahora el observador busca el acercamiento, conocer al artista», y señala, «la evolución que estamos teniendo a los colores, al pop art y a tendencias tan sumamente vanguardistas nos vienen bien a todos porque nos alegran la vida». Un movimiento en el que creyó no caer y sin embargo, el paso de los años, le ha llevado a disfrutar de una de sus mejores etapas artísticas.
El color también es el protagonista de la obra de Javier González Ramos. «Mis primeras obras fueron paisajes impresionistas, fovistas. Siempre traducía lo que veía a mi pasión por el color. Quise desprenderme de eso y empecé con mi trayectoria abstracta, en la que quería que sólo el color y la forma expresaran», asegura. Después de pasar por Londres y París, llega por primera vez a FAIM con seis obras, cinco pinturas y una pieza de cerámica intervenida. Todas ellas comparten ser obras alegres, divertidas, con muchos contrastes que pueden dar la impresión de caos pero con un final optimista. La más especial, dice, es Plan B. «Tiene el referente del juego del tres en raya. Me gusta porque representa la vida, un juego que nunca está completo y la vida es así, no tenemos todo lo que queremos al completo, siempre falta algo», y explica, «animo a que los visitantes vean en el cuadro otros tres en rayas que se pueden apreciar en el cuadro que no son lo que esperamos. En la vida hay también una belleza en ese tres en raya incompleto, no todo es como queremos».
Daphne recuerda con LA RAZÓN su primera vez en FAIM, de eso hace ya doce años. También la ilusión que sintió al vender dos de sus obras por primera vez en Europa. «Desde entonces guardo un especial cariño a Madrid, siento que me ha abierto los brazos, tanto, que durante un año expondré mis obras en la galería». Además del tiempo, entre una feria y otra su evolución como artista ha sido abismal. «Llegué sintiéndome cómoda en la pintura pero quise reflejar lo que tenía dentro de mí en mis obras y me pasé a la escultura. Ahora apuesto por las de gran tamaño. Es inevitable que los diferentes momentos y procesos de los artistas no se vean reflejados en sus obras». Sin embargo, si tiene que quedarse con una disciplina es la pintura; por la conexión que siente con el silencio.
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